Ataques por la edad

Lula, que cumple 77 justo antes de la votación, tiene la voz extremadamente ronca, y por momentos le cuesta hacerse oír ante la multitud.

“Voy a tener que dejar de hablar un mes para recuperarme”, bromeó el ex líder sindical.

Lula fumó durante 50 años y abandonó el cigarrillo en 2010, tras ser internado por hipertensión, a los 64. En 2011, cuando dejó el poder, fue diagnosticado con cáncer de laringe y se sometió a quimioterapia y radioterapia. Los médicos anunciaron “una recuperación total” al año siguiente.

Su voz cada vez más deteriorada hizo que algunos lo atacaran por su salud durante la actual campaña, en particular Ciro Gomes, su rival de centroizquierda en la primera vuelta.

Bolsonaro aprovechó el domingo el primer debate cara a cara entre ambos para atacar a su rival en ese sentido: “Lula, pare de mentir, es malo para un hombre de su edad”, le lanzó el Presidente.

“¡Soy un joven comparado con Joe Biden!”, bromeó Lula el año pasado, en referencia al Presidente estadounidense, que ingresó a la Casa Blanca a los 78 años.

Pero el líder de la izquierda es consciente de que su edad no es una ventaja e incluso ha asegurado que de ganar no buscará otra reeleción porque tendrá ya 81 años.

Todo el mundo sabe que tengo cuatro años para hacerlo todo. Un ciudadano no puede querer la reelección a los 81 años. La naturaleza es implacable".

Lula: rejuvenecer su imagen

Figura clave de la política brasileña durante cuatro décadas, Lula ha hecho de todo para lucir rejuvenecido: aparece en redes sociales haciendo ejercicio, tocando la batería o enfrentando olas en el mar.

También dijo sentirse “enamorado como si tuviera 20 años” de RosangelaJanjada Silva, una socióloga de 56 con la que se casó en mayo pasado.

En abril, cambió su foto de perfil por una en que aparece con gafas de sol con cristales violeta, muy populares entre los jóvenes de las favelas.

“Me pidieron rejuvenecer mi imagen en las redes sociales”, justificó.

El ex Mandatario también se exhibió en Instagram levantando pesas, con una camiseta sin mangas que dejaba al descubierto sus bíceps contraídos.

Durante los 580 días que pasó en prisión en Curitiba tras ser condenado por corrupción en el caso Lava Jato, Lula se mantuvo en forma corriendo 9 km diarios en una caminadora eléctrica, según declaró. Además, recibía tratamiento para la hipertensión y era acompañado por un oncólogo.

Bolsonaro: secuelas de un atentado

Por su parte, Bolsonaro, aunque ya es abuelo de tres nietos, es casi una década más joven que Lula, y también ha intentado hacer gala de vitalidad.

El ex capitán del Ejército ha aparecido en público subido a un caballo, un toro, motos de agua y a menudo desfila en caravanas de motocicletas por el país.

Durante la pandemia, afirmó que el coronavirus no lo doblegaría dado su “historial de atleta”, en referencia a su destacado desempeño en educación física cuando cursaba la academia militar.

Pero los brasileños lo han visto sufrir a lo largo de su mandato por las secuelas del apuñalamiento perpetrado por un hombre con trastorno delirante que casi le cuesta la vida durante la campaña de septiembre de 2018, antes de su elección.

El ataque le alcanzó el intestino y lo condenó de por vida a sufrir obstrucciones digestivas y adherencias en los tejidos, que lo han llevado al hospital en varias ocasiones.

La última fue en enero, cuando llamó a su médico y le dijo que estaba “llorando de dolor”. “Me estoy muriendo, la cosa está fea”, le dijo al cirujano Antonio Luiz Macedo, según confió el propio doctor a la prensa después de tratarle una obstrucción.

Bolsonaro pasó por seis cirugías desde 2018: cuatro por las secuelas del ataque, una vasectomía y un cálculo en la vejiga.

Y ha publicado fotos desde la cama del hospital y con una sonda nasogástrica.

Su hijo mayor, el senador Flávio Bolsonaro, dijo a CNN que su padre “tiene que renunciar a muchas cosas y seguir una restricción de dieta permanente”.

Pero según la prensa, el Presidente ignora con frecuencia estas recomendaciones.