Isaura Hernández

Isaura recibe a diario llamadas para auxiliar a personas que están en algún juzgado y que sólo hablan tének. Ella cuenta con dos certificaciones: la del INPI (Instituto Nacional de Pueblos Indígenas) y la de perito (del Poder de Justicia del Estado), por lo que se dedica al 100 por ciento a atender estas audiencias.

Tan solo la semana pasada ayudó con interpretación simultánea en tres casos del tema familiar, dos del laboral y cinco en el penal. A diferencia de la traducción, la interpretación indígena implica recurrir al contexto cultural para entablar una comunicación.

“Trabajo en diferentes lugares, voy a hospitales, a centros penitenciarios, a empresas para cuando hay contrataciones para trabajadores de pueblos indígenas”, explica Isaura, originaria de Tancanhuitz, San Luis Potosí, donde hablan tének.

Lo que más la apasiona, subraya la también abogada, es ayudar en el ámbito penal.

“Veo la necesidad de las personas, veo en la situación en la que se encuentran y veo esta necesidad, en algunas ocasiones, no tanto de defenderlos, sino que se haga una justicia igualitaria”, cuenta.

En 2017, el Poder Judicial del Estado indicó que la certificación de peritos en lenguas indígenas no cubría todas las lenguas ni todas las variantes lingüísticas habladas en Nuevo León, pero sí era un esfuerzo para un sistema de justicia mucho más equilibrado en Nuevo León.

Para Isaura la conservación de la lengua es vital y considera importante de su trabajo es hacer sentir a otros tének en Monterrey que no hablan español que no están solos.

Rosalino Agustín

Rosalino combina su trabajo como maestro de escuelas del área metropolitana donde estudian niños indígenas con la de traductor.

Traducir de una lengua originaria tiene cierto grado de dificultad, explica, pues hay términos en español que no tienen similar, en su caso, en náhuatl.

Le ocurrió esto cuando tradujo al náhuatl un material de educación sexual, y de derechos sexuales y reproductivos, generado por la Secretaría de Salud. ¿Cómo poner en náhuatl los términos de enfermedad de transmisión sexual y vih? Se dio a la tarea de investigar para construir en su lengua materna un mensaje en el que explicara estos conceptos.

También ha participado en la traducción de contenidos del Instituto Nacional Electoral, para la difusión de derechos políticos.

En organizaciones de mujeres indígenas como Zihuakali y RedMin ha puesto en lengua originaria información sobre violencia de género, como el violentómetro.

“La traducción es un área de oportunidad para valorar y seguir difundiendo nuestras lenguas indígenas”, dice Rosalino, originario de Chicontepec, Veracruz.

Dice que, aunque su lengua materna es el náhuatl, sigue aprendiéndola. En sus vacaciones, cuando viaja a su lugar de origen, aprovecha las pláticas con los mayores para aprender una lengua más pura. Y es que las nuevas generaciones, cuenta, mezclan el español.

“Cuando uno habla con gente mayor, con los abuelos, con las abuelas, ellos de plano no meten ninguna palabra en español. Eso es una riqueza que nosotros estamos perdiendo”, advierte.

Para este profesor, un problema al que se enfrentan los traductores de lenguas indígenas es el bajo valor que se le da al trabajo.

“Dicen: ‘Es muy poquito lo que vas a traducir, son unas cuantas palabras’, pero eso depende, no es de que 10 minutos y ya lo traduje. Muchas veces hay mucha investigación detrás”.

Refugio Morales

De niña sólo hablaba y escuchaba náhuatl con su familia, sus amigas. Fue en la secundaria cuando Refugio se dio cuenta de que si quería seguir aprendiendo, debía hacerlo en español. Comenzó a aprender este idioma, sin olvidarse de aquel en el que nació.

Como traductora, Refugio colabora con la Comisión de Transparencia y Acceso a la Información de Nuevo León al poner en náhuatl las leyes sobre transparencia, o realizando cápsulas sobre los servicios que este organismo ofrece a la ciudadanía.

Originaria de Matlapa, San Luis Potosí, Refugio lamenta que la discriminación hacia lo indígena sea una barrera para que muchas personas que hablan náhuatl, tének, otomí o cualquier otra lengua originaria no se atrevan a hablarlo en público y, por lo tanto, se pierda.

“Yo lo hablo con orgullo”, afirma. “Además, esto me hace hablar dos idiomas”.

Al mismo tiempo, busca seguir perfeccionando el español.

“Hace como cinco años no sabía hablarlo muy bien, pero me han corregido demasiado y las correcciones me han servido”, dice Refugio.

También le ha tocado estar en audiencias jurídicas y de derechos humanos.

“Me toca interpretar a compañeros, hermanos que no entienden, me leen lo que les están diciendo y yo les voy traduciendo a ellos”, cuenta.

En una ocasión le tocó interpretar a un hombre acusado de violación. Fue un momento difícil, pero tuvo que hacerlo con imparcialidad.

“Mi trabajo es traducir e interpretar, no podemos tomar partido”.