Hay un consenso generalizado sobre las cualidades positivas que desarrollan las personas, sobre todo los niños y los adolescentes al convivir de manera sostenida, incluso de hacerse cargo por completo de una mascota en casa.

Emociones como la empatía, la expresión del afecto, el dolor y el duelo, la responsabilidad y la independencia son algunas de las cualidades que se desarrollan más ampliamente con la presencia de un perro o un gato en la infancia

Estudios realizados en Estados Unidos señalan, incluso, que los adolescentes que crecen con mascotas son menos propensos a la depresión y a la ideación suicida. 

Lo que no es común cuestionarse es si los comportamientos y actitudes que desarrollan los humanos en la convivencia diaria son benéficos para las mascotas.

“Para mantener una buena relación entre las dos especies lo más importante es no olvidar que somos especies distintas y que tenemos necesidades diferentes”, dice la doctora Bettsy Mendoza, directora del Hospital Veterinario de Pequeñas Especies de la Universidad de Guadalajara sobre la relación entre los humanos y sus mascotas. 

Esto lo señala a propósito de la posibilidad de crear relaciones de cuidado excesivos y apegos negativos con las mascotas. 

“Hay ocasiones que nosotros por este exceso de proveer cuidados podemos crear un desequilibrio, ya sea de nosotros hacia los animales y viceversa, hay personas que de verdad se afligen y pueden tener sentimientos abrumadores por no tener recursos para darles a sus mascotas cosas que no necesitan o tratarlos como si fueran humanos, de ahí salió ese término del ‘perrhijo'”, advierte la especialista. 

Exigirles a los animales domésticos tener comportamientos contrarios a los de su especie está empezando a generar desequilibrio, explica la doctora.

Por ejemplo, mientras los cachorros de perro y gato necesitan comida especial y cuidados de temperatura, algunos dueños van más allá con ropa de ciertos materiales, un abrigo extra y hasta calzado, que no son requeridos a menos que haya una indicación médica de por medio.

“La especie no lo requiere. Hay que tener en cuenta que tenemos una mascota por decisión y que tiene que ser una decisión muy consciente de que tienen necesidades distintas, incluso en cada raza en particular: implica proveer ciertos insumos o ciertos cuidados, no nada más porque son perros o gatos podemos generalizar”, abunda Mendoza.

En este sentido, la doctora señala que hay diferentes escalas para identificar un vínculo positivo o cómo se crea mayor afinidad en cuanto a las interacciones del humano y los gatos o los perros.

“En ambos casos necesitan de cuidados básicos como comida, agua, alojamiento, pero sí resulta importante observar que existe un mayor vínculo cuando los perros son integrados a las actividades cotidianas de la familia, es decir, paseos, viajes, entrenamiento, que tuvieran contacto con la familia, que no sean perros en la azoteas, en patios o resguardados en un solo lugar, de ahí no son necesarias carriolas, kinders o esas cosas; en comparación, los gatos crean mayor afinidad con las personas que les dan la posibilidad a estar cerca y les provean premios”, agrega.

DESDE LA INFANCIA

Considerar el incluir a la familia a un nuevo integrante de una especie distinta es un paso importante.

Para no desarrollar apegos tóxicos la doctora Mendoza señala que en el caso de los niños hay que reforzar la idea de que las mascotas no son juguetes.

“Es una oportunidad para el padre de familia de que el hijo comience a conoce que cierto tipo de prácticas pueden generar dolor, que el hecho de no proveer alimento a los animales solamente puede tener alguna cuestión negativa en las mascotas, por mencionar un ejemplo”.

Mendoza advierte que es importante considerar que un menor de 10 años no puede ni debe hacerse cargo de todas las necesidades de una mascota y que en todas las interacciones, independientemente del temperamento del perro o del gato, debe estar un adulto presente.

“Hay que observar sus juegos, sus interacciones y corregirlas si es necesario, pedirles a los niños que respeten el cuerpo, la comida y los espacios de descanso de las mascotas para generar una empatía que reconozca las diferencias y las distancias entre especies”.

ES UN TRASTORNO

Aunque el término es relativamente contemporáneo, la petofilia es descrita por el periodista estadounidense Jon Katz como un hiperapego hacia la mascota, donde ésta se convierte en la prioridad y comienza a tratársela como ser humano, impidiéndole, muchas veces, manifestar su propia naturaleza animal.

Entre los síntomas que describe están la dependencia, el aislamiento del dueño de su entorno social y una inversión exagerada en objetos que muchas veces no son de primera necesidad para el perro o gato.