Perder más territorios verdes en el Área Metropolitana de Guadalajara sería como darse un balazo en el pie. 

La Organización Mundial de la Salud recomienda que, para mejorar la calidad de vida de los habitantes de las ciudades, se proporcionen nueve metros cuadrados de espacio verde por habitante y que su distribución permita que todos ellos vivan cerca de alguno de estos espacios.

Esto está lejos de ser la realidad para la AMG. 

Según documentó MURAL, por el auge de construcción de vivienda costó al Área Metropolitana de Guadalajara (AMG) mil 568 hectáreas de áreas verdes durante el periodo 2016-2022, a pesar de la delimitación de zonas protegidas tanto urbanas como forestales y de instrumentos de planeación territorial.

En 2018 ONU-Habitat desarrolló un índice para conocer el desempeño de las ciudades mexicanas, en métricas de salud y urbanidad, la Iniciativa de las Ciudades Prósperas que develó, entre varios aspectos, que Guadalajara, a nivel nacional, es la Ciudad con el segundo lugar más bajo en el índice de Sostenibilidad Ambiental en áreas verdes per cápita, uno de los indicadores más bajos a nivel nacional.

Los municipios centrales, notablemente Tlaquepaque, presentan un gran rezago cuantitativo de estos espacios, que a nivel de la aglomeración suman tan sólo 1.45 metros cuadrados de áreas verdes por habitante”, reza el informe disponible en la dirección web de ONU-Hábitat”. 

“Estos números están muy por debajo de las otras dos grandes aglomeraciones urbanas del País, lo cual repercute negativamente en el ciclo natural del agua y otras dinámicas ecosistémicas”.

Los bosques, las áreas verdes y los parques sufren hoy una constante amenaza desapareciendo detrás de varios intereses.  

Miguel Magaña Virgen, jefe del departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara, asegura que no cuidar ni procurar las áreas naturales o modificarlas de manera permanente para el desarrollo inmobiliario es una contradicción para la vida en la Ciudad. 

“Hemos modificado el medio, los bosques, los ríos, los arroyos, toda la naturaleza la hemos modificado para nosotros cuando dependemos totalmente de ella, dependemos del oxígeno que generan todas las plantas, de su equilibrio al contener dióxido de carbono, dependemos de la regulación climática, de toda la fauna que va y que lleva y poliniza y hace que esto siga existiendo.

“Es un gran error que yo quiera vivir cerca de un bosque y luego lo talo y luego lo modifico para hacer más casas”, dice.

El jefe del departamento de Ciencias Ambientales afirma, además que buena parte de la ciudadanía, sobre todo las nuevas generaciones, han perdido en gran medida la capacidad de identificación con la naturaleza. 

Para el especialista la forma responsable de regresar, o acercarse por primera vez a los ecosistemas naturales que cohabitan con las personas en las ciudades, es a través de la conciencia absoluta de que todos los seres humanos dependemos del equilibrio de la naturaleza.

“Tenemos que cambiar nuestra conducta con relación al medio, porque si no entendemos lo importante que es un árbol, lo importante que es un río, lo importante es un murciélago, una hormiga, no estamos entendiendo lo que es la vida”, dice. 

“Cambiar concreto por estos recursos naturales es cambiar ganancias económicas por la vida, o cambiamos de conducta o cambiamos de planeta”, cierra. 

Sin embargo hay personas que entienden todavía la importancia de estos espacios y los defienden contra sus depredadores con sus propios cuerpos. 

“¿Cómo no lo íbamos a defender?” se pregunta Margarita Mariscal, comerciante y vecina del barrio de Mexicaltzingo reconocida en la Ciudad por ser una de las representantes más visibles de la defensa por el Jardín de Mexicaltzingo, en Guadalajara, desde hace seis años.

Cómo no lo iban a defender si es como parte de su casa. Ese jardín, un espacio de apenas mil 100 metros en el centro de uno de los barrios populares más representativos de Guadalajara, ha formado parte de las vidas de sus vecinos durante casi 20 años. Fue construido para ellos y con sus propias manos sembraron los árboles que hoy son la sombra de los vecinos y el hogar de decenas de aves de distintas especies.

Esa organización en 2017 fue la que se opuso al plan de la Universidad de Guadalajara que quería construir ahí, debajo de ese jardín, un estacionamiento para el Teatro Diana. Para hacerlo el Ayuntamiento de Guadalajara le donó a la Universidad los terrenos frente al templo de Mexicaltzingo sin consultar ni avisar a los vecinos que lo habitaban. 

“Nosotros nos enteramos por la prensa. Unos periodistas vinieron al mercado a preguntarnos qué opinábamos al respecto. Y qué íbamos a opinar si no sabíamos nada”, recuerda Margarita, Doña Mago, como la conocen. 

Ya enterados, los afectados tuvieron que comenzar un largo proceso entre burocracias jurídicas, manifestaciones pacíficas, declaraciones a los medios, oficios, peticiones y un montón de educación histórica y política para esgrimir los argumentos de las autoridades. 

Un parque, un bosque, un jardín son parte de la vida diaria de todos los ciudadanos. O debería. Un espacio donde es posible no sólo respirar aire fresco y descansar del ruido y de la Ciudad, sino donde las personas conviven con otras especies, con las aves, los insectos, los árboles y las flores y construyen recuerdos especiales, hacen identidad. 

Es por eso que quienes los aman no sólo los habitan todos los días, sino que los defienden en contra de instituciones que no entienden su valor y son incapaces de reconocerlos. 

En Mexicaltzingo no cedieron ni un ápice aunque fue cansado y frustrante. 

“Más que nada es un sentimiento de impotencia que a veces te da, sientes a veces que se te va completo el control de lo que supuestamente ya llevas ganado y de repente te dicen, ‘fíjate que siempre no’, vives con esa impotencia todo este tiempo, es desgastante porque siempre estás preocupado a que en cualquier momento en la madrugada te vengan y te tiren todos los árboles, imagínate cómo duermes así”, dice Mariscal. 

Defendieron el jardín de Mexicaltzingo porque era su casa, su identidad y la historia de su Ciudad como la conocen ahora. Allí juegan los niños, los comerciantes echan a andar sus negocios, descansan los trabajadores de las fábricas y las tiendas cercanas, leen el periódico los adultos mayores. 

Quitar un solo árbol, aunque fuera para plantar otros tres sería atentar, dice Doña Mago, contra la historia de las familias de Mexicaltzingo. 

En octubre de 2022 el Alcalde de Guadalajara, Pablo Lemus Navarro, aseguró en un evento público que el Ayuntamiento no concesionaría el espacio de Mexicaltzingo para el estacionamiento del Teatro Diana y lo garantizó. “Estamos haciendo ya todos los trámites para darle para atrás este asunto, el jardín de Mexicaltzingo se queda como es, en su esquema tradicional”, dijo, según lo que reportaron medios locales. 

Para los vecinos no basta con la palabra. 

“Todavía no es una pelea ganada. Aunque me han dicho varias veces que no quieren seguir con el plan, nosotros no tenemos nada escrito donde se nos asegure y hasta entonces vamos a seguir con la lucha”, afirma Margarita. 

“Yo invitaría a las autoridades a retractarse”, dice sobre la situación que viven otros parques y áreas naturales. No importa lo que esté en juego, es el momento de hacer las cosas bien, de ser congruentes, los bienes materiales son efímeros, el mundo da muchas vueltas y no sabes cómo vas a terminar… Sobre todo es momento del respeto y la escucha a los que viven en la zona, nadie va a ser más afectado que la gente que vive en la zona y que conoce la zona esas personas que que defienden las áreas verdes es porque sienten un amor de por medio por ese espacio, es amor lo que te lo que te mueve hacer las cosas”, dice Margarita Mariscal, defensora del Jardín de Mexicaltzingo.

El Parque San Rafael ha estado bajo asedio desde 2017 por tres frentes. 

Por un lado, operadores privados fueron concesionados para la administración del parque y comenzaron a cobrar por su uso. 

Luego se destinó parte del terreno a la inmobiliaria Grupo San Carlos para el desarrollo “Gran San Rafael”: quieren construir 14 torres con 13 niveles cada una.

Ese mismo año, como parte del Programa de Manejo Integral de Agua Pluvial (PROMIAP), el Siapa buscaba construir en el parque un vaso colector para evitar inundaciones por el que han talado decenas de árboles en el parque.

Por eso, ese año nació la organización Vecinos Unidos por Jardines de La Paz, en defensa del parque. 

“La obra del colector comenzaba el primero de febrero de ese mismo año (2017), la representante de los colonos no nos respondía, las autoridades no nos respondían, los vecinos sobre todo de la calle Historiadores estaban molestos porque les iban a abrir la calle y no tenía nada de información, lo único que decía el papelito era que eran obras por las inundaciones pero los vecinos aquí no nos inundamos. ¿Por qué nos van a abrir la calle? Fue algo muy arbitrario”, cuenta Gabriela Cervantes, representante de la organización, sobre las primeras reuniones que tuvieron.

Desde entonces comenzó una disputa que ha tenido muchos momentos de tensión entre los vecinos y las autoridades.

Se han manifestado, al punto incluso de que varios de sus defensores fueron detenidos por policías municipales que constantemente custodian las obras y la presencia policial en el parque ha aumentado constantemente.

En 2017 se suspendieron los trabajos del colector, pero el año pasado el Siapa retomó la construcción provocando una sensación de descontento general.

Los vecinos han denunciado la extracción y desperdicio del agua subterránea del parque, que las vibraciones de la construcción han causado hundimientos, socavones en las calles y daños en diversas viviendas de la zona.

Ahora mismo tienen interpuestos tres recursos legales para intentar suspender las obras pero no han parado, a esta lucha no se le ve el final.

“Estamos muy enojados. Hemos hecho muchísimo porque han sido casi seis años de desgaste, un desgaste tremendo y de descuido a veces hasta nuestra salud y de nuestros familiares”, dice Gabriela.

A las defensoras les molesta que tras varios años de lucha, las obras se hayan retomado en 2022 y que no se reconozca la importancia del parque y de su historia.

“Es el espacio que nos hace sentir libres, nos hace sentir como que somos parte de algo, el hecho de tener esas aves que nos alegran el día, nos hacen sentir parte de un ecosistema, aunque las personas no les guste entender”, dice Gaby

“Y aunque nosotros los tengamos geográficamente cerca de nuestras casas no quiere decir que sea solo de nosotros, viene gente de todas partes del estado a divertirse, a hacer algunas actividades y queremos que siga así, que sea un espacio libre para que cualquier persona que quiera disfrutar de él lo puede hacer sin necesidad de tener que pagar un peso”.

La administración del entonces Presidente Municipal de Guadalajara, Enrique Alfaro Ramírez, argumentó que los vecinos de la organización actúan desde un interés político. La gestión municipal de Pablo Lemus Navarro sigue una estrategia similar: se asegura que los vecinos que se oponen al vaso colector son una minoría.

Así como San Rafael y Mexicaltzingo, vecinos y defensores militan por sus parques. El Bosque del Nixticuil, el Parque Huentitán acechado por el proyecto Iconia que resultó recientemente en tres estudiantes detenidos en prisión preventiva oficiosa e incluso el bosque de la Primavera constantemente acechado por incendios y proyectos inmobiliarios, están en riesgo.

Información: Alejandra Carrillo, Mariana Quintero y Violeta Meléndez
Fotos: Jorge Rangel

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