Para María José Ros, la maternidad simboliza una oportunidad para ser una mejor persona en todo, sacar su máximo potencial y tomar las oportunidades de la vida para fluir, pues, como mamá de dos pequeños ha aprendido que aunque tenga planes establecidos, son las situaciones las que marcan la pauta para tomar decisiones o accionar.
Sus dos hijos, María José, de 8 años, y Toñito, de 4, han sido grandes maestros para María José Ros y juntos han experimentado aventuras maravillosas, así como retos, sobre todo, con el menor, quien fue diagnosticado con trastorno del espectro autista.
“Yo no creía ser tan fuerte hasta que los conocí. Honro a todas las madres, en el caso de las neurodiversas, como yo, es importante decir que si no te toca una circunstancia así no sabes lo que se vive, pero cuando las veo, me gustaría decirles que lo hacen bien, que no están solas y que somos una red de apoyo”, expresó María José Ros.
Fue hace dos años que María José Ros se dio cuenta que Toñito tenía problemas de neurodesarrollo, por lo que lo llevaron con neurólogos y terapeutas. Aunque es difícil que los doctores den un diagnóstico rápidamente debido a muchas comorbilidades, su evaluación tuvo un largo camino.
A partir de ese momento, la licenciada en Terapias Holísticas, María José Ros, ha acompañado a su niño con trastorno del espectro autista con amor y paciencia, pero también ha aprendido a dividirse para cumplir con todas las atenciones que necesita, así como las que demanda el resto de la familia.
“Además de que lo llevo a sus terapias de funciones ejecutivas, comunicación y lenguaje, toma de integración sensorial y RDI; asimismo, es importante que yo tome cursos para prepararme y darle el mejor apoyo”, contó María José Ros.
“Por otra parte, la niña es muy inteligente, quiere ir a fiestas y viajes, pero, por su hermanito, hay que frenarla o segmentarnos, pues Toñito casi no sale de la casa, así que ya sea que mi esposo vaya con ella o yo, pero es algo que ella ha entendido muy bien”.
Es una condición que no es visible, así que es más difícil que la entienda la gente. Nos falta mucho para generar conciencia” .
La pequeña ha sido de gran apoyo e, incluso, muchas veces es ella quien contiene y calma a su hermano, pero, cuando es necesario que él salga a la calle, se ha enfrentado con otros desafíos: la sociedad.
“A veces, hay miedo o rechazo de las escuelas, otros peques, adultos o familiares, porque no saben y me he dado cuenta de la falta de empatía, lo cual hace que me pase dando explicaciones. La realidad es que ellos están bien, se encuentran en su mundo y sólo hace falta aceptación”, aseguró María José Ros.
“Cuando llega salir y tiene una crisis sensorial, la gente muchas veces no lo entiende. El espectro autista es muy grande, así que cada niño que está en él tiene características muy diferentes y unos necesitan más ayuda que otros, pero yo le diría a las personas que no juzguen para nada, porque a veces ven una escena y no saben lo hay detrás de todo ese proceso”.
De este modo, María José Ros está consciente de que es necesario que quienes están en esa situación den charlas y compartan sus casos, para que el resto de los individuos conozcan, creen consciencia y haya inclusión.
+ Su labor en pro del espectro autista
Como parte de su lucha para aportar en el avance de este trastorno del espectro autista, María José Ros apoya a la asociación Otea Autismo, de la que es parte Abraham Ross, un adulto con asperger, quien se asoció con Karla Galván Duque para fundar una casa en Guadalajara que atienda niños de bajos recursos con las terapias necesarias.
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