UN ESPIRAL

Diseñado por la psicóloga Lenore E. Walke, el ciclo ayuda a ilustrar la complejidad de la coexistencia entre el abuso y las agresiones de los violentadores con comportamientos amorosos, detalla Lozano.

El modelo explica que la violencia no ocurre de forma continua, sino en períodos o lapsos cíclicos, y plantea tres fases: Tensión, agresión y calma o “luna de miel”.

La primera etapa está caracterizada por una serie de conflictos y expresiones de violencia más sutiles y normalizadas como insultos, críticas, burlas, humillaciones, celos y prohibiciones, los cuales van formando un escenario de tensión que después puede escalar a una explosión.

“Después de esta acumulación de tensión viene un hecho violento, que regularmente cuando lo pensamos puede ser la violencia física”, apunta Karla Urriola, responsable de la Oficina de Género y Comunidad Segura del Tec de Monterrey.

“A lo mejor una reacción de enojo, de forcejeo, pero también una violencia psicológica, patrimonial o económica”.

Puede haber pérdida de control, gritos, amenazas, empujones, golpes y hasta uso de armas.

Luego viene la fase de calma, reconciliación o “luna de miel”, donde la persona agresora se muestra como si se arrepintiera del hecho.

“La promesa más común es de que ‘esto no va a volver a suceder'”, apunta la psicóloga y sexóloga Urriola.

Pero en realidad es una aparente calma, pues no hay cambios, sino que el ciclo vuelve a empezar y, si no se rompe, se sigue repitiendo una y otra vez.

Entre más vueltas, el círculo se transforma en una especie de espiral, donde cada vez se acorta más el tiempo entre las violencias y éstas pueden ir incrementando.

Lo que en un inicio fue una bofetada, después puede ser una amenaza de muerte, un estrangulamiento o incluso un feminicidio.

NO ES TAN FÁCIL

Una de las razones por las que es tan difícil romper el ciclo es porque no es tan sencillo identificar cuando se está dentro, apunta Lozano. La combinación de conductas amorosas con violentas hace complejo detectar que se está en una relación nociva.

Otro factor es el aislamiento que viven quienes están dentro de este círculo.

Los agresores, apuntan las especialistas, suelen usar el control para limitar el contacto que tienen las mujeres con sus familiares y amistades.

“A veces las mujeres desean proteger a sus familias y, al conocer al agresor, deciden cortar comunicación para no ponerlos en riesgo”, destaca Lozano.

El miedo a ser responsabilizadas hace que las víctimas también se aislen, sumado a que la falta de confianza en las autoridades detiene a muchas a pedir ayuda.

Además, señala la psicóloga Urriola, vivir violencia genera afectaciones físicas y emocionales que imposibilitan a las mujeres ver una posibilidad de cambio.

“Cuando hay mucha manipulación, chantaje, violencia económica”, ahonda, “hacen que finalmente la persona sienta que no hay otra opción, que se tiene que quedar en ese mismo lugar, creyendo que las promesas van a darse”.

Las afectaciones a quienes sufren violencia no son sólo físicas, aclaran las expertas, sino en todos los ámbitos de la vida.

El desconocimiento sobre cómo se dan estas agresiones puede generar incomprensión de familia, amistades e incluso autoridades, que pueden desestimar la violencia o decir estar cansados por no ver los cambios que debieran hacer las víctimas.

“Si no comprendemos que la violencia se manifiesta en ciclos”, advierte Lozano, “se crean estas ideas erróneas y estigma de que ‘las mujeres están ahí porque les gusta'”.

TERMINAR CON EL CICLO

Para romper los ciclos de violencia y evitar entrar en uno, hay que dejar de normalizar las violencias y reflexionar cómo es vivir en pareja de manera sana.

“Como no lo nombramos, hace muy difícil el que podamos decir: ‘Esta conducta o esto que me está pasando está mal'”, apunta la codirectora de Alternativas Pacíficas.

Aunque es difícil identificar cuando se está en el ciclo, se sabe que quienes lo sufren pueden presentar manifestaciones emocionales y físicas muy puntuales.

“Hay constantes momentos de mucha tristeza, de malestares en garganta, estómago y visitas recurrentes a hospitales”, apunta Urriola.

Tomando en cuenta que las situaciones son diferentes en cada pareja, destaca la psicóloga, habrá algunas que pueden romper el ciclo y crecer de una manera sana.

Pero habrá otros casos donde la vida de la persona corre peligro, por lo que intervenciones de la policía o de refugios como el que ofrece Alternativas Pacíficas son necesarios.

A quienes acompañan a una persona que vive violencia, la recomendación es estar presente sin juzgar, acercarles la información de lugares especializados que las puedan apoyar y hacerles saber que tendrán un espacio seguro sin importar cuántas veces lo necesiten.

“Decir palabras como: ‘Lo que te está pasando es violencia, pero aquí voy a estar si en algún momento necesitas estar conmigo, no te voy a juzgar”, dice Urriola.

“Que no suene reclamo. Si yo le digo ‘déjalo’, no va a ayudar”.

Cualquier cosa que haga sentir incomodidad, dudas o inseguridad en una relación, apuntan las expertas, es un indicador de que algo no va bien y hay que buscar ayuda.

NO ESTÁS SOLA

Asociaciones que brindan atención a mujeres víctimas de violencia:

Alternativas Pacíficas
alternativaspacificas.org
info@alternativaspacificas.org
Facebook: AlternativasPacificas
Teléfono: 818-372-9066

Voces de Mujeres en Acción
vocesdemujeres.org
enlace@vocesdemujeres.org
Facebook: vmaorg
Teléfono: 81-1323-1698