En el Museo Mauritshuis de La Haya, dos jóvenes activistas belgas intervinieron "La joven de la perla", obra maestra de Johannes Vermeer.

'NO SOMOS DEMENTES, NI DELINCUENTES'

La primera acción de protesta reciente contra una obra de arte que ha recibido una sentencia de cárcel es la llevada a cabo por activistas belgas, también en octubre pasado, en el Museo Mauritshuis de La Haya.

Ahí, uno de ellos intentó adherir su cabeza al vidrio protector de La joven de la perla, obra maestra de Johannes Vermeer, mientras uno de sus compañeros le aventaba salsa de tomate encima.
“¿Cómo se sienten cuando miran algo hermoso e invaluable ser aparentemente destruido frente a sus ojos? ¿Se sienten indignados? ¡Qué bueno! ¿Dónde está esa indignación cuando miran al planeta ser destruido?”, preguntó uno de ellos en el acto, según reportaron medios como el periódico The Guardian.

El fiscal encargado del caso, por su parte, pidió cuatro meses de prisión para los activistas al argumentar que, con el acto que puso en peligro la obra, asumieron que su mensaje estaba por encima de cualquier otra consideración.

Al final, uno de ellos fue sentenciado a un mes de prisión, pues la jueza en funciones determinó que no quería, con el castigo, desincentivar el derecho ciudadano a la protesta.

Asimismo, a finales de noviembre pasado se dio a conocer que uno de los activistas que atacó la obra Árboles de melocotón en flor, de Vincent Van Gogh, en la Courtauld Gallery de Londres, recibió una sentencia de tres semanas de cárcel.

Estos casos, los que mayores consecuencias judiciales ha tenido hasta el momento, evidencian las complicaciones éticas y morales que entraña este tipo especial de protesta contra el cambio climático.

“Lo he pensado mucho y creo que hay más preguntas que respuestas”, considera Graciela de la Torre, exdirectora de Artes Visuales de la UNAM.

“Me preguntaría si pudiera existir una vandalización con causa. Yo considero que no es terrorismo, es un acto performativo de jóvenes idealistas, donde se mezcla lo vandálico, lo ético y lo mediático”, opina De la Torre.

Asimismo, la gestora cultural recuerda que la historia de ataques a obras de arte, como los casos memorables contra el Guernica de Picasso, o la Mona Lisa de Da Vinci, ayuda a poner en contexto y a separar las protestas recientes de otro tipo de actos.

“Desde mi punto de vista, en casos recientes no se desea lastimar la obra, sino desacralizarla para protestar. Estos perpetradores no son dementes, ni delincuentes, son adolescentes idealistas que desean un mejor mundo y cuya protesta, desafortunadamente, nada cambiará”, apunta.

Para la también ex directora del Munal y fundadora del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), parte del problema se debe a que los museos mexicanos, sobre los institucionales, han dado la espalda a su labor de prestarse como espacios para encarar los problemas sociales del mundo.

“No apruebo los hechos, pero tampoco los puedo condenar ante el silencio de nuestras instituciones, que continúan laborando como si nada pasara en el País”, considera.

“En nuestro país, como sabes, la mayoría de los museos, no todos, pero la mayoría, permanecen inertes, silentes, pasmados, ante el grave problema de los feminicidios, de la violencia contra la mujer, de las desapariciones forzadas, de la militarización, de la falta de oportunidades”, abona.

Esta tendencia de la protesta medioambiental, señala también De la Torre, no se detendrá hasta que se atiendan las causas que la hicieron nacer.

“¿Cómo no protestar ante el calentamiento global, el hambre, la pobreza, la migración, la desigualdad? Me preguntabas si habrá suficiente vigilancia y yo pienso que se podrán poner todas las barreras que tú quieras, encapsular a todos los museos con barreras, de cristales con vigilancia, pero esto va a seguir ocurriendo porque son llamadas de atención a nuestra sociedad de unos jóvenes, de nuevas generaciones, para los cuales no tiene sentido lo que estamos haciendo, no tienen sentido los productos culturales, no tienen sentido ante el mundo que deben enfrentar”, advierte.

En ese sentido, previene, es sólo cuestión de tiempo para que estas manifestaciones lleguen a México.

Desde mi punto de vista, en casos recientes no se desea lastimar la obra, sino desacralizarla para protestar. Estos perpetradores no son dementes, ni delincuentes, son adolescentes idealistas que desean un mejor mundo y cuya protesta, desafortunadamente, nada cambiará".