1. Una infancia mágica y una segunda madre

“Teta”, que significa abuela en árabe, es una palabra que tiene mucho significado para Natalia, pues la asocia con una persona que no sólo fue un modelo a seguir, sino que se convirtió en una segunda mamá.

Su infancia, además, estuvo llena de momentos mágicos en familia. Recuerda en especial cómo su abuela, Florinda, siempre les demostraba su cariño a través de los platillos que preparaba. 

“Tengo el recuerdo de una infancia sumamente feliz, con una familia unida en donde mi teta siempre estuvo presente. Es como una segunda mamá. Todo el amor que nos dio y todo el empeño que ponía eran impresionantes”.

2. Un año para recordar

Natalia cursó cuarto de preparatoria en un internado en Suiza, una experiencia que, aunque tuvo sus momentos difíciles, pues era la primera vez que se separaba de su familia por tanto tiempo, también la llevó a crecer y expandir su visión del mundo.

Además de viajar, la diseñadora de modas aprovechó su tiempo en el extranjero para aprender a hablar francés, a esquiar y a cocinar. Las amigas que hizo ese año siguen en su vida. 

 

 

“Conocí niñas de muchísimos lugares distintos que se quedaban también en el internado. Se hicieron amigas que hoy en día siguen siendo muy cercanas, porque  compartimos muchísimas experiencias, viajes, frustraciones y tristezas”.

3. Los últimos días juntos

A su papá, el arquitecto José Humberto Rocha, el doctor le recomendó mudarse a un lugar que estuviera a nivel del mar, por lo que se fue a Zihuatanejo, donde la familia solía pasar las vacaciones de verano y él había construido distintas edificaciones.

Natalia y su hermano se fueron de vacaciones con él y fueron esos días, los últimos que compartieron juntos, los que ella más atesora, pues el estado de salud y de animo de su papá mejoró a la orilla del mar y tuvieron la oportunidad de platicar, reír y jugar. 

“Fue una oportunidad que Dios nos dio para conectarnos y despedirnos de mi papá. Yo agradezco mucho esos días porque pude estar con él de una manera relajada y olvidándonos un poco de su enfermedad. Él toda su vida fue un hombre sumamente activo y en la playa se sentía súper bien”.

4. Multifacética

Natalia se define a ella misma como todóloga, pues una de sus aficiones más grandes aprender cosas nuevas. A lo largo de su vida ha tenido la oportunidad de desarrollarse en distintos ámbitos.

Modeló y representó a Líbano en un concurso de belleza en Ecuador. Estudió Diseño Textil en la Universidad Iberoamericana y por muchos años se dedicó a la creación de vestidos de alta costura e incluso tuvo una pasarela en el Mercedes-Benz Fashion Week México.

Se certificó como maestra de yoga, es fotógrafa profesional y cocina y vende postres árabes que tienen una gran oración familiar. 

“Soy diseñadora y realmente disfruté muchísimo mi carrera. He hecho cosas increíble y he tenido la fortuna de haber estado en el Mercedes-Benz Fashion Week México” .

5 Un cuento de hadas

El 14 de octubre de 2017, Natalia se casó con Gerard Hauranieh, en Morelos. Aunque el día de su boda fue algo con lo que siempre soñó y que se sin duda superó sus expectativas, lo más importante y representativo para ella fue haber encontrado al amor de su vida.

Natalia se siente agradecida porque no sólo pudo estar rodeada de todos sus seres queridos, sino que estuvo acompañada por su mamá durante todo el proceso. Incluso bordaron juntas su vestido de novia.

“Sin duda, mi boda ha sido de los días más especiales en mi vida. Si bien desde niña lo soñé, no se compara para nada al día tan maravilloso que fue. La verdad el haber encontrado al amor de mi vida, significó más que el evento”.

6. Destino sin igual

Como parte de su luna de miel, Natalia y Gerard visitaron la India, un destino que ella no podía esperar por conocer y que se convirtió en su favorito.

Entre las experiencias que más recuerda están el poder practicar yoga y vivir esta disciplina de una manera muy diferente y su visita al Taj Majal, un monumento que la dejó sin palabras. 

“En mi viaje a la India viví cosas inolvidables, siempre había soñado con ir, sobre todo cuando empecé a practicar yoga y había escuchado tantas historias diferentes, que tenía que verlo
y vivirlo. Sin duda, superó mis expectativas”.

7. Trotamundos

La egresada de la Ibero ha viajado desde pequeña, pues se trata de una actividad que disfrutaban mucho hacer en familia. Para ella, recorrer el mundo es una forma de empaparse en distintas culturas y formas de pensar. Su esposo comparte esta pasión, por lo que ahora viajan juntos. 

“A mi familia siempre le gustó viajar. Creo que era la manera en la que nos conectábamos y compartíamos experiencias y encontré a un hombre que también le encanta, entonces hemos aprendido a ver el mundo juntos y es increíble”.

8. Encuentro con su mamá

Su mamá, Dora Rocha, es uno de los pilares de su vida y una de las personas con las que más ha compartido momentos importantes; sin embrago, no fue hasta que ella misma se convirtió en madre que realmente la entendió de una forma diferente y más cercana.

Natalia recuerda con especial cariño el baby shower que su mamá le organizó el 1 de marzo de 2020, el cual fue en el último evento al que asistió antes de la cuarentena. 

“Cuando preparó mi baby shower, representó mucho, porque la pude entender como mamá.
Ya tenía un bebé en el vientre y pude conocer ese amor y esa conexión que se tiene con los hijos”.

9. El mejor momento

El 13 de abril de 2020 es, hasta ahorita, el día más especial de la vida de Natalia, pues fue cuando nació su hijo, Tarek.

Ser mamá siempre fue un sueño de la diseñadora, quien tuvo un embarazó sin complicaciones y muy saludable. La única incertidumbre que sintieron el día del nacimiento fue sobre los riesgos que implicaba para su bebé ir al hospital, pues la pandemia apenas comenzaba y no se sabía mucho acerca del modo de contagio.

“Verlo llegar al mundo fue increíble,
porque abrió los ojos al nacer” .

10. Amante de la naturaleza

Tarek es amante del agua en todas sus formas, desde meterse a bañar, hasta ver lagos y fuentes, por lo que Natalia sabía que la primera vez que viera el mar iba a ser especial.

El pequeño de 1 año visitó Playa Blanca, en Punta Leona, Costa Rica, y desde un inició se enamoró de las olas y de estar dentro del mar.