PRESENCIA MARINA

La ofrenda 178, como se le identificó, es la que mayor cantidad de estrellas reúne entre todos las halladas hasta ahora en el antiguo Recinto Sagrado de Tenochtitlan. Fue descubierta a finales de 2021 por el arqueólogo Miguel Báez Pérez.

Arqueólogo Miguel Báez Pérez.

Estas estrellas forman parte de un conjunto de organismos marinos que también fueron enterrados, como los corales, los peces globo y los caracoles.

Su conservación resulta excepcional, porque las estrellas, al morir, entran a un rápido proceso de descomposición en el que pierden la piel y los tejidos orgánicos que conectan las placas que constituyen su esqueleto interno. Es por ello que, ya secas, se desintegran fácilmente y quedan reducidas a simples cúmulos de placas desarticuladas.

Pero hubo una, de la especie Nidorellia armata -conocida coloquialmente como “chispas de chocolate” por el parecido que tiene su coloración amarillenta con puntos oscuros con una galleta con chispas de chocolate- que, de manera similar a un fósil, preservó su forma casi intacta, pese el paso del tiempo.

Y PRESENCIA TERRESTRE

¿Cómo fue posible esto? Pues el INAH lo atribuye a “afortunadas casualidades”, porque en esta ofrenda no solo depositaron elementos marinos, sino también terrestres, como el cuerpo de un jaguar hembra armado con un atlatl, o propulsor de dardos.

Fue, quizá, una de las primeras estrellas que los sacerdotes mexicas colocaron en la ofrenda, por lo que, al recibir el peso del jaguar y del resto los elementos, se hundió en lo que se cree es una capa de fibra debajo de ella, preservando la marca de su estructura interna y sus 22 centímetros de largo entre sus puntas. Esta situación es inusual, dado que los restos de las otras 163 estrellas están dispersos, debido a la pérdida natural de su materia orgánica.

Los arqueólogos creen que las 164 estrellas de mar de la Ofrenda 178 son de la especie Nidorellia armata, cuyos cuerpos moteados se asemejan a los de los jaguares.

"Esta ofrenda es una de las más grandes que hemos encontrado en el Templo Mayor, por lo que, hasta no explorar los 30 o 40 centímetros de profundidad que creemos nos faltan, es difícil saber su significado".

¿Y QUÉ PUEDE SIGNFICAR?

A partir de fuentes históricas, los arqueólogos consideran que la ofrenda guarda relación con la guerra, no solo por el atlatl que portaba el jaguar en una garra, sino por la ubicación en el Cuauhxicalco, edificación alineada con el costado sur del Templo Mayor, consagrado a Huitzilopochtli, dios de la guerra.

En su cosmovisión, los mexicas relacionaban las estrellas de mar y los jaguares con el cielo nocturno y la noche, siendo este felino una imagen asociada con el dios Tezcatlipoca, en su representación nocturna.

"Buena parte de los pueblos mesoamericanos creían que el origen del mundo se ligaba al mar, por lo tanto, los organismos marinos eran tratados como reliquias. En el caso de los mexicas, su potencia militar les permitió traer miles de objetos marinos y recrear todo un ambiente acuático en la propia Tenochtitlan".

Las estrellas de mar descubiertas en el Templo Mayor han tenido un alto valor de investigación para expertos de la UNAM, debido a que en la actualidad han reducido su tamaño, tanto por la explotación humana como por el calentamiento global; mientras que en la antigua capital tenochca se han encontrado estrellas que alcanzaron hasta los 60 centímetros de largo entre punta y punta.

FUENTES.-  INAH, Arqueología Mexicana, www.mesoweb.com. IMÁGENES: www.inah.gob.mx