Texto: Dana Estrada

Fotos: Elizabeth Ruiz

Hasta hace un año, María López, de 54 años, se sentía sola en una batalla que creyó perdida.

Sin embargo, el 6 de febrero de 2022 decidió ganarla y contar su historia, la cual guardó por 33 años.

Ese día, María veía la televisión y vio la cara de Esmeralda Millán, una joven originaria de Puebla que en 2018 fue atacada por su ex pareja con ácido. En el reportaje contó su historia y su labor en la Fundación Carmen Sánchez. María la grabó y la buscó en internet.

Después, rastreó a la organización para decirles que era una de ellas.

“Yo pensé que era la única mujer que había pasado por esto”, confiesa María.

"Me siento liberada, porque sé que no es grato saber que hay más mujeres como yo, porque eso significa que no hay un alto en esto. Pero me dio gusto conocerlas porque saben lo que yo estoy viviendo"

HERMANDAD QUE SALVA

La tarde del 9 de noviembre de 1988, cuando sólo tenía 20 años, caminaba junto a su hermana rumbo a una tintorería en Gustavo A. Madero. De pronto, tres sujetos con pasamontañas las detuvieron y se llevaron a María en un carro.

“Eran tres tipos encapuchados, sólo a mí me subieron en un auto. Me pusieron boca abajo con una pistola en mi costado. En ese momento, yo no sabía lo que pasaba”, relató.

Horas después, ya de noche, la bajaron en un paraje que daba a un río de aguas negras en la misma Alcaldía. La pusieron en el suelo y uno de los tres hombres le roció el ácido.

Al agresor también le cayó el químico en la mano y, cuando la cargó para aventarla al río, sus dedos quedaron marcados en la pierna de María.

Cuenta que sobrevivió, porque su hermana avisó de inmediato a su familia. Junto con la Policía la buscaron y la encontraron aferrrada a un tronco dentro del río.

“Si mi hermana no hubiera ido conmigo, nadie me hubiera buscado, me hubiera muerto. El tiempo es muy valioso”, reconoce.

Pasó tres meses internada en el Hospital Magdalena de las Salinas. Desde el primer día, el médico le dijo a la familia que María moriría debido a las lesiones en el cuerpo y a la sepsis en las heridas.

En ese periodo, la Policía acudió a tomar su declaración para, supuestamente, buscar a los responsables. Pero… nunca ocurrió. En todo momento pidieron dinero a la familia; como no lo recibieron, abandonaron la investigación.

El día de su agresión, María López se convirtió en el primer caso registrado de ataque con ácido en México y América Latina. También, fue el primero en denunciarse ante la Policía de la Ciudad de México.

ENCONTRAR SORORIDAD

Durante ocho años, María tuvo que someterse a 31 operaciones reconstructivas. Por el dolor que le provocaban, renunció a ellas.

Treinta y tres años detuvo su vida. Procuró no salir de casa por miedo y para no ser vista.

“Las cicatrices quedan, pero ya no duelen, pero las cicatrices de aquí adentro no se ven y son las que siguen doliendo”, confiesa.

Hace un año, abrió el corazón. Le contó a Carmen Sánchez su historia y así conoció a Esmeralda, Elisa, Ana, Gloria, quienes entendieron su proceso.

“Me siento liberada, porque sé que no es grato saber que hay más mujeres como yo, porque eso significa que no hay un alto en esto. Pero me dio gusto conocerlas porque saben lo que yo estoy viviendo”, expresa.

Sumado a lo sororidad que encontró en el grupo, pudo reconciliarse con su segundo nombre. En terapia se dio cuenta que María Alejandra, su nombre completo, se había dividido. Alejandra, como la llamaban antes del ataque, quedó atrás; María es la mujer que ha luchado durante tres décadas.

“Mi nombre es María Alejandra, pero hoy en día con todo lo que pasó, soy Mari, porque Alejandra fue de mis 20 años para atrás. A mí todos me decían Ale, pero esta Mari es como me reinventé, porque tomé otra identidad, porque mi rostro no es el mismo cuando tenía 20 años, antes del ataque. Es mi antes y el después”, explicó.

REÍR EN LA ADVERSIDAD

Hoy, María vive con tres perritas que rescató en la carretera, en un baldío y en la calle. Cuida su jardín, se maquilla, se mira al espejo y reza a Dios,

“Consérvame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para aceptar y cambiar aquellas que sí puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”, repite.

Su proyecto de vida es poder acceder a un trabajo que le ofrezca seguridad social, ya que lleva un tiempo desempleada. Desea llegar a los 60 años y poder jubilarse, descansar en casa e invitar a Carmen, Esmeralda, Elisa, Ana y Gloria para poder platicar y reír juntas.

También, quiere salir a las calles para pedir a las autoridades un alto a los ataques con ácido.