Texto: Viridiana Martínez
Fotos: Elizabeth Ruiz
A Elisa Xolalpa no le gusta que la definan por haber sido atacada con ácido, sino por ser una mujer fuerte y resiliente.
“Soy Elisa, la que trabaja, la que sale adelante, que no nada más soy Elisa, la que atacaron con ácido, sino la mujer valiente y que esta tratando de salir adelante y dejando atrás esa violencia que sufrió”, dice.
Es una apasionada de las plantas y de la naturaleza. Su familia es chinampera en San Luis Tlaxialtemalco, Xochimilco.
“Soy una mujer orgullosamente campesina chinampera, lo traigo desde mis raíces. Mi abuela, mi madre también fueron campesinas y traigo en la sangre sembrar plantas, cultivarlas.
“En el campo he encontrado otra forma de resignificar la violencia que he vivido. Me gusta el cantar de los pájaros a las ocho o nueve de la mañana, el aire cuando mueve las ramas de los árboles. Creo que mi mundo es este”, dice.
Cuando Elisa habla de violencia se remonta al ataque con ácido que sufrió por parte de su ex pareja, Javier Edilberto. Fue en 2001 y tenía sólo 18 años. Tras agredirla, el hombre la persiguió y amenazó con arrojarla a los canales para que nadie la encontrara.
Cuenta que desde pequeña vivió en un entorno donde la violencia era normalizada.
“Creí que las agresiones que él hacía hacia mi cuerpo o hacia mi persona eran normales”, relata.
Creen que por dejarnos vivas, es como que 'ya qué más quiere si está viva', ¿qué mensaje se le está dando a estos agresores, que pueden hacer con nuestro cuerpo lo que quieran?".
Elisa Xolalpa, chinampera
UNA CARPETA EXTRAVIADA
Después de escapar de su agresor, pidió ayuda a una familia que la resguardó. Elisa pasó tres meses en el hospital por las quemaduras. Denunció, pero la carpeta de investigación inicial desapareció y las autoridades capitalinas no han querido siquiera reconocer el extravío.
Ha tenido tres reuniones con Ernestina Godoy, Fiscal General de Justicia, quien prometió ayudarla, pero no ha admitido que la institución perdió los documentos, de los que Elisa sólo tiene una parte.
“Creen que por dejarnos vivas, es como que ‘ya qué más quiere si está viva’, ¿qué mensaje se le está dando a estos agresores, que pueden hacer con nuestro cuerpo lo que quieran?, o ¿qué mensaje es el que se le da a la sociedad dejarnos a nosotras marcadas?”, cuestiona.
La Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México emitió en 2022 una recomendación en la que pidió a la Fiscalía que trabaje de forma diligente para que Elisa acceda a la justicia y señaló la deficiente investigación ha prevalecido por más de 20 años. Tanto tiempo ha pasado sin lo más básico para una víctima —la justicia—, que el delito prescribió, por lo que ella tuvo que interponer un amparo.
Godoy le ha ofrecido pedir una disculpa pública, pero Elisa dice que no tiene utilidad, si primero no hay reconocimiento de una omisión tan grande… como perder la carpeta.
“Duele mucho saber que te digan eso (que el delito está prescrito), porque tengo las cicatrices en mi cuerpo y aunque en este momento me están dando tratamientos estéticos de forma gratuita, las cicatrices están y han estado por 20 años y me voy a morir con ellas”, expresa.
“Todos saben aquí (en el pueblo) qué paso, quién fue y hace cuánto tiempo fue”, relata.
Su agresor está en prisión luego de estar 20 años prófugo. Pero no por tentativa de feminicidio, sino por violencia familiar.
UNA NUEVA AMENAZA
El 29 de agosto de 2019, mientras Elisa trabajaba en el Mercado de Flores San Juan Acuezomac, en San Luis Tlaxialtemalco, su ex pareja reapareció. La agredió y amenazó con terminar lo que había iniciado 18 años atrás, pero una camioneta pasó entre ellos. Él huyo.
Tras una lucha de tres años, logró que fuera sentenciado. De no reponerse el proceso judicial de 2001, él podría salir cuando cumpla los siete años de pena. Si esto ocurre, ella teme que esta vez su caso termine en un feminicidio.
“Este sujeto puede quedar libre y ¿qué garantiza que cuando salga no me mate como a otras mujeres?, si ya lo quiso hacer… y lo quiso hacer en dos ocasiones”, cuestiona.
VIOLETA IMPERIAL
Elisa Xolalpa es una mujer de retos.
Es una de las pocas que dirige una chinampa en su localidad. Se propone cultivar flores de cuidados delicados, como las violetas imperiales y las gerberas.
“Somos tan resistentes, que podemos salir adelante. Aunque nos quieran cortar las alas, nos vuelven a salir y volvemos a florecer”, expresa.
Asegura que no claudicará, pues para lo que para ella es justicia, para todos es un mensaje de no repetición.
“Las mujeres sabemos hacer justicia, porque de verdad que está comprobado que el Estado no nos la da, nosotras la tenemos que arrebatar y hasta que la dignidad se haga costumbre”, puntualiza.