A principios del siglo 21, parecía que Guadalajara saltaría a las páginas internacionales: la Ciudad tendría una de las diez torres más altas de América Latina: Torrena, con una altura de 336 metros y un edificio de 70 pisos. 

La obra impulsada por Aurelio López Rocha (derecha) se estimaba en 500 millones de pesos y sería un polo de desarrollo, pero la aventura nunca llegó a buen puerto.

El proyecto se anunció en 2004 y debía estar listo en 2007. El objetivo era detonar la economía jalisciense a través de un núcleo de atención turística, locales comerciales, espacios para la cultura y el entretenimiento, un hotel y espacio para albergar empresas especializadas en telecomunicaciones.

Situada en las confluencias de las avenidas Mariano Otero y López Mateos, el edificio, con plazoleta incluida, se empezó a construir en un predio de de 862 metros cuadrados, cedidos en comodato por el Ayuntamiento de Zapopan a los impulsores del proyecto, que se complementaron con un terreno de 808 metros cuadrados, adquiridos por los empresarios. Así debía verse en el panorama citadino, según las estimaciones. 

La edificación de la infraestructura tuvo varios tropiezos, falta de liquidez económica, huelgas de las empresas involucradas en la construcción, pararon en varios momentos el proceso, y se alargó más de lo esperado. 

En 2011, el Ayuntamiento de Zapopan se retiró del proyecto, pidió a los impulsores que regresaran el terreno, para poder hacer vialidades que hicieran fácil el acceso a los peatones a esa zona.

En 2019, tras varios intentos por recuperar uno de los carriles que la construcción de Torrena, por fin el Ayuntamiento de Zapopan comienza con la rehabilitación de esa vialidad, que finalmente quedó lista en 2020.