1926-2022
La visión, creatividad, pasión y perseverancia de Gian Franco Brignone permeará en todos aquellos que lo conocieron, pues gracias a ello convirtió Careyes en uno de los destinos más importantes de la costa pacífica de México.
El nieto del general Filippo Brignone nació en 1926, en Turín, Italia, donde ejerció la profesión de banquero. Vivió con su familia en Francia, hasta que a los 42 años decidió viajar al nuevo continente en busca de un lugar con clima templado para construir su nueva residencia.
Gianfranco visitó las tierras mexicanas y voló sobre los impactantes acantilados y colinas selváticas de Careyes, en la costa pacífica de Jalisco, en el año de 1968.
Al ver la belleza de este sitio, inmediatamente decidió hacer de este destino único su propia frontera y utopía personal. Careyes tuvo la suerte de conocer a Gianfranco y él, a cambio, tuvo el privilegio excepcional de descubrirlo.
Fue así como la familia, conformada por sus hijos, Giorgio, Emanuela, Filippo, y su esposa, se mudó a México y comenzó con la construcción del nuevo paraíso jalisciense.
Convocando a un grupo de los arquitectos más talentosos e imaginativos del mundo, comenzando con Marco Aldaco, Diego Villaseñor, Alberto Mazzoni y Jean Claude Galibert, junto con el apoyo de hábiles artesanos locales, el creativo abrazó con entusiasmo y armonía la creación de este destino y, con ello, realizó su visión con la obsesión fundamental de que el paisaje era esencial y debía ser preservado: “no soy un arquitecto, sino un enmarcador de la naturaleza”, afirmaba.
Desarrolló muchos hitos arquitectónicos icónicos como los proyectos Mi Ojo y Tigre del Mar, que en su interior cuenta con la Casa del 3000, junto a las espejo Castillos del Océano: Sol de Oriente y Sol de Occidente, llamadas así porque están construidas sobre dos peñascos frente a frente en las dos puntas de la bahía Ala de Ángel, entre muchos otros, siempre diseñando sin líneas rectas y utilizando medidas matemáticas basadas en el número 27.
“Un ojo para ver y otro para sentir”, dijo una vez Gian Franco, y bajo este lema, diseñó y construyó intervenciones en las tierras careyenses como el Ojo de Venado, el Árbol de Corazón y la Copa del Sol, cuyas imágenes han llegado a todos los rincones del mundo por su fuerza y vitalidad.
Durante más de 50 años, custodió y preservó con cariño los 15 kilómetros de costa.
Además, fue uno de los fundadores de la Fundación Careyes, diseñada para crear programas innovadores en educación, deporte, ecología y arte para mejorar el bienestar de las comunidades locales.
Entre sus acciones filantrópicas, también creó el Centro de Protección y Conservación de Tortugas Marinas que se inauguró en 1983 y que ha liberado más de 1.9 millones de ejemplares recién nacidos de manera segura en el océano.
Con esto este spot se ha convertido en una de las pocas comunidades sustentables y socialmente responsables de México, albergando a más de 42 nacionalidades diferentes y 287 “caballeros” y “damas del sol”.
Su legado y trabajo fueron reconocidos a nivel internacional y nacional a través de los años. En septiembre de 2006, recibió la Orden Mexicana del Águila Azteca de manos del ex Presidente Vicente Fox, el mayor logro para un extranjero en reconocimiento a su labor.
“He dado mi vida por mis sueños y mis sueños me han dado vida”, fue una de sus frases célebres.
Le sobreviven sus hijos, Emanuela, Giorgio y Filippo, así como sus siete nietos, y dos bisnietos, quienes afirman que honrarán respetuosamente su legado. Descanse en paz