Desde muy niña los veía, pues a mi hermana, quien es 8 años más grande que yo, se los inculcó mi papá, entonces, es una tradición familiar. Obviamente, de chica no los entendía
y, al crecer, me di cuenta de la crítica y sentido del humor. De hecho, para mí, verlos es una ‘Simpson terapia’ porque siempre me hacen reír y me producen una felicidad inexplicable”.