En un pueblo de Jalisco, o que bien podría ser cualquier rincón de este país, se halla un tlecuil abandonado y ajado por el tiempo, olvidado por aquellas personas que se fueron para no regresar. El fogón se volverá a encender y el metal del comal volverá a desprender esos viejos olores de tortilla recién hecha, de chiles tatemados, de cientos de recetas e historias que ahí cobraron vida a través de las manos de quienes alguna vez las prepararon. Pero el fuego también quema y, a veces, es mejor apagarlo.