Las olas como un lento tsunami van arrasando propiedades en tierra firme en Cedeño y media docena de pueblos de pescadores del Golfo de Fonseca, unos 100 km al sur de Tegucigalpa y que Honduras comparte con El Salvador y Nicaragua.
“El mar viene avanzando”, lamenta Telma Yadira Flores, un ama de casa de 40 años, quien perdió su vivienda de concreto el año pasado y ahora vive en una maltrecha vivienda de tablas, cuya cocina tiene como piso la arena de la playa.
Ante el creciente peligro Telma, que vive junto a su hijo y su nuera, teme que la situación se repita.
“Si otra vez se mete el mar tenemos que desalojar y ver para dónde nos vamos”, dice.