MOLDEA EL EXILIO SU PENSAMIENTO

La escritora Angelina Muñiz-Huberman remarca cómo influyó el origen del antropólogo en su enfoque hacia la visión de lo que constituye el ser humano.

FRANCISCO MORALES V.

Como hija del exilio republicano español en México, la escritora Angelina Muñiz-Huberman reconoce en la obra de Roger Bartra, sobre todo en su pensamiento político, sociológico y antropológico, la marca de esta migración forzada que influyó enormemente en la vida intelectual del País.

   “Su evolución es muy especial, porque claro que en su enfoque lo influye también su origen, ya que él es hijo de exiliados de la República Española de 1939”, reflexiona la poeta en entrevista.

   “El ambiente de los que llegaron a México gracias a la magnanimidad del Presidente Cárdenas hace también que el enfoque de Bartra hacia todo tipo de visión de lo que constituye el ser humano sea también muy especial, muy minuciosa, muy extensa en todas las materias que toca”, aquilata.

   Hijo del poeta Agustí Bartra y de la escritora y periodista Anna Murià, Roger Bartra nació en México en 1942, luego de que sus padres tuvieran que escapar de España a causa de la Guerra Civil.

   “Yo creo que la presencia de ellos y la herencia que recibió Roger redondea toda esta significación del exilio, que ha sido tan importante para la vida tanto mexicana como de los exiliados españoles”, abunda Muñiz-Huberman.

   De acuerdo con la autora, nacida en el exilio en Francia y llegada a México en la infancia temprana, la obra de Bartra tiene gran relevancia por el abanico de temas diversos que ha abordado.

   “Yo creo que es una figura muy importante dentro del panorama lingüístico, literario, antropológico, en fin, que abarca tantos temas y también tantas disciplinas que su obra, que coincide ahora con su cumpleaños 80, es una obra magna realmente”, celebra.
En particular, Muñiz-Huberman destaca el método con el que el antropólogo y sociólogo ha abordado temas como la identidad del mexicano.

   “Es una visión muy especial, muy objetiva, muy sin acudir a ideas preestablecidas, sino atreverse a enfrentar realmente la idea de la nacionalidad, del ser, de la identidad, y entonces eso hace que sus libros sean, en general, sumamente valientes, porque a veces van contra lo que se piensa de manera general”, explica.

   “Él enfoca todo objetivamente y con mucha información y con muchos datos, entonces yo creo que en ese sentido también es excepcional su obra”, ahonda.

Es una figura muy importante dentro del panorama lingüístico, literario, antropológico, en fin, que abarca tantos temas y también tantas disciplinas que su obra, que coincide ahora con su cumpleaños 80, es una obra magna realmente".

   Aunque asegura que es importante destacar toda la obra de Bartra, Muñiz-Huberman encuentra mayor interés en su abarcador estudio El mito del salvaje, en el que traza los orígenes y el decurso de uno de los mitos más longevos de la historia de Europa.

   “El mito del salvaje es una obra magna que es una especie de compendio de todas sus otras obras”, expone la poeta. “Es una investigación esmerada y es un recorrido por distintas disciplinas”.

   Dividido en dos partes, El salvaje en el espejo y El salvaje artificial, el estudio antropológico de Bartra traza un arco que va desde la Antigua Grecia hasta la iconografía del salvaje en la cultura popular contemporánea.

   Para Muñiz-Huberman, se trata de un estudio vital para entender cómo se ha conceptualizado la otredad a lo largo de la historia.

   “Lo enfoca desde muchos ángulos y habla sobre el enfrentamiento a la historia, incluso del tercer milenio, las marcas indelebles de la melancolía y, sobre todo, la visión del otro, que es lo que él destaca en El mito del salvaje: el tomar en cuenta siempre al otro y que, por no tomarlo en cuenta, precisamente se le califica de salvaje, de desconocedor, de ignorante y se le olvida a uno que uno, para el otro, es el otro”, apunta.

   “Somos dos otros enfrentados y él lo sabe distinguir y especificar con su claridad”, concluye. 

   Sobre todo, la también integrante de la Academia Mexicana de la Lengua recomienda hacerse con la nueva edición del libro que ha publicado la editorial Siglo XXI, que va acompañada de una extensa investigación iconográfica y de la historia del arte.

  “Hay unos grabados, hay unos óleos, hay unas representaciones, precisamente, de lo que se supone que es el salvaje que hace de este libro, en esta última edición, que ha sido ampliada y aportada con nuevos datos, pues que sea un libro de arte”, detalla.

   “Nada más hojeándolo, las ilustraciones que uno ve, ya con eso sería suficiente de todas las maneras que se ve al otro, como un demonio, como un caníbal, como un monstruo y esa parte es también muy bella, muy exquisita”, abunda.

  Una mirada abarcadora, precisa y meticulosa sobre la otredad, expone Angelina Muñiz-Huberman, moldeada por las experiencias del exilio de la familia Bartra y su paso firme y prolífico por el mundo intelectual mexicano.

Agustí Bartra y Anna Murià con sus hijos Roger y Eli en una imagen fechada en 1946. Red de Archivos Comarcales de la Generalitat de Catalunya. Tomada de https://xac.gencat.cat

LA CIENCIA COMO CULTURA

Antonio Lazcano, biólogo y miembro de El Colegio Nacional, resalta la incorporación que hizo Roger Bartra de las ciencias naturales y exactas como parte de la cultura.

ISRAEL SÁNCHEZ

El biólogo Antonio Lazcano lo ha dicho en más de una ocasión: los dos grandes intelectuales del País atentos siempre a lo que ocurre en el mundo de las ciencias han sido Octavio Paz (1914-1998), por un lado, y Roger Bartra.

   “Algo que puedo garantizar: que (Roger) sí hacía de una manera excepcional es su empeño en atender lo que las distintas áreas de las ciencias -naturales, exactas, médicas- están desarrollando”, remarca en entrevista telefónica el científico, quien así lo atestiguó al colaborar en La Jornada Semanal, en la era en que el suplemento fue dirigido por el antropólogo, sociólogo y académico.

   En la víspera del 80 aniversario de Bartra, el fundador del Laboratorio de Origen de la Vida, en la Facultad de Ciencias de la UNAM, refrenda que si algo caracteriza al autor de títulos como Antropología del cerebro y Chamanes y robots es la incorporación de las ciencias naturales y exactas como parte de la cultura.

   “Roger Bartra abrió páginas, espacios, siempre para la discusión de las ciencias, tratando de hacer que éstas fueran vistas en México como parte de la cultura. Cosa que lo vuelve excepcional”, sostiene el biólogo, quien a diferencia de cierto sector de su gremio, siempre ha reconocido el justo valor de la incursión del antropólogo en el estudio del cerebro.

   “Las ciencias naturales y exactas no son de dominio exclusivo de los investigadores especialistas en el campo; las miradas frescas que hay al respecto no sólo deben ser bienvenidas, sino deben ser buscadas, se deben promover. Y yo creo que ante un problema tan complejo como el de la naturaleza de la mente, del cerebro, las aportaciones de Roger significaron una perspectiva muy fresca”.

   Lazcano, miembro de El Colegio Nacional, conoció a Bartra mucho antes de que éste le invitara a colaborar con mayor constancia en el referido suplemento cultural -“que fue un momento muy grato para mí”, reconoce el biólogo-. De hecho, se acuerda perfectamente de cuando lo vio en persona por primera vez.

  Fue en casa de la también antropóloga Marta Lamas, en una reunión de varios autores, investigadores y universitarios, a propósito de la desaparición de la poeta y feminista Alaíde Foppa (1914-1980) en Guatemala.

   Antes de ese encuentro, relata Lazcano, ya había leído a Bartra, y le sorprendía su capacidad crítica.

   “Capacidad crítica que se vuelca no sólo en contra de las actitudes más conservadoras reaccionarias, sino incluso con una generosidad enorme hacia la izquierda misma”, define el biólogo, quien se refiere al antropólogo como “especialmente notable por la actitud de independencia crítica que siempre ha mantenido”.

Yo le puedo decir que quien más me hizo reflexionar sobre el cerebro, que es un tema que uno lo trata de eludir por su complejidad, fue Roger. Es un acto de arrojo, de valentía, escribir sobre el cerebro no siendo un especialista, no siendo neurólogo, no siendo neurobiólogo; pero también es indispensable que la gente de otras disciplinas se acerque a ese problema".

   Una independencia que, a decir del científico -firmante junto con Bartra del pronunciamiento de 2020 “En defensa de la libertad de expresión”-, le ha traído “la soledad política”.

   “Porque lo ve uno: la marginación en que lo han querido colocar”, apunta. “Pero yo creo que la contundencia, la fuerza de sus opiniones le da un espacio absolutamente bien ganado”.

   Mientras el biólogo ha lidiado esta Administración con los embates de la directora del “Conacyt de la 4T”, María Elena Álvarez-Buylla, al antropólogo le han fustigado desde la más alta tribuna del Ejecutivo federal. Algo que, curiosamente, pareciera más bien un reconocimiento.

   “Yo creo que las críticas que Roger ha recibido de parte del Presidente, de algunos corifeos del Gobierno y desde luego de esa multitud -que ni es tan grande, ¿eh?- que circula o maneja las redes sociales, en realidad es un reconocimiento de la independencia que tiene Roger”, estima Lazcano, quien destaca sus aportes a la izquierda política, social y cultural.

   “Recuerdo cómo Roger fue de los primeros que muy críticamente, primero en El Machete (revista del Partido Comunista Mexicano) y luego en La Jornada Semanal, abrió espacios a problemas en donde la izquierda ortodoxa sigue cometiendo error tras error: el terreno de la discusión sobre las drogas; sobre las minorías étnicas -a las que nunca ha visto con ánimos paternalistas-, y la apertura que tuvo hacia los movimientos de disidencia sexual”.

   A su amigo Roger, cuya voz independiente y crítica resulta incómoda pero importantísima en un México con “una visión patrimonialista de la verdad, de la verdad política y de la izquierda”, Lazcano le da las gracias.

   “Desde luego, un agradecimiento por todo lo que nos ha enseñado a sus amigos, a sus lectores, a sus críticos”, dice el biólogo.

   “Una felicitación muy sincera, y el agradecimiento por haber tenido la posibilidad de haber colaborado en algún momento con los esfuerzos intelectuales y editoriales que él ha promovido”.

 

ROGER BARTRA Y LA LOCA

Texto que Jesús Silva-Herzog Márquez preparó en ocasión del homenaje al sociólogo por sus 80 años de vida, realizado en el marco de la Feria Internacional del Libro de Monterrey 2022.

JESUS SILVA-HERZOG MÁRQUEZ

La de Roger Bartra es una obra inabarcable. No podría en este espacio cubrir el vastísimo territorio de sus reflexiones, sus críticas, sus polémicas. Lo que quisiera hacer es centrarme en el papel que desempeña la imaginación en su trabajo. Puede leerse toda la obra de Bartra como una celebración de “la loca de la casa”. La loca, como Santa Teresa describía a la imaginación, es el asunto medular y el método de Bartra; el protagonista de su ensayo y la clave de su estrategia intelectual.

   La imaginación en Bartra es un engranaje asombroso. Brincoteo que conecta un texto de ciencia política con el óleo de una artista barroca; el autoritarismo mexicano con un extraño anfibio, un grabado de Durero y la depresión de Abraham Lincoln; el monstruo de Hobbes y los sueños de Calderón de la Barca; los chamanes y los robots. ¿Qué figura trazaría el vuelo de la mosca que pudiera tocar cada una de sus referencias? ¿Qué constelación dibujaría ese tejido imposible que enlaza saberes y artes? Tal vez no debería extrañar que el más erudito de nuestros ensayistas sea el más libre.

   Inteligencia que juega. Uno de sus primeros libros, un Diccionario de sociología marxista1, se ríe del propósito de ordenación alfabética y total del vocabulario. Comprimir un campo intelectual en un paquete de definiciones herméticas es el primer paso del dogmatismo. Lejos de enlistar definiciones, el diccionario del todavía marxista colecciona preámbulos de discusión. Por eso su diccionario es su reverso: un “antidiccionario”, como lo llama. Así, Bartra tira las cartas, pesca una imagen para explorar todos sus detalles, escudriña el mito, les hace cosquillas a las estatuas, nos invita a escuchar un preludio de Ponce, contrasta las tradiciones más dispares para encontrar secretas afinidades. Del estudio de un neurólogo a los versos de un poeta; de un tratado antropológico a los expedientes del Santo Oficio. El Siglo de Oro, el 18 Brumario, la Suave Patria, Robert Burton y Cantinflas. Bartra ha hecho suyo, de algún modo eso que Ernest Gellner llamaba, despectivamente “el método de la urraca”. Picotear relatos, imágenes, argumentos sin preocupación alguna de su origen”.2 Es cierto: no hay, en el vestíbulo de su estudio, ninguna aduana.

   Si Umberto Eco sugería que una novela era una máquina para generar interpretaciones, lo mismo hace Bartra en su ensayo. Así lo dice en La jaula pidiendo, del lector, complicidad.3 Este libro, advierte en las primeras páginas, es “un juego abierto, es decir, una interpretación para generar interpretaciones.” Para leerlo bien, no hay que tomárselo demasiado en serio. Sin ironía, ha dicho, se apagaría la reflexión.4

   Hacer antropología es jugar, decía Bartra citando a Malinowski: “La antropología es la ciencia del sentido del humor”. Por eso descubre al “salvaje” que hay en el “civilizado”; por eso encuentra lo animal y lo divino en todo lo humano. El juego es también experimento. ¿Qué sucede si algunas notas marginales de Kant, de Weber, de Walter Benjamin se colocan entre los cristales de su microscopio? El líquido de contraste de su imaginación permite apreciar que en los tres pensadores racionalistas hay una oscuridad, una tristeza: el tedio, la locura, el aburrimiento, la depresión, el duelo, el hastío, la náusea.5

   Roger Bartra no cree en el poder como una fuerza que se impone físicamente. Tal vez lo sea en sus momentos más extremos, más brutales, pero, como bien vio Gramsci, suele ser eficaz en la medida en que puede alimentar sus permisos. Tampoco cree, como lo hace Hannah Arendt, que tenga la musicalidad del concierto y que permita, a través del diálogo racional y tolerante, el alumbramiento de lo común. Cerca de Castoriadis, Bartra sostiene que el poder está constituido por la imaginación. La red de la que habla, esa cuadrícula de huecos, es la malla vertebral de la política.

   Descifrar los mecanismos de dominación es adentrarse en ensueños, delirios, pesadillas. En los párrafos finales de Las redes imaginarias, sugiere “pensar al estado moderno como espejo, es decir, como una combinación de espacios reales y espacios imaginarios, de espacios materiales y espacios reflejados”.6 El tejido imaginario no es una ilusión externa que flota en las nubes de la mitología o de la fe. No es superestructura. Que el Estado sea un teatro no es un atentado a la identidad, como denuncia Rousseau, el romántico de la transparencia. Es su naturaleza más profunda. Escenificar es la vocación primordial de la política. Arraigar en un cuento, esculpir una escultura de identidad, trazar los linderos que nos separan de los otros. La malla de la imaginación es esqueleto del poder, el poder mismo.

Si el poder fascina a los antropólogos, dice Roger Bartra, es porque ofrece un abanico de espectáculos, de mitos y simulacros. ¿Cómo fundar la orden? ¿En qué leyenda justificar la jerarquía? Tan complejas las formas del poder contemporáneo, como las más antiguas".

   Si el poder fascina a los antropólogos, dice Roger Bartra, es porque ofrece un abanico de espectáculos, de mitos y simulacros. ¿Cómo fundar la orden? ¿En qué leyenda justificar la jerarquía? Tan complejas las formas del poder contemporáneo, como las más antiguas. “Eso que llamamos nuestra realidad política contemporánea no se puede comprender sin tomar en consideración las extensas redes imaginarias del poder. Estas redes permiten explicar las nuevas formas que alimentan y reproducen la legitimidad de los Estados posmodernos, como complemento cada vez más indispensable de los tradicionales mecanismos de representación democrática”.7
    La jaula de la melancolía es la crítica más profunda del nacionalismo mexicano desde que Jorge Cuesta lanzó sus dardos envenenados al mexicanismo que empezaba a ser adoptado como doctrina oficial. El nacionalismo no solamente es la falsificación y la mediocridad que denunciaba el químico poeta. El nacionalismo ha sido, ante todo, la coartada ideológica del autoritarismo. La efigie de lo mexicano ha sido cincelada por el poder político a tal punto que la crítica al régimen se convierte automáticamente en traición a la patria. Los ensayos sobre el carácter nacional que se han esforzado por describir la anatomía de un personaje ficticio son caricaturas grotescas. Filósofos, psicólogos, sociólogos y poetas han pretendido capturar la esencia del alma mexicana. Pero El mexicano, tiene necesidad de decirlo Bartra en 1987, no existe. El antropólogo necesita “practicar un violento corte transversal” a la reiteración de los tópicos de la identidad nacional. Si tiene sentido hablar sobre la anatomía del mexicano es porque es fundamental en la constitución de la cultura política dominante. “La idea de que existe un sujeto único de la historia nacional -“el mexicano”- es una poderosa ilusión cohesionadora”. Se trata, ni más ni menos, de la clave de legitimación de un régimen autoritario.

   El ajolote, esa criatura que nunca alcanza la adultez, es la metáfora de ese invento que es la identidad. El cantinflismo, es la idealización del sinsentido de lo mexicano y, al mismo tiempo, la más honda legitimación del autoritarismo y su corrupción. La carcajada que arrancan sus tartamudeos representa el vínculo entre el despotismo y la corrupción popular. “Se comprende que entre la corrupción del pueblo y la corrupción del gobierno hay una correspondencia: el pueblo tiene el gobierno que merece. O al revés: el gobierno autoritario y corrupto tiene el pueblo que le acomoda, el que el nacionalismo cantinflesco le ofrece como sujeto de la dominación”.8

   El mito de lo mexicano resultaría más resistente de lo que imaginaba Bartra. En 1987 jugaba ya con la noción de la posmexicanidad. La agonía del régimen autoritario suponía, simultáneamente, la crisis de sus vehículos de legitimación. Los barrotes de la jaula se resquebrajaban. Hoy, dice Bartra, hemos vuelto a quedar atrapados dentro de la jaula de la melancolía. Pero eso será, espero, asunto para otra reflexión.

   Dejo aquí mis apuntes sobre Bartra y la loca que son una forma de participar, un poco por adelantado en la fiesta de cumpleaños 80 del querido y admirado Roger Bartra.

1 Publicado en 1973 por Editorial Grijalbo.
2 Territorios del terror y la otredad, FCE, p. 23
3 La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano, p. 25.
4 La melancolía moderna, Pre-Textos, p. 38.
5 El duelo de los ángeles. Locura sublime, tedio y melancolía en el pensamiento moderno, Pre-Textos, 2004.
6 P. 258.
7 Territorios del terror, p. 11.
8 La jaula, p. 180.

Homenaje en la AML

  • La Academia Mexicana de la Lengua (AML) rendirá un homenaje a Roger Bartra, ensayista y científico social, por sus 80 años de vida.
  • Bartra ocupa la silla XII de la Academia Mexicana de la Lengua.
  • Ingresó a la institución el 13 de febrero de 2014.
  • Participarán en el homenaje José Luis Díaz Gómez, Adolfo Castañón, Fernando Serrano Migallón, Jesús Silva-Herzog Márquez, Jorge Ruiz Dueñas y Angelina Muñiz-Huberman.
  • Lunes 7 de noviembre, 17:00 horas
  • Transmisión vía Facebook y el canal de YouTube de la AML.

IMÁGENES: REFORMA / Édgar Medel / Óscar Mireles / Héctor García / Gabriel Jiménez