Según información de la misma Biblioteca, el edificio fue construído en 1890 por petición de un párroco llamado Ignacio Díaz, quien pidió permiso a las autoridades de la Arquidiócesis en el Santuario de Guadalupe para hacer allí una capilla, la de la Preciosa Sangre del Señor Jesucristo.

Se construyó en cinco años y se dedicó a llevar a cabo actos altruistas desde su inauguración el 11 de octubre en 1895 y abarcaba toda la manzana de lo que hoy es una primaria y una secundaria.

La parte más importante de la Capilla hoy es la Sala de Consultas de la Biblioteca Central.

Poco después de 1910, cuando estalló la Revolución Mexicana, la orden de las religiosas franciscanas de Nuestra Señora del Refugio propusieron allí un convento con el nombre de la capilla, la Preciosa Sangre del Señor Jesucristo, con el propósito de dar educación a niñas y mujeres de bajos recursos de entre los 6 y los 35 años de edad, huérfanos, ancianos y enfermos desahuciados. 

Estas actividades siguieron hasta 1926, cuando el movimiento armado de la Guerra Cristera clausura el convento y la capilla en donde se dice que hubo un cuartel secreto clandestino de los cristeros e incluso túneles que servirían para transportar armas y soldados hacia el Santuario y la Catedral. 

Ya en 1933 se cierra definitivamente el edificio y sus propósitos religiosos, el edificio fue expropiado por el Gobierno de México y en 1934 se entrega al  Ayuntamiento de Guadalajara. 

Durante 1934 el edificio pudo haberse usado como un reclusorio para menores, aunque no se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo se dedicó el edificio para esto.

Lo que se sabe es que hasta 1948 el espacio fue cedido al Estado de Jalisco.

Según los bibliotecarios, algunos usuarios refieren que la capilla y parte de sus patios fueron usados para dar clases de educación primaria hasta que en 1978 se utiliza como bodega de libros de la Secretaría de Educación Pública, donde además se impartían capacitaciones a docentes del Estado de Jalisco.

En 1980 se convirtió el edificio en oficinas de la secretaría de educación pública y en 1981 se le da el nombre de Biblioteca Central y Pedagógica de Ciencias, cuando el Profesor Ramón García Ruiz, cuyo nombre lleva la biblioteca actualmente, era Secretario de Educación.

Después de varios años y viendo el valor que tenía el edificio histórico en 1986 la biblioteca se entrega a manos de la Secretaría de Cultura del Estado y el 16 de febrero de ese año se bautiza como Biblioteca Pública Central, nombre que lleva hasta hoy en día que forma parte de la Red estatal de bibliotecas y el programa nacional de bibliotecas.

“Todavía ahora pasan personas sobre todo de la tercera edad que nos dan datos y más información del edificio, que estuvieron en la primaria, no tenemos nosotros fotos, pero sí sabemos que la zona general era un patio sin techo, con dos fuentes y habían salones donde nosotros tenemos el área infantil o de computación”, cuenta el bibliotecario Joaquín Zarco.

La biblioteca está nutrida, sobre todo con un gran acervo de literatura escrita por tapatíos y tapatías; con más de 4 mil ejemplares de más de 600 autores, así como un acervo antiguo con libros de corte teológico que datan del siglo 19. 

Además, cuenta con el mayor acervo y servicios para ciegos y débiles visuales, y una gran programación permanente para usuarios pequeños y menores de edad. 

Como dato curioso, algunos bibliotecarios han reportado sentir vibras extrañas en varios rincones del espacio. 

Lo describen como un lugar tranquilo y muy iluminado por su constitución arquitectónica, aunque con momentos extraños. 

“Varias veces a la semana en el área de consulta, donde era la capilla de la Iglesia, se caen los libros. Yo estoy en la sala por las tardes todos los días, después de las seis de la tarde es cuando se caen los libros, lo curioso es que siempre son libros de cine mexicano y no se caen juntos dentro de los estantes, sino uno por uno”, relata Gabriela Delgadillo, otra de las bibliotecarias. 

Información: Alejandra Carrillo. Fotos: Ángel Llamas