Por Uriel Vélez

A las 14:15 horas del sábado salió de Monterrey un autobús de modelo no reciente que llevaba a 40 personas a la Ciudad de México para participar en la contramarcha convocada por el Presidente Andrés Manuel López Obrador.

El camión Volvo, al que le asignaron el número 77 para identificarlo, no le funcionaban los baños y el aire acondicionado era deficiente: ni enfriaba ni calentaba bien, cuando era necesario.

Pese a las incomodidades, los 40 pasajeros, la mayoría invitados por familiares que trabajan en la delegación de la Secretaría del Bienestar, decidieron vivir una aventura de 45 horas –ida y vuelta– a la Ciudad de México, unos de ellos entusiastas pues se les presentó la oportunidad de conocer de manera gratuita “la Capital” del País. Algunos iban con la idea de apoyar con su familiar a cumplir la cuota de cinco personas que les impusieron sus jefes en el Gobierno federal para quedar bien con el Presidente. Otros iban con el gusto de escuchar a López Obrador.

Este reportero fue uno de los 40 pasajeros del camión 77, que viajó de encubierto haciéndose pasar como un morenista más, utilizando un nombre ficticio, y sin necesidad de identificarse.

El contacto

El jueves pasado contacté a un organizador de los viajes a la marcha en la CDMX que identifiqué en las redes sociales morenistas. Me respondió que ya no tenía lugares disponibles, pero me proporcionó el número de Yolanda Álvarez, una compañera de la delegación de la Secretaría del Bienestar con la encomienda de llevar otro autobús al evento del Presidente.

Tras preguntarle vía telefónica sobre el viaje, de inmediato me dijo que sí y me preguntó el nombre, sin más cuestionamientos.

Le dije que me llamaba Héctor Herrera y sin más, fui agregado a la lista de pasajeros.

A los pocos minutos se abrió un grupo de WhatsApp en donde se anunció que la salida sería a las 13:00 horas del sábado, en Serafín Peña, entre Constitución y Ocampo, frente al Cinema Río 70.

La salida

El mediodía del sábado, llegué al lugar señalado y decenas de personas ya esperaban la llegada de los autobuses.

Los organizadores tomaban lista a las personas que iban llegando y anunciaban que los camiones venían retrasados.

Finalmente los autobuses llegaron poco después de las 14:00 horas y todos se abalanzaron para tratar de conseguir un buen lugar.

“Tranquilos, hay lugar para todos, no se empujen”, gritaban los organizadores.

“Todos vamos a ir a ver al Presidente”.

A los pocos minutos de arrancar el camión, a las 14:15 horas, surgió la primera pregunta de una pasajera.

“¿Y dónde vamos a dormir cuando lleguemos?”, dijo en voz alta.

“Quién sabe, pues aquí en el camión, ni modo”, le respondió su acompañante.

El conductor hizo una primera escala en una estación de carga de combustible, en Santa Catarina, como a las 15:00 horas y la primera mala noticia fue que luego de que algunas personas usaron los baños detectaron que no funcionaban bien.

“Quien quiera ir al baño vaya de una vez, porque están clausurados los del autobús y no vamos a parar hasta Matehuala”, advirtió Yolanda Álvarez, organizadora del viaje, quien en todo momento portó chaleco y gorra guinda con el nombre de Morena.

La mayoría se quedó en el autobús.

En el trayecto del viaje repartieron lonches y rifaron gorras del partido del Presidente. A las 19:00 horas llegamos a Matehuala.

Ahí la mayor parte de los viajeros fueron al baño y compraron provisiones. Nos alcanzó otro camión que salió del mismo punto, Tras 30 minutos de descanso, el autobús partió nuevamente, sin que los organizadores establecieran las nuevas paradas.

Por Querétaro, la mitad de los pasajeros –muchos adultos mayores– empezaron a solicitar que el camión se detuviera para que fueran al baño. Era cerca de la media noche.

“Tiene que pararse en un lado, no puede manejar seguido hasta allá (la Ciudad de México), algunos necesitamos ir al baño”, dijo un pasajero.

A los pocos minutos, el chofer detuvo la unidad en una gasolinera. Ahí la mayoría bajó al baño y a los 15 minutos continuó el viaje, para luego detenerse dos horas después en Tepotzotlán.

Finalmente, el camión llegó a las 02:35 horas del domingo a Ciudad de México.

Para ese entonces ya había cientos de autobuses que llegaron de todo el País.

La unidad donde íbamos se estacionó en la esquina de Sevilla y Hamburgo, a dos cuadras de la Fuente de la Diana Cazadora, en Paseo de la Reforma.

Búsqueda desesperada

Ya en la Ciudad de México, la misión era buscar un baño.

Es una búsqueda desesperada, los restaurantes y negocios cercanos estaban cerrados o los pocos que estaban abiertos pedían consumir a cambio de prestar los sanitarios.

Los baños móviles que encontrábamos a nuestro paso estaban saturados por las miles de personas que iban llegando de otros estados.

“No hay baños y no quiero hacer en los móviles, porque dicen que están muy sucios”, lamenta Norma, una pasajera regia.

No nos quedó más que hacer largas filas.

Viáticos y desorganización

Alrededor de las 06:00 horas, Yolanda, la organizadora, dio un aviso a los adormilados pasajeros que se regresaron al autobús para descansar.

“Nos mandaron 150 pesos para viáticos”, dijo.

“Ahorita buscan dónde almorzar antes de marchar”.

El pago fue cuestionado por Roy Ramírez, quien se identificó como regidor de Morena del municipio de Juárez.

“Escuché que en otros camiones iban a dar 300 pesos”, dijo, mientras con la linterna de su celular alumbraba el interior del camión.

“Pero nada más no me esté grabando”, le reclamó Yolanda.

“Esto es lo que mandaron”, aseguró.

Al igual que todos los viajantes, yo recibí el dinero para no levantar sospechas, pero los 150 pesos serán devueltos hoy al Comité Ejecutivo Estatal de Morena.

Al finalizar la entrega de viáticos, los organizadores pasaron en un grupo de WhatsApp las frases que había que decir en la marcha.

Casi todas eran contra el INE, pero también pedían hacer énfasis en que se trataba de un movimiento del pueblo.

Para antes de las 09:00 horas, cuando se suponía que daría inicio la marcha, el contingente de Nuevo León no estaba formado.

De los 40 pasajeros de la unidad 77, apenas la mitad estaban reunidos, el resto salió a almorzar y ya no regresó.

Ante el desorden, en el grupo de WhatsApp se pedía estar atentos para cuando vieran pasar la delegación de Nuevo León y sumarse, pero eso nunca sucedió.

La marcha

Con el grupo desintegrado, avanzamos cinco personas hasta el Ángel de la Independencia, pero entre los empujones y la falta de espacio para avanzar, cada quien tuvo que irse por su cuenta.

Ese grupo salió de otro punto de Monterrey.

“Venimos de Nuevo León por nuestra convicción”, gritaban.

Al no poder llegar hasta el Zócalo, porque era casi imposible caminar entre la multitud, el grupo esperó en la Alameda Central y más tarde se separó.

De turistas

Del camión donde viajé, la mayoría no fue al Zócalo a ver el Presidente, pues ante el desorden optaron por conocer la Ciudad de México.

Algunos fueron a Peralvillo, otros a Tepito o a la Zona Rosa.

“Vénganse un rato a Tepito, está cerca”, escribió Moisés, después de las 15:00 horas, cuando el Presidente daba su discurso ante un Zócalo que no se llenó.

La organizadora dio la instrucción de estar en los autobuses a las 17:00 horas, pese a que el evento presidencial se prolongó más allá.

“A las 5 (de la tarde) en el camión”, escribió. “Ya comidos y van al baño antes”.

Ya de regreso, la plática en el camión giró sobre los lugares que visitaron muchos.

Más se habló en el camión de lo que los viajeros comieron en Tepito y otros sitios, que de la marcha y el discurso.

Algunos presumían sus compras que hicieron en mercados.

“Compré estos tenis en 250 pesos”, se escuchó a una persona.

Ajetreado regreso

A las 18:30 horas el autobús salió de la Ciudad de México a Monterrey.

Para salir fue un caos, por los cientos de camiones que intentaban abandonar la capital del país.

La intención era llegar a las 05:00 horas a Monterrey.

Sin embargo, dos atorones viales en la Carretera 57 provocaron que el viaje de retorno fuera de casi 16 horas, en lugar de las once que usualmente se hacen.

Entre Querétaro y Guanajuato, el recarpeteo de la vía federal hizo que el autobús fuera a vuelta de rueda.

Y antes de llegar a San Luis Potosí, el accidente de un trailer provocó el cierre de la Carretera por más de dos horas.

“Me duele mucho mi cadera, sentada o parada ya es igual”, dijo Estela a su esposo Armando, ambos adultos mayores.

Tras el calvario en la Carretera 57, el autobús llegó casi a las 11:00 horas de ayer.

¿Qué le pareció el viaje?, le pregunté a Esthela.

“Pues bien, muy cansado, pero sí estuvo bien”.

¿Pudo ver al Presidente en el Zócalo?, le dije.

“No, nosotros nada más llegamos hasta la Diana, estaba largo el trayecto y no pudimos llegar”.

Otro coincidieron en que no marcharon ni escucharon el mensaje, pero les gustó mucho la Ciudad.

Sin embargo, cumplieron la misión de hacer “bola”.