Enrique López Fernández, Jefe de Academia de Psicología en la Escuela de Pedagogía de la Universidad Panamericana, advierte que hay que diferenciar:  la depresión permanente y los episodios de depresión, la primera puede tener antecedentes genéticos y se vive de manera reiterada, y la segunda se puede detonar por condiciones ambientales en situaciones muy particulares como el aislamiento en medio de la emergencia sanitaria.

Uno de los síntomas más comunes, y que pasa más inadvertido para los padres es el desgano, la distracción y la agresividad entre sus hijos, que puede reflejarse en postergar tareas o incluso actividades que anteriormente les apasionaban, explica López Fernández. 

“La depresión profunda se da en chicos que ya tienen una tendencia genética a la depresión; es fundamental identificar esta condición, quienes la padecen puede llegar a la agresión física,  a un aislamiento más profundo en el que el niño o adolescente ya no hace otra cosa más que estar metido en su cuarto encerrado, en las redes sociales o jugando videojuegos todo el tiempo”, recalca el experto. 

Existen comportamientos o síntomas, que de presentarse de forma reiterativa, también pueden prender los focos rojos, tales como: cambios en la interacción con los demás, insomnio, irritabilidad o tristeza, ensimismamiento, hasta sentimientos de desesperanza e inutilidad.

Para tratar de disipar estas señales hay que privilegiar la comunicación, no juzgar, ni emitir calificativos, al contrario, hay que impulsar reuniones en familia para hablar de cómo se siente cada uno de los integrantes en completa libertad, así como estimular la participación de los niños y adolescentes en actividades que les llamen la atención y los haga conectarse con los demás.

A la par se debe acudir con especialistas, que pueden encontrarse en el Instituto Jalisciense de Salud Mental, ubicado en el Hospital General de Occidente (Av. Zoquipan 1000-A, en Zapopan).