CAPAZ DE MATAR

En esa ocasión a Natalia le ofrecieron “chocomilk”.

“Un chocomilk es revuelto”, dice la joven hoy de 25 años sobre la mezcla de drogas.

En realidad no preguntó mucho, para entonces ya se había drogado con todo lo que podía y ahora sólo era una sustancia más.

Recuerda haber visto el cristal de un tono levemente café, pero no le dio importancia.

“Sabe, el cristal se contaminó”, pensó. Y sin más, lo inhaló.

Comenzó a drogarse a los 13 años con “toncho”, un solvente, pero las drogas que la engancharon fueron la piedra y el cristal. Ya no terminó la secundaria.

Sin embargo, ningún efecto se compara a lo que experimentó hace un año, cuando en una fiesta le dieron fentanilo revuelto con cristal: el “chocomilk”.

“Le decían ‘chocomilk’, ése lo puedes inhalar y lo puedes fumar”, explica.

“Esa madre te da mucha fuerza y no piensas en las consecuencias, eres capaz de matar a alguien”, recuerda Natalia, de un hablar muy rápido.

“Pareces un zombie, atacas a las personas sin motivo alguno. Se me salía hasta la baba. Es algo bien horrible, la verdad, algo triste, y pues yo siento que le echan fentanilo al cristal para enganchar más a los jóvenes”.

No la podían controlar, golpeó a dos amigos y rompió las puertas de una casa. Afirma que antes jamás se había puesto agresiva al consumir una droga.

“Sentí como si me jalaran las greñas de aquí atrás. No sé si sean los nervios del cerebro, no sé, yo siento que te mata la parte de tu sistema nervioso y es por eso que andan como zombies”, expresa.

“Tardé varios meses para recuperarme de sólo una vez que me sustancié con eso, porque me sentía muerta en vida. La verdad te deja muy dañada esa droga. De todos los años que tenía drogándome nunca me había pasado eso”.

Cuando Natalia aceptó la entrevista llevaba dos meses internada en la clínica de rehabilitación. Quedó destruida con sólo una vez que consumió fentanilo.

De pronto es notable en su rostro rasgos de adolescente cuando habla de su papá, quien se fue de casa cuando ella tenía 9 años. Hace todo lo posible por limpiarse las lágrimas.

Tras el abandono de su papá, su mamá comenzó a prostituirse para conseguir dinero y darle de comer.

“Él todo el tiempo llegaba de trabajar y eran puros golpes, puras humillaciones a mí y a mi mamá”.

Las drogas fueron su salida. Comenzó a juntarse con adolescentes mayores que ella que le prometieron que estaría mejor con esas sustancias.

Aceptó ante el dolor tan grande que sentía al no entender por qué su papá nunca la quiso. Así su infierno fue creciendo como una espiral del que intenta hoy salir.

AL BORDE DEL INFARTO

Sara recuerda a una joven que inhaló unos granos de fentanilo, diminutos como unos de azúcar, y se suicidó tras alucinar que su papá, fallecido tiempo atrás, la invitaba a irse con él.

“¡Vámonos, reina! ¡Vámonos, reina!”, imaginaba que le decía.

“Ella tenía días drogándose con el fentanilo, de hacerle cinco granitos como el azúcar, los molía, los inhalaba con un popote o con el deste de una punta de pluma”, relata Sara, de 35 años.

“Y nos decía: ‘es que ya me voy porque mi papá me dice que ya me vaya’. Y se ahorcó. No usó cristal, era puro fentanilo”.

En la clínica de rehabilitación donde está internada, Sara sabe que tuvo más suerte.

En su caso, al quinto día de inhalar tres granitos de fentanilo mezclado con cristal terminó en un hospital privado de Monterrey a punto de un paro cardiaco. Dice que la estabilizaron con una inyección y medicamentos.

Sentada en un área común del centro, comenta que sabe de otras dos personas que inhalaron fentanilo y murieron, una de un infarto fulminante y otra por un derrame cerebral.

“Si no se prohíbe, si no se da con todo, esto va a llegar a matar a muchas más personas”, dice.

También coincide en que llaman “chocomilk”, y que entre más oscuro, es más fuerte.

“Lo molíamos como si fuera un ‘chocomilk’. Mucha gente usa así el fentanilo”, relata.

Tenía 27 años cuando probó por primera vez la cocaína, pero dice que se volvió adicta hasta el año pasado cuando inhaló cristal, por la euforia que provocaba, hasta que le dijeron que el “chocomilk” superaba esa sensación.

“Si te pasas del ‘chocomilk’, que es el más oscuro, te da un infarto fulminante. Yo sentía el corazón”, dice y empieza a darse rápidas palmadas en el pecho.

'COMO UN EXORCISMO'

A los 15 años Renata se fue de casa con su primer novio, un adicto que le pidió que probara la piedra. Así comienza su historia en el consumo de drogas.

Ahora tiene 30 años y está internada por séptima vez en una clínica de rehabilitación, desde donde relata que siempre ha tenido parejas drogadictas que la han violentado.

Consumió tres veces fentanilo revuelto con cristal. Y como ella lo dice: está viva de milagro.

“Yo pensaba que estaba contaminada, pero venía revuelta”, cuenta Renata, cuya descripción del fentanilo revuelto con cristal es similar a la historia de Natalia.

Su reacción tras ingerirlo es literalmente de película de terror.

“Lo que me estaba dando mi pareja me hacía sentir como si me estuvieran exorcizando, el cuerpo se me doblaba todo, me tronaba como que la espalda, o sea bien feo. Bien feo. Me dio mucho miedo”, dice y luego levemente mueve su espalda para simular que quedaba doblada hacia atrás.

“Llegué a fumarlo y a inhalarlo, pero yo me miraba en el espejo y el cuerpo se me tronaba, se siente horrible. Con el fentanilo me salía mucha espuma de la boca”.

Dice que en una de las veces comenzó a hacerse heridas en la piel porque sentía que le estaban saliendo alambres. Luego se recuerda con la mirada perdida por más de seis horas.

Estudió hasta secundaria y tiene tres hijos que están al cuidado de su mamá (la abuela materna). Lleva unos meses sin drogarse y tiene esperanza en que ahora, que ya dejó a última pareja, pueda salir adelante.

“Él me encerraba, ya no me dejaba salir, lo acusé por violación y secuestro”, relata.

“Me hacía, me da vergüenza, pero lo voy a decir, me quería meter cristal por el ano, me llegó a meter botellas de vidrio en el ano”.