La infancia, uno de los momentos más memorables en la vida de una persona, ha sido acompañada durante cien años por una empresa de entretenimiento mundial: Disney.

 

Las películas animadas de esta compañía, desde la más antigua (Blanca Nieves y los Siete Enanos, de 1937) hasta la más actual (Un Mundo Extraño, de 2022), han influenciado el desarrollo de niñas y niños con los valores que retratan sus historias.

 

Varios estudios a lo largo del tiempo han concluido que el aprendizaje visual es una de las más destacadas habilidades de los más chicos del hogar, quienes emplean lo que ven y escuchan para su formación social en general. Y Disney, que sólo en 2022 generó ganancias por cerca de 4 mil 900 millones de dólares en taquilla mundial, ha aportado en la construcción de identidades, así como en los roles y estereotipos de género que se transmiten a los niños y las niñas.

Los filmes de Disney, que han combinado una ideología de encanto y aura de inocencia al narrar sus historias para servir a los más jóvenes, han mostrado una evolución de valores a lo largo del tiempo.

 

La Coordinadora de la Red de Investigadores de Cine de Guadalajara (REDIC), Fabiola Alcalá Anguiano, considera que en el primer periodo de la producción cinematográfica de Disney los valores que se expresaron estaban relacionados con la obediencia y con roles de género patriarcales.

 

“Las protagonistas femeninas de las primeras películas tienen que ser dóciles, lindas y tener muchos valores serviciales como saber limpiar. Por ejemplo, en La Cenicienta (1950) y en Blanca Nieves…, se le da mucha importancia al verse bien, ‘espejito, espejito’; en La Bella Durmiente (1959) y en Blanca Nieves…, en la belleza y la voz, ya que las protagonistas conquistan a sus príncipes por ser muy guapas y cantar muy lindo, como si fuera una especie de metáfora de la gracia y la virtud femenina, toda vinculada a la apariencia.

 

“Los príncipes tienen el derecho de escoger esposa y, en el caso de La Cenicienta, tienen el derecho a escoger entre todas las mujeres, con si se estuviera hablando de objetos u otra colección que no sea de personas. Eso está vinculado al rol tradicional patriarcal donde la importancia está en ellos y no en ellas”, comenta Alcalá.

Según la también Maestra y Doctora en Comunicación Audiovisual por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, las primeras películas de la compañía estadounidense ahora son muy difíciles de ver por niñas y niños contemporáneos.

“Tengo una niña de seis años y sufre muchísimo con películas como La Dama y El Vagabundo (1955) y 101 Dálmatas (1961), por la manera en que se trata a los animales y todas estas expresiones relacionadas con que los animales no tienen derechos, que son algo que estorba y con lo que te puedes hacer un abrigo con muchas manchas. Todo eso ha cambiado en términos paradigmáticos”, señala Alcalá.

En los años 90, los modelos cambiaron un poco. Las protagonistas, sobre todo las princesas, se volvieron más atractivas gracias a sus nuevos atributos relacionados con gustos y decisiones propias.

“A las protagonistas de esta época les interesa leer, como Bella, y desafían ciertas normas, como Jazmín, que quiere salir de su palacio para conocer una realidad diferente”, dice Alcalá, profesora e investigadora del Departamento de Estudios de la Comunicación Social de la UdeG.

En la misma línea de las princesas, el paradigma se rompió de forma más drástica con Frozen (2013), con una historia en la que el amor entre hermanas es más fuerte que el amor romántico. Además, Elsa no necesita a nadie para ser reina, sino sólo a ella misma.

 

“En Frozen 2 hay una parte bien interesante en términos de nuevas masculinidades porque hay una pareja, que cuando Ana tiene que ir a ayudar a su hermana en sus aventuras, él sólo le dice ‘adelante, te apoyo, ¿qué necesitas?’. Ella puede tomar la decisión de salir a la aventura y él simplemente la acompaña, sin cuestiones”.

En 1995, con la llegada de Pixar, estudio cinematográfico de animación por computadora de The Walt Disney Company, se vio una revolución gracias al abordamiento de temas que antes no se hablaban en el cine para niños.

 

“Pixar revolucionó no sólo en cuestiones de género, sino en obras como Intensa-Mente (2015), con cosas que nos hicieron tanta falta a muchos adultos, como entender nuestras emociones. Me parece una película innovadora por la forma en que permite el diálogo con los niños.

 

Toy Story (1995) es para entender cosas tan simples y dramas tan profundos para las infancias, como tener un hermano. La historia sigue a un vaquero que se siente amenazado por el agente espacial Buzz Lightyear, que es la metáfora de la llegada del hermano, que muchas veces provoca sentimientos de desplazamiento”.

Las películas más recientes de Disney, especialmente las de la última década, han generado polémica gracias a sus nuevos textos que visibilizan minorías que no siempre habían estado presentes en la pantalla.

 

“La idea de que el niño protagonista de Un Mundo Extraño sea abiertamente homosexual me parece fantástico, me parece que ya era momento de dejar de pensar que todas las princesas tenían que ser rubias, tontas y occidentalizadas, y que las protagonistas podían tener ganas de poner un restaurante y trabajar, entre otros ejemplos”.

Aunque Alcalá considera que aún hay mucho trabajo para Disney, celebra que el estudio comience a tomar en cuenta a las infancias y a sus propias historias.

 

“Es verdad que Disney no es la única empresa, que hay cosas criticables, pero creo que lo más importante de la evolución del cine en Disney es que los personajes cada vez son más libres y están menos etiquetados en estos roles de género tradicionales.

 

“Se vale hablar de menstruación, de sentimientos o de la muerte porque los niños se preguntan por eso. Entonces, me parece que el mejor cine infantil es aquel que toma en cuenta a las infancias pensantes que no necesitan ser educadas con el cuento romántico del “vivieron felices para siempre en el castillo” o con el “se enamoró de ella porque es bonita”, que son ideas caducas”, agrega la investigadora.