El mural "Las fechas en la historia de México o el derecho a la cultura", de David Alfaro Siqueiros, fue pintado durante una protesta de jóvenes por la violación de una alumna en los baños de un CCH.

'NO CREO QUE SEA EL CAMINO'

Ante los ataques vandálicos a obras de arte para protestar contra el cambio climático, además de las proclamas de los manifestantes y las objeciones de los museos, hay otro elemento clave a considerar: la reacción de los ciudadanos ante estos actos.

Para la activista cultural, crítica de arte e investigadora independiente María Minera, la legitimidad de las causas esgrimidas no es, desde luego, el problema.

“No es tan fácil simplemente decir que no se proteste por algo que es gravísimo, que es la crisis climática”, declara.

“No creo que nadie podría estar en contra de eso, de hecho nos extraña a muchos que no haya más protestas, porque la crisis climática va a acabar con el mundo y, entonces, ya los museos y el arte, y todo lo demás, va a dejar de importar”, señala.

No obstante, es en la reacción que las personas están teniendo a las manifestaciones de los grupos como Just Stop Oil donde Minera detecta un posible problema en el discurso.

“Mi pregunta es si los museos y las obras de arte son realmente el blanco adecuado, si los ataques a las obras de arte en los museos realmente consiguen el efecto que buscan estas protestas, que sería generar una conciencia, o generar incluso que los gobiernos ahora sí se tomen en serio la crisis climática y decidan actuar en consecuencia”, reflexiona.

“Yo no creo que ese es el camino, creo que más bien se está consiguiendo el efecto contrario, porque a la mayoría de la gente nos duele muchísimo ver estas imágenes de las obras de arte, afortunadamente no lastimadas todavía porque en la mayoría de los casos ha habido un vidrio de por medio.

“La imagen es muy fuerte y no necesariamente a mí me hace sentir algo como ‘claro, hay que hacer algo contra el cambio climático’, ¿no? A mí lo que me hace sentir es ‘ay, ¿las pobres obras de arte qué culpa tienen?'”, expone.

Quizá una de las imágenes más fuertes que se han producido es la de la mancha de petróleo, ocasionada por activistas de Letzte Generation, sobre la pintura Muerte y vida, una de las más queridas de Gustav Klimt.

Esta acción, recuerda Minera, no dañó irreversiblemente la obra porque, apenas unas semanas antes, la dirección del Museo Leopold de Viena había decidido proteger sus piezas más valiosas con cristales.

“¿Qué habría pasado si no estuviera el vidrio? Hasta ahora, aparentemente, se han cuidado de atacar obras que están protegidas, pero, ¿en qué momento eso no va a dejar de suceder?”, se pregunta.

Esto plantea, desafortunadamente, un casi inevitable retroceso en la apertura que los museos ofrecen a sus visitantes.

“Lo que va a empezar a pasar es que los museos van a poner vidrios y van a poner muchísimos más guardias de seguridad, y la gente va a tener que ser revisada como si fuera un aeropuerto, no se va a poder entrar con mochilas, no se va a poder entrar con chamarras, la seguridad va a subir y va a hacer que la experiencia de visitar un museo sea desagradable”, lamenta.

No obstante, como activista cultural, Minera asegura que México agrega muchas capas al análisis de las protestas sociales, puesto que se vive una situación generalizada de violencia.

Para hablar de ello, recuerda el caso de la reciente vandalización en Ciudad Universitaria del mural Las fechas en la historia de México o el derecho a la cultura, de David Alfaro Siqueiros, para protestar por la violación de una alumna en el baño de un CCH.

“México tiene un añadido extra, en cambio a la violencia, este tipo de violencia. El activismo ambientalista todavía no llega a México, pero en cambio sí este otro”, pondera.

“En ese caso, yo me tengo que pronunciar totalmente, no a favor de que se vandalicen las obras, pero jamás podría decir que la vida de las mujeres jóvenes en México vale menos que nuestras obras de arte, nunca”, contrasta.

“En un caso así, donde la comunidad saltó a decir ‘¡cómo se vandalizó el mural!’, desde luego yo tampoco creo que el efecto, desafortunadamente, sea el buscado, o el deseado, pero en México tenemos problemas que trascienden con mucho, por ahora, la crisis climática, porque el día a día de la vida de las jóvenes está en peligro. En México le añadimos capas y capas al problema de las obras de arte”, concluye.

 

Lo que va a empezar a pasar es que los museos van a poner vidrios y van a poner muchísimos más guardias de seguridad, y la gente va a tener que ser revisada como si fuera un aeropuerto, no se va a poder entrar con mochilas, no se va a poder entrar con chamarras, la seguridad va a subir y va a hacer que la experiencia de visitar un museo sea desagradable".