Aunque el ex Presidente Donald Trump considera que su inculpación es digna de una república bananera, esta decisión pone más bien a Estados Unidos a tono con otras democracias que han iniciado demandas contra ex Gobernantes.
Francia, Alemania, Israel, Italia, Corea del Sur, Japón, Portugal, Rumania y Croacia, son algunos de los países donde los tribunales han condenado a ex Presidentes o Primeros Ministros.
Para Estados Unidos es toda una novedad: jamás un Presidente o ex presidente había sido acusado en lo penal.
El antiguo inquilino de la Casa Blanca, que aspira a la reelección en 2024, fue acusado el jueves en un caso relacionado con un pago hecho a una estrella porno en 2016, y deberá presentarse el martes ante un tribunal de Manhattan para ser notificado de los cargos que se le imputan.
"Se comprueba que las democracias pueden -y lo hacen- exigir que sus exdirigentes rindan cuentas. Es un momento lleno de lecciones para Estados Unidos en el que las instituciones democráticas hacen frente a su desafío más grande: pedir cuentas a los más poderosos".
Shelley Inglis, jurista de la Universidad de Dayton, cita sobre todo el ejemplo de Francia donde dos ex Presidentes: Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, fueron condenados y señala que las instituciones democráticas se fortalecieron pese a las inevitables acusaciones de motivaciones políticas.
En Israel, el ex Primer Ministro Ehud Olmert fue a prisión por fraude y el ex Presidente Moshe Katsav por violación.
El actual Primer Ministro, Benjamin Netanyahu, enfrenta acusaciones de corrupción a la vez que impulsa una controvertida reforma a la justicia que ha generado protestas multitudinarias.
En Corea del Sur, dos Presidentes sucesivos: Lee Myung-bak y Park Geun-hye, fueron a la cárcel por corrupción y luego fueron indultados.
En Italia, el ex Jefe de Gobierno y magnate Silvio Berlusconi enfrentó varios procesos por sobornos a testigos e incluso acusaciones de haber pagado a menores de edad por sexo, pero fue absuelto en ambos casos.
¿Por qué no pasó antes?
Donald Trump y sus aliados republicanos tronaron contra una acusación “falsa y vergonzosa”, orquestada, según ellos, por los demócratas para hacer descarrilar su campaña presidencial.
Han atacado al fiscal de Manhattan, el demócrata Alvin Bragg, que lleva el caso contra Trump, acusándolo de “hacer el trabajo sucio” del Presidente Joe Biden.
Eric Trump, uno de los hijos del ex Presidente, habló de denuncias dignas de prácticas del “tercer mundo”.
Ciertamente hay muchos ejemplos en todo el mundo de acusaciones contra ex dirigentes que levantan dudas por motivaciones políticas.
En Pakistán se dieron manifestaciones masivas contra la destitución del Primer Ministro Imran Khan el año pasado, quien después fue acusado de terrorismo.
En Brasil, el ícono de la izquierda y actual Presidente, Lula, fue encarcelado por corrupción, aunque su condena fue anulada después.
En Estados Unidos el ex Presidente Richard Nixon, envuelto en el caso Watergate en 1972, fue el ex mandatario más próximo a sentarse en el banquillo de acusados.
Aunque fue indultado por su sucesor, Gerald Ford, lo que generó controversias, Nixon sigue siendo el único Presidente en la historia del país en haber renunciado, en 1974.
Para James D. Long, profesor de la Universidad de Washington, el hecho de inculpar a ex Mandatarios “no es solo algo que se produce históricamente sino algo que se vuelve cada vez más común” en todo el mundo.
Long destaca denuncias de mala conducta contra ex Presidentes estadounidenses que remontan al siglo 19, y más recientemente, contra Bill Clinton en el asunto de Monica Lewinsky e incluso contra George W. Bush por la invasión a Irak.
“Trump probablemente se pregunte porque es el único desde 1789”, añade.
Pero “si miras el conjunto de la historia de la presidencia estadounidense, creo que ahora los estadounidenses van realmente a confrontar el hecho de que nuestro sistema se hizo la vista gorda durante mucho tiempo, cuando sin duda no debió” hacerlo, aseguró el experto.