A los 26 años, José Gorostiza ingresó al Servicio Exterior mexicano.

"Regresar a la poesía de Gorostiza sin endiosarla, sin vendérsela a los pensamientos sublimes, ni al ego intelectual, es la mejor forma de acercarnos de nuevo para homenajearlo".

BIOGRAFÍA

  • José Gorostiza Alcalá nació en San Juan Bautista, actual Villahermosa, Tabasco, el 10 de noviembre de 1901, y falleció en la Ciudad de México, el 16 de marzo de 1973.

  • En 1920 concluyó los estudios de bachiller en Letras en la Ciudad de México y fue profesor de Literatura Mexicana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

  • Se desempeñó como funcionario y diplomático; ingresó a los 26 años al Servicio Exterior de México y ocuparía varios cargos en países como Inglaterra, Dinamarca, Grecia e Italia, hasta convertirse en subsecretario de Relaciones Exteriores y, en 1964, en Secretario.

Gorostiza fue miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, institución a la que ingresó el 14 de mayo de 1954 con el discurso "Notas sobre poesía". Foto tomada de www.academia.org.mx
  • Formó parte de Los Contemporáneos, grupo de intelectuales mexicanos que renovaría la escena literaria, conformado por Jorge Cuesta, Roberto Montenegro, Salvador Novo, Gilberto Owen, Carlos Pellicer, Antonieta Rivas Mercado, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia y Enrique González Rojo, entre otros.

LEGADO POÉTICO

  • Aunque su obra poética fue escasa, es considerado un autor profundo, auténtico, sumamente riguroso y crítico de su propia obra, quizá por eso su legado se concentra en dos títulos: Canciones para cantar en las barcas (1925) y el ya clásico Muerte sin fin (1939).

"Las 'Canciones para cantar en las barcas', con un formato tradicional y rítmico, transparenta su mensaje; en cambio, el libro-poema de 'Muerte sin fin', se ahonda, se sugiere desde la inteligencia solitaria y evasiva, hermética, como lo dirá el mismo Gorostiza en versos memorables: '¡Oh inteligencia, soledad en llamas! / ¡Oh inteligencia, páramo de espejos!'".

  • De Canciones para cantar en las barcas el poeta regiomontano Eduardo Zambrano destaca La orilla del mar, porque en algunos versos ya asoma lo que sería el eje temático de su libro siguiente: Muerte sin fin.

La orilla del mar

NO ES agua ni arena
la orilla del mar.

El agua sonora
de espuma sencilla,
el agua no puede
formarse la orilla.

Y porque descanse
en muelle lugar,
no es agua ni arena
la orilla del mar.

Las cosas discretas,
amables, sencillas;
las cosas se juntan
como las orillas.

Lo mismo los labios,
si quieren besar.
No es agua ni arena
la orilla del mar.

Yo sólo me miro
por cosa de muerto;
solo, desolado,
como en un desierto.

A mí venga el lloro,
pues debo penar.
No es agua ni arena
la orilla del mar.

"'Muerte sin fin' es la primera gran manifestación universal de la poesía mexicana de nuestro tiempo".

  • De Muerte sin fin, el mismo Zambrano sugiere estos versos, de los que resalta: “la metamorfosis que sufre el poema desde la forma de sugerir las ideas, que van del planteamiento filosófico al discurso procaz (el final del poema es así); y dos, el cambio de la misma voz del poeta, que igual se expresa en versos largos como otros más sucintos”.

… lleno de mí —ahíto— me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida a medias, ya, como una risa agónica,
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos del mar
—más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante —oh paradoja— constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
[…]

Tal vez esta oquedad que nos estrecha
en islas de monólogos sin eco,
aunque se llama Dios,
no sea sino un vaso
que nos amolda el alma perdidiza,
pero que acaso el alma sólo advierte
en una transparencia acumulada
que tiñe la noción de Él, de azul.

[…]

¡Oh inteligencia, soledad en llamas,
que todo lo concibe sin crearlo!
Finge el calor del lodo,
su emoción de substancia adolorida,
el iracundo amor que lo embellece
y lo encumbra más allá de las alas
a donde sólo el ritmo
de los luceros llora,
mas no le infunde el soplo que lo pone en pie
y permanece recreándose en sí misma,

única en Él, inmaculada, sola en Él,
reticencia indecible,
amoroso temor de la materia,
angélico egoísmo que se escapa
como un grito de júbilo sobre la muerte
—¡oh inteligencia, páramo de espejos!

[…]

¡Tan-tan! ¿Quién es? Es el Diablo,
ay, una ciega alegría,
un hambre de consumir
el aire que se respira,
la boca, el ojo, la mano;
estas pungentes cosquillas
de disfrutarnos enteros
en solo un golpe de risa,
ay, esta muerte insultante,
procaz, que nos asesina
a distancia, desde el gusto
que tomamos en morirla,
por una taza de té,
por una apenas caricia.

[BAILE]

Desde mis ojos insomnes
mi muerte me está acechando,
me acecha, sí, me enamora
con su ojo lánguido.
¡Anda, putilla del rubor helado,
anda, vámonos al diablo!

El poeta José Gorostiza también fue jefe del Departamento de Bellas Artes de la SEP, Embajador de México en Grecia y representante del País ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Foto tomada de www.gaceta.unam.mx

"La diferencia entre prosa y poesía consiste en que, mientras una no pide al lector, sino que le preste sus ojos, la otra necesita que le entregue también su voz".

Con información de “El legado poético de José Gorostiza“, artículo del poeta Eduardo Zambrano (REFORMA 14-03-2023); INBAL y Academia Mexicana de la Lengua.