En varios puntos de Tlajomulco de Zúñiga, a veces ocultos detrás de maleza, entre cerros o a plena vista de la actividad urbana se esconden vestigios de la vida antes de la Colonia.

En este municipio habitaron varias comunidades originarias, pero sobre todo el pueblo Coca que se extendió por todo el centro del territorio que hoy comprende Jalisco.

Sus vestigios se encuentran apenas descubiertos y expuestos al deterioro, estudiados por algunos entusiastas, miembros de la comunidad y casi desconocidos para los habitantes del resto de la Zona Metropolitana de Guadalajara.

El historiador por la Universidad de Guadalajara y Arqueólogo por el Colegio de Michoacán, Erick González Rizo, se ha dedicado a estudiarlos junto con equipos multidisciplinarios de varias áreas como parte de la asociación civil Xalixco. Estudios históricos y patrimonio cultural A.C, pero sobre todo con miembros de las comunidades interesados en su patrimonio arqueológico, pero sin apoyos gubernamentales sostenidos.

Es un trabajo arduo que para él vale la pena, un interés que está menos relacionado con el prestigio académico y más con la idea de que el conocimiento histórico del Occidente debe ser accesible para quienes habitan a su alrededor y las futuras generaciones.

Sin recursos públicos son los ciudadanos informados los que pueden tomar en sus manos la responsabilidad de mantener estos espacios vivos en su día a día.

MÁS QUE UNA SIMPLE PIEDRA LISA

Al sur del fraccionamiento Lomas de San Agustín, en Tlajomulco de Zúñiga, en una parte que comienza a dejar la urbanización para convertirse en cerro, se encuentra la Rosetta o Pata de Mula.

Es una piedra de unos tres metros, lisa, donde se tallaron varios símbolos iconográficos en el periodo posclásico, entre los años 900 y 1530 d. C.

Para acceder al sitio en el que se encuentra, una persona tiene que subir a pie o en automóvil, después de haber recorrido el fraccionamiento, unos diez minutos cerro arriba para después, dejar el camino de terracería y adentrarse en la maleza, que en tiempos de lluvia está tan alta que apenas se puede ver por donde se camina.

Después de unos metros se encuentra este petrograbado, encontrado por el profesor Samuel Moya, un entusiasta local de la arqueología desde hace décadas.

Según ha investigado el arqueólogo Erick González Rizo, quien forma parte de Xalisco. Estudios Históricos y Patrimonio Cultural AC, a través de una serie de técnicas de documentación y registro, este petrograbado podría señalar un sitio de adoración al aire libre de las comunidades cocas, específicamente del asentamiento de Zapotepec o Cerro del Zapote, que existió hasta la Conquista española, donde se fundó Tlajomulco, entre el 900 y el 1500.

Se compone de seis paneles que, según el arqueólogo, podrían leerse en espiral como cualquier otro códice mesoamericano.

En ese orden comenzaría con la imagen de dos pies de distintos tamaños, lo que podría interpretarse como el señalamiento de un camino. En segundo lugar se encuentra la representación pictórica de un sol a través de las montañas, se cree que está representando el terreno sobre el que se encuentra la piedra, cercano a un pequeño arroyo temporal.

Hay después un rostro, que podría estar representando a una de las deidades de la cosmovisión Coca y luego una representación de una constelación o tránsito astral, para darle paso a una especie de grabado numérico, quizá señalando una fecha, el dibujo de un peyote e incluso una especie de zanja donde podría haberse entregado mezcal u otra bebida ceremonial en ofrenda.

“En conjunto parece representar un paisaje sagrado. Es un arte rupestre muy orgánico, buscaron la piedra principal y resaltaron sus grietas naturales”, explica González.

Es uno de los petrograbados más complejos de la región Coca encontrados hasta ahora”, agrega.

Además del deterioro normal que ha recibido al encontrarse a la intemperie, este petrograbado ha sido golpeado y vandalizado en múltiples ocasiones.

Lo cierto es que sin la compañía del ojo experto una persona podría no encontrar las figuras grabadas hace cientos de años y, sin el cuidado institucional, estas podrían perderse eventualmente y con ellas la historia de una de las culturas originarias más importantes de Jalisco, advierte el especialista.

El arqueólogo con un grupo de especialistas realizó una réplica del petrograbado para un museo comunitario en el municipio de San Agustín, aunque este también se encuentra en deterioro. 

UNA PIRÁMIDE FALSA

También en San Agustín, pero en un fraccionamiento llamado El Cortijo, se encuentra un sitio arqueológico que ha experimentado una serie de intervenciones sin cuidado ni apego histórico, lamenta González, autor del libro Dioses del Jalisco Antiguo.

Le llaman la Pirámide San Agustín y para verla hay que entrar a un fraccionamiento custodiado por seguridad privada.

Con el fin de mantenerlo abierto al público, es fácil acceder a través de la caseta de seguridad. Basta decir que se quiere ver la pirámide y ahí, entre residencias de arquitectura moderna se encuentra la edificación transformada en un área verde.

Esta pirámide es el más accesible de las exploradas en la zona, por las características de su mantenimiento. No hay que caminar entre la maleza ni interpretar rocas ocultas.

Cuenta incluso con una serie de fichas informativas, aunque inexactas, según el arqueólogo del lugar.

Una placa principal grabada en piedra data la estructura al año 2400 A.C., el mismo del que datan las pirámides más importantes de Egipto, cuando por sus materiales y la región en la que se encuentra, en realidad se ubica en el periodo clásico tardío, del 400 al 900 d.C.

El basamento se encontró en la década de los 90, cuando se comenzó a fraccionar el terreno para construir casas.

“En lugar de hacer la denuncia al INAH, los fraccionadores cuando encontraron los vestigios, decidieron construir una pirámide falsa, como un monumento. Su estructura no es la original, pero sí es un basamento arqueológico, contemporáneo del Ixtépete, asociado con la cultura coca. El estilo está muy modificado basado en las estructuras de Teotihuacán, pero este asentamiento puede ser incluso previo, en el 400 después de Cristo”, explica Erick.

Lo cierto es que quienes la construyeron le hicieron una fachada falsa similar a las pirámides de Teotihuacán en el centro de México, con varios taludes y una escalinata central.

“Quizá fuera un basamento de un solo talud con un tablero pequeño, no con esta forma, pero no se han hecho investigaciones y no se ha excavado para recuperar la historia real de este basamento, testigo de la invención moderna. En realidad podría tratarse de un basamento cuadrangular, probablemente usado como una zona ritual”, comparte González.

Otra de las fichas informativas disponibles en la construcción afirma que en esta zona, bautizada como San Agustín y San Sebastián, se han localizado tumbas con ofrendas e incluso un esqueleto casi completo e innumerables objetos de cerámica de la cultura Coca.

González Rizo afirma que hay una amplia posibilidad de que esa estructura todavía guarda secretos, es probable que debajo de los muros artificiales haya una subestructura que no se ve.

“Sería interesante hacer una trinchera de excavación, comprobar si el muro original que se conserva es una fachada y tratar de liberar su fachada original. La mayoría de los edificios prehispánicos tienen las fachadas más antiguas adentro, debajo de las visibles”, explica.

EN MEDIO DE CAJITITLÁN

Es casi de sentido común la alta probabilidad de que cerca de lagos y ríos importantes se encuentren vestigios de las comunidades originarias que los habitaron.

Los cuerpos de agua de estas características son y fueron propicios para la vida: alrededor de ellos se construyeron centros ceremoniales pero también asentamientos habitacionales.

Es el caso del hallazgo que el equipo de Erick González junto con varios pobladores de Cajititlán y la asociación civil Xalisco, hicieron en 2013, en el centro del municipio que pertenece al ayuntamiento de Tlajomulco de Zúñiga.

A espaldas del Panteón Municipal, en un terreno que ha pertenecido por años a una misma familia, descubrieron los vestigios de una gran construcción prehispánica.

Es un terreno plano en una loma que se conoce como La Azotellita.

La estructura, según han investigado, sería una serie de plataformas con un patio hundido al centro.

“La gente del pueblo la conocía pero no sabían que eran, pensaban que era un templo o que se encontraban figurillas”, explica González Rizo.

“Es la estructura arqueológica más grande de la Zona Metropolitana. Dataría del 400 al 900 d.C. Es contemporánea a otras estructuras arqueológicas de Jalisco como el Ixtépete, El Grillo, aunque quizá tenga etapas más antiguas, tendría mucho sentido teniendo en cuenta el tema lacustre, pero todavía faltan periodos de investigación”, cuenta el arqueólogo.

Con varios equipos comenzaron un proyecto que incluye una investigación preliminar de varios años y, eventualmente, la realización de una excavación y trabajos de conservación del sitio que podría estar abierto al público.

Apenas han excavado casi ocho metros adentro en algunas partes de la estructura sin haber llegado todavía a su base.

La estructura arquitectónica está hecha de piedra y adobe. En el día y ante los ojos de un inexperto, el lugar parece un prado sencillo, donde pastan caballos y vacas. Una llanura con un hundimiento leve donde se estanca el agua de las lluvias.

Las excavaciones preliminares fueron revelando las esquinas de mampostería de la construcción que permitieron a los investigadores recrear una imagen de cómo habría sido el edificio.

Apenas se pueden vislumbrar algunas de las estructuras superiores de lo que fue este espacio que, según las investigaciones realizadas se utilizaba como centro ceremonial, probablemente para adorar a deidades del sol, de la agricultura o de la lluvia, pero también hay elementos que indican que se usó como complejo administrativo y habitacional de las primeras comunidades asentadas cerca del lago.

Durante los trabajos de excavación que comenzaron de manera formal en 2018, de hecho, los investigadores encontraron una figurilla de formas femeninas, quizá asociada a una divinidad relacionada con la fertilidad del clásico tardío, que ayudó a datar la estructura de manera relativa, aunque todavía se debe hacer un fechamiento de laboratorio.

Sin el ojo experto del arqueólogo es difícil que el sitio sea apreciado. Ha requerido del interés de los actuales dueños del lugar para mantener la investigación de fotogrametría, geofísica, excavaciones y registro con drones que hasta ahora ha recibido recursos limitados y la ayuda de expertos y practicantes de universidades y centros de estudio como la Universidad de Guadalajara y la Universidad Autónoma de Zacatecas con apoyos de logística y prestadores de servicio especializados.

Y aunque la comunidad, desde la asociación civil Grupo Cajiti, ha apoyado con recursos y tareas de voluntariado para el proyecto, este no cuenta con apoyos gubernamentales económicos, pero la obra no ha recibido apoyos económicos gubernamentales de ningún tipo. 

UNA LABOR SIN PRESUPUESTO

El INAH aprobó legalmente la excavación y la investigación de La Azotellita en 2018, pero no ha aportado presupuesto, aunque uno de sus arqueólogos, Adrián Acosta Castro ha apoyado en el trabajo de campo y con gastos menores en tareas de socialización en el municipio de Cajititlán.

El ayuntamiento de Tlajomulco especificó a través de su dirección de comunicación que no tienen una cifra específica de su presupuesto en esta administración destinada a los sitios arqueológicos del municipio, aunque en total se tiene constancia de 19 sitios arqueológicos identificados.

El extinto Instituto para el Mejoramiento del Hábitat realizó trabajos y actividades relativas al tema, según comunicaron a MURAL, aunque ninguno de ellos se dedica a un sitio arqueológico en específico.

Entre las actividades mencionan la delimitación, zonas arqueológicas y su estado de conservación, la inclusión del patrimonio arqueológico en el Programa Municipal de Desarrollo Urbano y realizaron conversatorios sobre patrimonio cultural arqueológico en varias comunidades, aunque no especificaron cuándo ni dónde.

Información: Alejandra Carrillo Fotos: Ángel Llamas y Xalisco. A.C Video: Cortesía Erick González Rizo