El Pontífice justificó su decisión alegando que la decisión de Benedicto de liberalizar la celebración de la misa antigua se había convertido en una fuente de división en las parroquias. Pero los tradicionalistas ven las renovadas restricciones como un ataque a la ortodoxia contradictorio con su mantra de “todos son bienvenidos”.
“En lugar de integrarlos en la vida parroquial, la restricción en el uso de de iglesias parroquiales marginará y empujará a la periferia a los fieles católicos que solo quieren rezar”, lamentó Joseph Shaw, de la rama británica de la Sociedad de Misa en Latín.
Aunque las perspectivas de que el Papa ceda a corto plazo no son halagüeñas, los tradicionalistas tienen el tiempo de su parte ya que saben que, en una institución con 2 mil años de antigüedad, vendrá otro que esté más abierto al viejo rito.