Las plagas y malos olores no dan tregua

Cada temporada de lluvias, Joel García, un habitante de la Calle Monte Aconcagua en la Colonia Francisco Garza Sada, de San Nicolás, aplica cantidades importantes de abate, lo paga con su bolsillo.

Aunque esto de muy poco sirve

Su vecino es el corralón de Garages y Talleres, Churubusco.

 

Ahí, decenas de vehículos amontonados, agua encharcada, zacate crecido, gatos, ratas y otros insectos son parte de los problemas diarios de este y otros habitantes del sector.

“Ya me cansé, siempre es lo mismo, pero ni vender puedo, nadie quiere vivir aquí”, dice con tono molesto.

Sin embargo el problema es muy común en la Ciudad, consideró Carlota Vargas, presidenta de la Sociedad de Urbanismo Región Monterrey A.C. (SURMAC), el crecimiento continuo expande los ejemplos sobre el tema.

“La solución para cada uno de estos problemas debe ser visto de manera individual, pero partiendo de reglas que apliquen para todos”, señaló.

“Las zonas donde hay mucha contaminación claro que se deprimen”.

“Inside en la salud de la población de alrededor”, agregó, “depende del caso, por ello debe abrirse un diálogo”.

Un mega terreno de 40.22 hectáreas y donde antes estuvo la Planta CYDSA además de generar malos olores, zancudos y fauna nociva, ahora se convirtió en el hogar de decenas de gatos y perros callejeros.

“Es muy incómodo ese olor a drenaje, todos los días es lo mismo”, se quejó Sonia Armendáriz, habitante de la Calle Celulosa de la Colonia Bernardo Reyes.

“Me asomo al balcón y lo que veo es una `Ciudad Zombie´, está llena de animales y zancudos”.

Carlota Vargas, destacó que en este caso, los vecinos llegaron después de la construcción de la planta, que suma décadas cerradas.

“Ahí es un caso donde se debe abrir un diálogo, que haya voluntades mixtas, de todos, gobierno, empresa, población”.

Caso distinto es el de la Colonia Los Lirios, en Monterrey, ahí primero llegó la Colonia, luego los negocios.

“Siempre huele a gas, siempre se escuchan máquinas, siempre hay camiones y nunca hemos podido vender, ese es nuestro jodi… problema”, reclamó Felipe Salazar, habitante de la Calle Los Lirios.

“Cuando llegamos nos dijeron que habría una plaza, pero nos pusieron una Soriana, un Home Depot, una gasera y un montón de cosas más, nos atraparon”.

Alicia Suárez, vive desde hace unos 15 años en la Calle La Venta de la Colonia Las Sabinitas, y desde entonces los malos olores, la basura, y las ratas son sus problemas diarios. 

“Ya no queremos vivir aquí, nadie hace nada, todo mundo sabe de este lugar y nadie los para, ni vender puedo, la ofrecí durante años y todos me hacían `fuchi´”, contó.

Agregó que la plaga de gusanos y cucarachas es imparable por los carretoneros que convirtieron el Río Santa Catarina en un tiradero de basura ilegal.

Alicia Suárez, vive desde hace unos 15 años en la Calle La Venta de la Colonia Las Sabinitas, y desde entonces los malos olores, la basura, y las ratas son sus problemas diarios.

“Ya no queremos vivir aquí, nadie hace nada, todo mundo sabe de este lugar y nadie los para, ni vender puedo, la ofrecí durante años y todos me hacían `fuchi´”, contó.

Agregó que la plaga de gusanos y cucarachas es imparable por los carretoneros que convirtieron el Río Santa Catarina en un tiradero de basura ilegal.

Los accidentes también afectan a los habitantes y comercios.

“El 11 de agosto de 2021 hubo una explosión”, es parte de las frases que diariamente dicen empleados de un hotel de la Avenida Díaz Ordaz, en Santa Catarina a sus usuarios.

Al abrir la ventana de cualquier cuarto o caminar por los pasillos, los usuarios de este hotel pueden ver lo que el fuego dejó de la empresa Protexchem, filial de la división Protexa Industrias, en Santa Catarina.

“No nos gusta, pero, ¿quién la va a quitar?”, comenta uno de los trabajadores de la zona.

Carlota Vargas destaca que en algunos casos es más caro que la industria se vaya, por ello es importante implementar medidas colectivas.

“Eso del diálogo es importantísimo, porque cada uno de los casos tiene una circunstancia especial”, dijo.

Otros urbanistas consultados señalaron que afectaciones a la salud, depresión en los habitantes, afectación a la plusvalía de propiedades y resentimiento social son parte de los efectos de tener un vecino “incómodo” en la Ciudad.