El creciente número de adictos se halla alrededor de Kabul, viviendo en parques y drenajes de aguas residuales, debajo de puentes, en laderas abiertas.
Ebrahim Noroozi, fotorreportero de The Associated Press, visitó uno de esos lugares.
“Un hombre yacía boca abajo en el lodo, inmóvil. Lo tomé del hombro, lo sacudí y le pregunté si estaba vivo. Movió su cabeza un poco, sacó la mitad de ella del lodo y murmuró que sí, estaba vivo”.
“‘Estás muriendo. Trata de sobrevivir’, le dije. A lo que él respondió: ‘Está bien morir'”.