DÍA 1

Desayuno en Mamma Gaia

Acorde con la propuesta holística del jardín secreto que lo alberga, el restaurante es una invitación al bienestar. La carta de desayunos se construye a partir de jugos prensados en frío, shots con efectos detox, smoothies de frutas naturales, bowls con superalimentos y una selección de hot cakes, panes, huevos y sándwiches.

¿Qué pedir? Acapulcoco (smoothie de piña, mango y leche de coco) y huevos benedictinos con salmón ahumado.

Botana en Las Gaviotas II

A 15 minutos de Barra Vieja, puedes redescubrir el clásico pescado a la talla, emblema de la culinaria del puerto, o probar la famosa botana 118, nombrada así debido a las peticiones recurrentes de los tripulantes del vuelo homónimo, proveniente de Ciudad de México: dos órdenes de sopes, empanadas, pulpo a la diabla, camarones al mojo de ajo y robalo a la talla. La orden de los aeronautas que pernoctaban en Acapulco adquirió tal fama, que el restaurante decidió inmortalizarla en su carta.

¿Qué pedir? Botana 118 o botana 59 (media orden de la botana 118)

Comida en Península

Maderas, hierbas y sales endémicas son piedra angular en su cocina de fuego y humo. La carta incluye desde frutos del mar regionales hasta pizzas con chapulines y cortes. Los jueves sirven pozole y botana (tamales, chiles rellenos, tacos dorados, tostadas…).

Tras haber experimentado la adrenalina de lanzarte por la tirolesa sobre mar más extensa del mundo, es la parada idónea para disfrutar, trago en mano, del espectacular atardecer que colorea de oro rosa la bahía de Puerto Marqués.

¿Qué pedir? Pulpo en chimichurri de cilantro y pasión de ginebra (gin, frutos rojos y limón).

Cena en Zibu

Susana Palazuelos y su hijo Eduardo Witchendahl son, sin duda, toda una institución cuando se habla de la culinaria del puerto. Éste es uno de los lugares que, por su cocina y espectacular vista panorámica de la bahía, ha dado fama a Lalo.

El menú es una fusión mex-thai, en homenaje a la historia de Acapulco y la Nao de China, aquella embarcación que, en tiempos pasados, llegaba desde Asia cargada de seda, frutas y especias.

Zibu es el escenario perfecto para una cena romántica, arrullada por la brisa marina y la sinfonía de sabores ácidos, dulces y salados que el chef ha perfeccionado en cuatro décadas de trayectoria.

¿Qué pedir? Rocket roll (rollo de sushi de langostino) y rack de cordero

DÍA 2

Brunch en La Moda

Uno de los favoritos para ir en familia. Bajo el concepto “food & fun”, este sitio, dentro del complejo Mundo Imperial, ofrece una ecléctica, colorida y divertida decoración; por acá, afiches rockeros y hasta un reluciente auto deportivo; por allá, memorabilia y una sui generis colección de salsas…

Mimosas y una gama inmensa de platos para cumplir cualquier antojo son la mejor forma de empezar cualquier domingo. En su buffet, con servicio asistido -debido a los protocolos sanitarios-, hay desde barra de sushi y poke bowls, hasta antojitos mexicanos, como birria y cochinita, asador, barra de pastas y estación de postres con todo y fuente de chocolate.

¿Qué pedir? Camarones o salmón a las brasas.

Comida en Becco al mare

Lo primero que salta a la vista es su exquisita e imponente arquitectura que, por supuesto, regala una gran vista de la bahía y alberga la que se precia de ser la cava más grande de Acapulco.

Su carta presume platos italianos contemporáneos, pastas frescas y productos del mar. En su colección de vino predominan, como era de esperarse, los del País de la Bota en todos los estilos. Reserva espacio para el postre, pues los gelati son un imperdible; aunque, si prefieres otra opción dulce, puedes elegir entre tiramisú y torito de chocolate y avellanas.

¿Qué pedir? Spaghetti all’angelo con camarones y gelato artesanal

Cena y tragos en Las Brisas

En ocho décadas de historia, sus tradicionales suites han visto desfilar huéspedes como Frank Sinatra y la tripulación del Apolo 11. Su terraza es el espacio idóneo para revivir los glamurosos veranos dorados de finales de los 40, esos que fueron testigos de Agustín Lara y María Félix en plena luna de miel. 

Sunset Bar es un poema de amor al dorado rojizo de los atardeceres acapulqueños. Su sencilla propuesta coctelera abre paso a la puesta de sol. Con el ocaso llega otra postal imperdible, la de las luces tintineantes sobre la Bahía de Santa Lucía, perfecta para disfrutarse con la cocina internacional y ligeramente francesada del restaurante Bellavista.

¿Qué pedir? Brisas briss en Sunset bar; bisqué de langosta, ravioles y creme brûlée en Bellavista

Textos: Nayeli Estrada
Fotos: cortesía de los lugares
Edición: Fabiola Meneses y Alejandro Vizzuett
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