La agricultura, que produce muchas emisiones de CO2, también puede contribuir a frenar el cambio climático gracias al almacenamiento de carbono, una técnica que implica un cambio en los usos del suelo y que se remunere a los campesinos por ello.

Gracias a la luz, los árboles absorben el dióxido de carbono (CO2) del aire y lo transforman, separando el carbono del oxígeno, que es devuelto a la atmósfera. En esto consiste la fotosíntesis.

El carbono queda almacenado en las raíces, los troncos, las ramas y las hojas, y servirá para crear la materia orgánica necesaria para que crezcan los árboles y las plantas.

No obstante, el cambio en los usos de las tierras y su deforestación y conversión en terrenos de cultivo constituyen una de las principales fuentes de emisión de CO2.

La agricultura representó el 12 por ciento de las emisiones mundiales vinculadas a la actividad humana, según la ONU.

POSIBILIDADES PARA ACTUAR

La agricultura puede, sin embargo, resultar una aliada en el desafío de alcanzar la neutralidad carbono en torno a 2050, un objetivo establecido por decenas de países en el mundo para limitar el calentamiento global a +1.5 °C respecto al periodo preindustrial.

Los suelos agrícolas son la mayor reserva de carbono en el planeta. Con técnicas adaptadas, pueden “secuestrar” este CO2.

La apuesta por cultivos “intermediarios” entre dos cosechas permite evitar la erosión del suelo. Estas plantas devuelven la biomasa y el carbono al terreno. Otra técnica consiste en preparar prados temporales en terrenos agrícolas para dotar a la tierra de una capa vegetal que aumente su biomasa. Plantar árboles en medio de los cultivos también favorece la biomasa y el almacenaje de carbono.

En cambio, hay algunas técnicas agrícolas que se deben evitar.

“La peor de todas es la de la sementera”, practicada, sin embargo, en todo el mundo, asegura Sandra Corsi, de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). “Libera carbono a la atmósfera y el suelo desestructurado se erosiona bajo los efectos del viento y la lluvia”, explica sobre esta técnica.

La FAO reivindica una “agricultura de conservación”, que altere lo menos posible los terrenos, los deje cubiertos y diversifique los cultivos.

REMUNERAR A LOS CAMPESINOS

Un estudio del instituto de investigación francés INRAE demostró que gracias a las técnicas de almacenaje de carbono en el suelo se podrían compensar el 7 por ciento de las emisiones de CO2 en Francia, es decir, el 40 por ciento de las emisiones agrícolas.

Esta apuesta resultaría especialmente beneficiosa para las grandes explotaciones agrícolas.

No obstante, tiene sus “límites”, destaca Jean-François Soussana, experto climático de la ONU y vicepresidente del INRAE.

Por ejemplo, si los agricultores dejan sin cultivar sus terrenos durante el invierno, “entonces perderemos progresivamente los beneficios que habíamos logrado”.

REMUNERAR A LOS CAMPESINOS

Para convencer a los agricultores de que cambien sus prácticas y costumbres se les debe aportar incentivos financieros.

Estos pueden otorgarse con ayudas estatales o con la intervención de empresas a través del mercado del carbono.

Francia anunció recientemente la creación de un certificado de bajas emisiones de CO2 para empresas agrícolas y colectividades.

Criticada a menudo por su escasa ambición ante la urgencia climática, Australia también apoya activamente proyectos de almacenaje de carbono en el suelo.

Empresas innovadoras se están lanzando en este sector incipiente, por ejemplo, la belga Soil Capital que impulsó en 2020 un programa de remuneración en función del carbono para agricultores de grandes explotaciones en Bélgica y Francia.