Danielle Orendain es una activista feminista tapatía que acompaña a las mujeres y personas menstruantes que llegan a su perfil de Instagram con dudas y miedos que no pueden compartir con sus ginecólogos.

Ha convertido su página en un medio de difusión sobre salud menstrual y sexual para mujeres y personas con vulva, donde habla sin miedo de temas como el Virus del Papiloma Humano y la menstruación. 

Aunque este no fue su objeto de estudio concretamente —estudió psicología—, sus propias experiencias y dudas la han llevado a documentarse al respecto para hablar del tema desde una perspectiva no médica, pero también para derivar a las personas que acompaña con especialistas de su confianza. 

“Hay muchos especialistas que ponen barreras en la educación sexual integral, ellos y ellas estudian un tema en específico, pero se enfocan solamente en darte un diagnóstico y un tratamiento, a veces las pacientes se quedan con dudas que corresponden a su sexualidad individual porque no se puede explicar una condición médica desde cuerpos específicos, hegemónicos, es como si quisieras meter una pieza del rompecabezas en un espacio que no corresponde”.

Desde hace varios años, Danielle dirige talleres de salud menstrual. Comenzó cuando ella aún era estudiante junto con una de sus compañeras a hablar de su propia salud menstrual, sus experiencias con condiciones como la dismenorrea y sus ciclos. 

Otras lecturas, diálogos con otras compañeras y su propia formación le dieron vida al activismo que ahora hace prácticamente de tiempo completo. 

Parte de su trabajo aboga por comenzar nombrando correctamente las partes del cuerpo involucradas en el ciclo menstrual. 

“Si le llamamos vagina a la vulva ignoramos que es una estructura y que cada parte tiene una función específica. Las palabras tienen un peso enorme, si pienso que mi vagina tiene una función exclusivamente penetrativa voy a comenzar a ignorar el resto. No nos observamos y si no nos observamos no podemos notar cuando hay cambios”. 

Observarse, contar los días de los ciclos, no preocuparse con la irregularidad, incluso tocar y oler el fluido son parte de los consejos que da en estos talleres, además de comparar anormalidades únicamente con el cuerpo propio y no en el de otras personas, aunque sean cercanas. 

Ella ha trabajado con mujeres que tienen acceso a ginecólogos y que solo quieren acompañamiento porque viven preocupadas por sus diagnósticos y también con chicas que viven en colonias periféricas de Tijuana que no se pueden atender porque los hospitales que conocen están atiborrados de casos de COVID.

“Mucha gente no conoce la realidad de otras mujeres que no tienen tiempo ni dinero para una consulta ginecológica, sufren negligencias en los hospitales públicos o están en situación de violencia y no pueden decírselo a sus parejas. Este trabajo es de entender que las situaciones en las que una mujer vive su salud sexual es muy diversa y si yo puedo ayudarlas a pasar estos malos ratos, lo voy a hacer”.  

No recibe un pago, pese a que su labor la realiza a través de sus redes sociales todos los días, acompañada por una red de ginecólogas y psicólogas de su confianza.

A ella le hubiera gustado sentirse acompañada en momentos en que recibió diagnósticos dolorosos o se atendió con médicos violentos.