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Ríos caudalosos y cristalinos, manantiales rebosantes, lagos extensos y bosques frondosos describían el paisaje del Jalisco antiguo hace 200 años.
El cronista Armando González, sacerdote y académico de la Univa, relató que el Estado era sustancialmente más extenso que ahora, pues de su territorio inicial fueron extraídos Colima y Nayarit, con los cuales abarcaba más de 600 kilómetros de litoral, así como de vegetación tropical que terminó diseminada en ambas entidades.
“Se pretendía también quitar a Lagos de Moreno, Ameca y Zapotlán el Grande, de manera que Jalisco se habría reducido a un mínimo porque el Gobierno central tenía la idea de que Jalisco había nacido como un Estado muy fuerte y autónomo, entonces se hacía necesario una política que lo redujera territorialmente y le quitara accesos al mar”, apuntó.
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Lago de Chapala
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Otra diferencia en la actualidad tiene que ver con sus recursos hídricos. El Lago de Chapala se extendía más de 20 kilómetros hacia el este, adicionales a los de su actual límite en Ocotlán.
De acuerdo con el académico, en aquel entonces el espejo de agua llegaba hasta La Barca y se utilizaba, por lo tanto, como medio de transporte.
“Jalisco tenía una riqueza natural impresionante. En la época de Porfirio Díaz se secó esa parte que le llaman la Ciénega, pero era lago. Era tan grande y abundante que se transitaba marítimamente, había barcos que transportaban hasta Michoacán, incluso mercancías. La política del centro fue secarlo cada vez más”, recordó el cronista Armando González.
“En la época de Manuel Ávila Camacho se intentó quitarle otra sección y secarlo en toda la zona que está hoy frente a la región de Mezcala hacia Chapala; no prosperó la idea. Era un lago que tenía agua limpia, abundante, que se desbordaba cada año en época de lluvias y estaba mucho más arbolado en el entorno”.
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Cascada El Salto-Juanacatlán
Cerca de Chapala también se encontraba otro ícono de Jalisco que se conocía como el “Pequeño Niágara”, en alusión a las cascadas estadounidenses de ese nombre.
Se trata de la cascada de El Salto-Juanacatlán. Hace 200 años era sinónimo de atracción turística por el impresionante volumen de agua que caía a cada segundo, agua limpia que provenía del Río Lerma, pero que hoy tiene un caudal mínimo y es sinónimo de enfermedad y muerte.
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“Todo el volumen del Río Lerma al pasar por Chapala caía al Río Santiago, en Juanacatlán. Era una cascada formidable, todavía me tocó verla, era un paseo de toda la gente ir a El Salto; ahora lo que salta ahí son los virus, los microbios y la enfermedad”, lamentó el académico de la Univa.
“Antes se veía mucho el vapor de agua y ahora lo que se ve es la espuma de la contaminación. El llamado ‘Río Grande de Santiago’ que nace en Juanacatlán era un río lleno de vida y muy abundante, pero 200 años después lo hemos convertido en la gran cloaca máxima de Guadalajara”, dijo en alusión a la crítica contaminación del Río Santiago que lo ha catapultado como el más tóxico del País por descargas industriales en la zona.
Avance de la mancha urbana
En cuanto a la Ciudad de Guadalajara, ésta la conformaba apenas la sección del centro que se encuentra entre la Calzada Independencia, Federalismo, La Paz y la calle Ángulo. Alrededor todo era ojos de agua y bosques, los cuales fueron desapareciendo conforme avanzó la mancha urbana.
“El bosque de Santa Eduwiges, en lo que hoy es la colonia Del Bosque, se destruyó para hacer esa colonia. Hace 200 años el Río San Juan de Dios pasaba a cielo abierto, era un río natural y en tiempo de lluvias crecía más. En toda la ribera poniente del río había abundancia de manantiales naturales”, contó el cronista.
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“Había muchos bosques cercanos, las estribaciones de La Primavera eran mucho más. Era un valle muy fértil, llegó a ser el principal productor de maíz a nivel nacional y ahora es el principal productor de fraccionamientos”, añadió.
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Pese a la riqueza forestal e hídrica que tenía Jalisco hace apenas dos siglos, que además garantizaba calidad de vida a sus habitantes, académicos coinciden en que aún se puede detener la destrucción y reducir el impacto de la crisis climática, ya que son los recursos naturales los que vuelven a las ciudades resilientes ante los desastres naturales agravados por los desarrollos humanos.
Edición: Yenzi Velázquez.
Información: Violeta Meléndez.
Fotos: Maricarmen Galindo, archivo y cortesía Mediateca del INAH.
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