En medio de talleres mecánicos y calles llenas de baches en el barrio de La Perla, al oriente de Guadalajara, de pronto irrumpen en la escena urbana decenas de personajes con vestidos, glitter, pelucas y tacones: son los participantes de una Ballroom.

Nacida en la escena underground neoyorquina de los años 60, la cultura Ballroom es sinónimo de libre expresión en forma de competiciones amistosas, donde las minorías afroamericanas, latinas y trans celebraban con bailes y glamour su diversidad.

Más de seis décadas después, los ecos de ese movimiento cultural siguen vigentes y han permeado en la comunidad LGBT+ tapatía con celebraciones como la del sábado pasado, nombrada The High School Kiki Ball.

El evento se realizó de manera autogestiva por Nikkis García, una entusiasta de la escena, junto con un equipo de colaboradores de la comunidad.

En el argot queer anglosajón la palabra “kiki” hace referencia a una celebración, una fiesta y esa es la manera más simple de describir lo que pasa en una ball: un espectáculo de danza, una pasarela de moda, un concurso y un festejo.

Hay otro tipo de ball, la mainstream, que son pura competencia pero es raro ver una así en México, las kikis son más populares. 

La escuela fue el tema principal: faldas de cuadros, vestidos de reina de graduación, birretes y los atuendos de los profesores.

Si culaquier institución educativa recibiera a alguno de los participantes, seguramente se irían suspendidos. La extravagancia, el brillo y la exhibición del cuerpo en toda su libertad fueron los protagonistas de la noche que congregó a casi 300 personas, algunas incluso de apenas 15 años.

Cualquiera es bienvenido a desfilar, llegado el momento de cada categoría deben cruzar la pasarela que mejor se acomode a sus habilidades con su rutina y el código de vestimenta y presentarse frente a los jueces.

Si el vestuario y la interpretación cumplen con todos los elementos necesarios de cada categoría, están del otro lado.

El jurado está conformado por veteranas del Ballroom que puede darles un diez o un chop. Un solo chop deja al concursante fuera del certamen, este se puede otorgar hasta en los primeros cinco segundos de que se haya pisado la pasarela.

Sin importar el resultado, las últimas dos concursantes se abrazan después del veredicto y caminan juntas de vuelta al principio de la pasarela.

'Haz una pose'

La joya de la corona de las Ballrooms es el “vogue femme”, el estilo más reconocido del vogue, ese baile donde las manos enmarcan el rostro, mismo que Madonna y sus bailarines popularizaron en su famoso sencillo “Vogue”, en 1990.

El voguing es el centro de la escena Ballroom desde el origen.

Casi todos los participantes en las pasarelas forman parte de una casa, es decir, una especie de aquelarre o grupo, donde hay madres y padres que pasan sus conocimientos a los nuevos integrantes.

En las balls, las casas y sus miembros permanecen juntos y cuando sus hijos e hijas salen a las pasarelas les echan porras como si se tratara de un partido de futbol.

En Guadalajara, Kiki House of Prisma es una de las casas más viejas, sus primeras integrantes Diablo y Narciso Prisma comenzaron a hacer voguing desde 2015. Muchas hijas de esa casa ganaron las categorías de esta ball.

 House of Medusa, Minerva y 007 también tienen casas con bailarinas y performers que participaron el sábado.

Aunque es un ambiente de competencia y hay ganadoras de reconocimientos y pequeños premios significativos, en otras balls hay incluso incentivos monetarios, pero lo cierto es que el formato es modesto y tiene la misión de generar un espacio de encuentro donde explorar los límites de la expresión, del género, de los binarismos y todo lo que hay en medio.

Una historia de minorías

El origen de esta expresión data de la década de 1960 en Nueva York. Nació fuera de los reflectores para las minorías marginadas de la comunidad LGBT+ en el barrio de Harlem.

Según algunos registros en Ciudad de México, aunque se hacía voguing de manera alternativa en discos y fiestas particulares, las balls como tal llegaron en 2014 con casas pioneras como House of Apocalipstick.

A Guadalajara llegó hace poco, miembros dicen que en 2015, otros que después, lo cierto es que algunos productores y animadores de la comunidad comenzaron a reproducir los formatos clásicos de las Ballrooms en espacios alternativos.

Algunas pioneras del género que habían tomado talleres y asistían a eventos en la CDMX comenzaron a participar en pequeños intentos y hoy las balls, esos espacios de diversidad y explosión creativa son más comunes, gestionados por entusiastas de la cultura y abiertos para todas las que quieran participar.

La primera ball local fue organizada por Lalo García, quien ya había trabajado en la producción de talleres, eventos y conferencias en varias instituciones, una de ellas Ciudad Creativa Digital y decidió comenzar a gestionar este espacio que pronto tuvo su primera sede en el Anexo Independencia.

Esa primera ball se llamó Tapatía, en 2017, la organización del evento llevaba el nombre Guadalajara is Burning, inspirado por el documental Paris is Burning, dirigido por Jennie Livingston, que capturó la escena del Ballroom en Harlem de los 80.

“La mayoría de las personas que fueron siguen vigentes en la comunidad, veo las fotos y veo a muchas personas que entonces eran solo espectadores, el proyecto como tal tuvo bastante: tiramos el primer ball y siempre voy a estar orgulloso de ello”, recuerda Lalo, que desde entonces ha organizado varias y participado en la producción de otras muchas.

“Es muy especial. Toda la gente está allí tirando la energía y tú tienes que saber controlarla porque puede ser arrolladora, es un reto increíble”, explica Lalo García sobre estar en la pasarela.

“Esto es cultura, autoexploración de nuestras identidades y una forma de arte. Quienes estamos en la escena hemos conformado una gran familia con sus discusiones y sus momentos de alegría. Sobre todo es un espacio para encontrarnos y reconocernos”.

Espacio de unión

La Roja, una drag queen de Guadalajara, llegó a la cultura Ballroom en esa primera que organizó García con sus cómplices

“Ahí conocí a Diablo y a Narciso y a otros chicos, chicas y chiques que habían comenzado todo lo del Ballroom y me fui acercando más a la comunidad.

“Lo más valioso de esta cultura es la conexión con las personas que he tenido pero sobre todo lo que he aprendido de mí mismo, de mi persona, mi expresión, tanto de la pasarela, en el drag, en el sex siren y el vogue femme, cada vez me reto en una categoría diferente para retarme a mí mismo y aprender de otros aspectos de mi identidad”, cuenta La Roja. 

Dea, por otro lado,forma parte de Kiki House of Medusa y participa con su silla de ruedas desde hace poco menos de un año.

Comenzó a involucrarse en esta escena a partir de un incidente de discriminación que enfrentó en noviembre del año pasado junto con una mujer trans, Zafiro, en el Parque Rojo por parte de feministas transexcluyentes.

Dea y Zafiro convocaron entonces a una manifestación en el espacio público y muchas casas de Ballroom tapatías acudieron al llamado, hicieron voguing con banderas de la comunidad trans en plena vía pública.

“Sentí que es un espacio en el que nos podemos desenvolver diferentes disidencias, un espacio para celebrar diferentes corporalidades y vivencias. Por eso es importante para mí: me ha aportado bastante, he podido formar una familia, una red de apoyo y además he aprendido mucho sobre mí misma. Me ha empoderado. Te cambia mucho el pensamiento cuando te sientes abrazada por una comunidad que te respeta y te celebra solo por existir”, recuerda Dea. 

Un antes y un después del Ballroom

Misael y La URSS son la misma persona. 

Excepto que de día Misa atiende su trabajo humanitario en un albergue para migrantes, estudia una maestría y tiene un grado de Relaciones Internacionales. La URSS es reina de la pasarela y es hija de una de las casas de voguing con mayor trayectoria en la Ciudad, Kiki House of Prisma. 

Comenzó en una fiesta en 2018, para entonces estaba fuera del clóset pero buscaba ser un gay heteronormado, en sus propias palabras. 

Pero esa noche ocurrió algo y comenzó a tomar clases de vogue cada viernes después del trabajo, ya en mayo de 2019 se convirtió en hija oficial de la casa Prisma. 

Es la hija 23, ahora van en 37. 

“Es una cuestión de hacer comunidad, consolidar espacios y crear espacios, sentirme respaldado. Fue muy simbólico, el 24 de mayo mi papá fallece y ese mismo día la casa me adopta. Tenemos un lema de que Prisma es la posibilidad de no caminar solo, no solo en el ball pero en la vida: saberte acompañada siempre: con el respaldo de alguien. Que sabes que no estás solo”, explica. 

Misa es internacionalista, no había bailado nada antes y además de lo difícil que fue aprender voguing fue difícil, pero en el camino aprendió a entrenar, pero también cosas sobre su propia identidad: descubrió que es una persona no binaria. 

En su casa, además, les ayuda a sus compañeras con trámites, las guía en sus transiciones legales, cambios de nombres y esas otras cosas que Misa sabe hacer en el albergue en el que trabaja.

Su categoría favorita en la pasarela es Face, es decir, rostro y su performance, dice, es ser bonita y chistosa, vender el rostro es lo que más le ha ganado premios en las ball. 

En su casa, Misa siempre se sintió feo porque eso lo decían pero en la pasarela tiene la oportunidad de sentirse bonita. 

“No es vender una cara bonita o una piel perfecta. Es sentirte y creerte bonita. El ballroom es la respuesta tardía a todo lo que nos dijeron allá afuera que no podemos ser”, dice. 

“Aún es un espacio con deficiencias, se replican violencias de allá afuera por la competencia, las críticas entre nosotras que pueden ser muy rudas, tenemos violencias internalizadas, pero es un espacio donde podemos expresar más libremente quienes somos, hay un antes y un después de que el ballroom llega a nuestras vidas”. 

Información: Alejandra Carrillo Fotos: Ángel Llamas.