A veces las obras de arte son más importantes por lo que simbolizan que por sus cualidades estéticas o técnicas. Este ha sido a lo largo de la historia el caso de la Mona Lisa, la pintura más importante que creó Leonardo Da Vinci, el creador y pensador italiano y quizá la pintura más importante de la historia del arte. 

Esta obra que data de 1905 ha sido vejada y atacada en múltiples ocasiones. Hay historiadores que, de hecho, afirman que la historia de su robo, a principios del siglo pasado, fue la razón por la que la obra cobró la fama de la que hoy goza.

Desde entonces le han lanzado objetos, la han intentado grafitear y, recientemente, le aventaron hasta un pastel. 

Aunque ninguno de estos incidentes han logrado dañar la obra de manera permanente, reluce la importancia simbólica que estas personas que buscaban dañarla, le dieron.

EL ROBO 

La mañana del 21 de agosto de 1911, un hombre delgado vestido con una bata blanca se escabulló por una de las entradas laterales del museo de Louvre y se robó la Mona Lisa de Da Vinci para luego desaparecer por entre las calles de París. 

El ladrón, Vincenzo Peruggia, un pintor de casas que escondió la pintura en un hueco oculto por leños en su casa, pasó desapercibido los días siguientes y fue 24 horas después, un martes que el museo cerraba que el personal del museo se dio cuenta de la ausencia de la obra.

Más de sesenta detectives y policías registraron todo el museo para buscar pistas. Las páginas de los diarios no hablaban de otra cosa y las personas se apiñaban en el Louvre solo para contemplar el espacio vacío —algo que académicos como Darian Leader en El robo de la Mona Lisa. Lo que el arte nos impide ver han estudiado como una prueba de lo que implican en el arte las ausencias—. 

Según quedó grabado en la historia Vincenzo Peruggia era un patriota italiano que creía que la pintura de Leonardo Da Vinzi debería ser regresada a un museo italiano y no a uno francés como el Louvre, otras versiones aseguran que podría haber estado motivado por una asociación que copiaba pinturas originales y que pensaban que las copias de la Mona Lisa podrían tener mayor valor después del robo.

El ladrón tuvo a la Mona Lisa en su apartamento por dos años. Fue capturado cuando intentaba venderla Giovanni Di Paolo, director de la galería Uffizi en Florencia. Finalmente la pieza fue exhibida en el Uffizzi por dos semanas y luego regresó a Louvre en enero de 1914. 

RELATOS DE FICCIÓN

Hay varios que circulan entre el internet y la historia oficial, según las variaciones estos ataques datarían aproximadamente en 1956, una persona arrojó ácido al retrato y otra intentó cortarla con una navaja de afeitar, pero hay diferentes versiones, ninguna registrada de manera oficial por el Louvre. 

La primera dice que el ácido lanzado era ácido muriático, aunque no hay más mitología sobre las razones del perpetrador. 

Sobre quien haya intentado acuchillar la obra dicen que era un hombre y que una vez detenido dijo haberlo hecho porque amaba la obra.

Ese mismo año, el 30 de diciembre el boliviano Ugo Ungaza o Hugo Ungaza, según ambas versiones arrojó una piedra a la obra, dañando el codo izquierdo del retrato en el Louvre.

Para entonces la pintura ya estaba protegida por un vidrio. 

Ugo Ungaza Villegas según algunas versiones era pintor, aunque se sabe prácticamente nada de su obra o visión.

Según el historiador Vicente González Aramayo en una publicación del diario uruguayo La Patria del 26 de junio de 2011, Unzaga era un político exiliado sobrino de un líder falangista que se abalanzó en pleno museo del Louvre para dañar La Gioconda.

“Le lanzó una piedra y lastimó superficialmente parte del brazo de la imagen. La causa fue que deseaba volver a nuestro país. Le salió bien, pues sólo le arrestaron veinticuatro horas y lo embarcaron hacia Bolivia. La imagen fue restaurada de inmediato”, dice el registro de Gonzales-Aramayo.

Ese hecho es registrado como un antes y un después para la historia del museo, pues a partir de entonces tuvieron que cubrir la obra detrás de un cristal antibalas.

UNA PROTESTA POR LOS MUSEOS 

A pesar de la protección de la obra, en 1974 una mujer discapacitada molesta por la política del Museo Nacional de Tokio, atacó la Mona Lisa con aerosol rojo cuando esta se encontraba de intercambio en el museo japonés. 

Esto sucedió en medio de una serie de protestas por las medidas que impedían ver la obra a personas con discapacidades. Es posible que la visitante estuviera en silla de ruedas.  

El aerosol fue fácilmente retirado del vidrio pero a partir de entonces la Mona Lisa no sale del Louvre ni por intercambios institucionales. 

También, en forma de protesta, pero ya en 2009 una mujer rusa, según las noticias, molesta porque se le había denegado la ciudadanía francesa lanzó una taza de té vacía a la pintura, taza que justamente había comprado en la tienda de regalos del museo. 

Poco después la mujer fue aprehendida por autoridades del museo y fue entregada a las autoridades nacionales: se le realizaron exámenes psiquiátricos y fue puesta en libertad.

EL PASTELAZO

En mayo de este 2022, un visitante del Louvre se camufló como una persona en silla de ruedas y una peluca y, una vez frente a la Mona Lisa le arrojó un pedazo de pastel que luego embarró en el cristal, para sorpresa y asombro de todos los demás visitantes. 

La obra no sufrió daños, pero inmediatamente despertó la intervención de las autoridades policiales del museo que detuvo el performance y al perpetrador como si se tratara de un criminal.

Según alcanzaron a capturar los asistentes, el autor de este extraño performance tenía un mensaje dedicado al calentamiento global. 

“Piensen en la Tierra. Hay gente que está destrozando el planeta. Es por ello que he hecho esto”.

Con estas palabras justificó el atacante su pastelazo mientras las autoridades lo aprehendían para trasladarlo fuera del museo.

No ha recibido cargos judiciales todavía. 

Información: Alejandra Carrillo.Fotografías: Especial