El sistema carcelario en la zona que hoy ocupa Jalisco tiene una larga historia que se remonta al periodo del Virreinato. En ese entonces, de acuerdo con el penalista Manuel de Lardizábal y Uribe, la cárcel no era un lugar de castigo, salvo excepciones, sino un sitio destinado a la custodia y seguridad de los reos hasta que se resolvía su situación.

Los abusos en las cárceles y los larguísimos procesos penales no son nuevos. La Intendencia de Guadalajara, como se le llamaba a una de las subdivisiones del Virreinato de Nueva España, ya padecía problemas similares.

En aquella época, la Ciudad contaba con una cárcel que desapareció tras la fundación del Estado en 1823. La prisión, que en algún momento ocupó parte de lo que fue el convento de Santa Teresa, estaba en las inmediaciones de lo que hoy es la esquina de Ocampo y Morelos.

Entre robos y homicidios

En el documento “Las cárceles de la Intendencia de Guadalajara: recintos de depósito, desorden y crimen en el ocaso del periodo virreinal (1780-1820)”, la historiadora Betania Rodríguez documentó parte de los problemas que se presentaban en éstas.

“En general las cárceles del Virreinato distaban mucho de tener las dimensiones suficientes para disponer de todos esos servicios. Primeramente, según los expedientes consultados, se sabe que en la cárcel de Guadalajara había robos, se vendían bebidas embriagantes, había armas y se cometían homicidios.

“En 1783, el alcaide Teodoro Lizárraraz decía que constaba únicamente de dos piezas; en una de ellas se llevaban a cabo los interrogatorios y la otra era utilizada como habitación del funcionario”.

Infraestructura carcelaria

La Intendencia de Guadalajara también contaba con cárceles en Sayula, Tepic, Teocaltiche, San Cristóbal de la Barranca y otros sitios, pero las construcciones eran débiles y estaban deterioradas.

Para mediados del siglo 19, el concepto de los recintos que albergarían a los reos dio un giro.
La Independencia de la Nueva España, las emergentes clases hegemónicas, en su mayoría extranjeras, redefinieron el espacio urbano y arquitectónico, publicó la Revista de Historia de las Prisiones, en una investigación de 2017.

“De esta manera, incipientemente, la planificación y reorganización de las ciudades introduciría la modernidad a partir de la racionalización y la higienización de sus espacialidades”.

Fue bajo este contexto que nació una prisión moderna: la penitenciaría. 

Penitenciaría de Escobedo

El inmueble fue demolido en 1933. (cortesía)

La Penitenciaría de Escobedo tuvo su origen en el ideario de ilustrados y liberales mexicanos que conocían los problemas que acarreaban las antiguas prisiones.

“Con el impulso de Antonio Escobedo, Gobernador de Jalisco, este establecimiento inició su construcción en 1844 en terrenos de un antiguo convento”, consignó al respecto el museo virtual Claudio Jiménez Vizcarra.

El lugar se conoció inicialmente como Cárcel Correccional.

Durante su visita a Guadalajara en 1875, el General Ignacio Martínez destacó que era uno de los edificios más notables de la Ciudad “y único en su género en la República”.

La Penitenciaría, situada en la huerta del Convento del Carmen, en lo que hoy sería el polígono que va de Federalismo a Enrique Díaz de León y de López Cotilla a Pedro Moreno, habría iniciado formalmente los estudios de penales modernos. Otros autores afirman que la primera piedra fue puesta el 24 de mayo de 1845.

El inmueble, sin embargo, comenzó a estorbar en los planes de expansión de la Ciudad, y fue demolido por completo en 1933 para dar paso al parque Revolución, que formó parte del predio, y para que pudieran unirse la Calle Juárez y la Avenida Vallarta.

Apoyo regional

Once años después de la demolición de la Penitenciaría de Escobedo comenzó a diseñarse la Penitenciaría del Séptimo Cantón de Jalisco, en Tepic, que en aquel entonces formaba parte de uno de los ocho territorios de Jalisco cuando adoptó el sistema federal, como apoyo al crecimiento de los fenómenos delictivos del occidente del País y a la segregación social de las ciudades.

Tanto la Penitenciaría de Tepic y la Penitenciaría de Escobedo fueron inauguradas a principios del siglo 20 y finales del 19, respectivamente.

“Las semejanzas entre ambas penitenciarías, como se ha establecido, serían de apariencia, debido a que el régimen penitenciario se conservaría diferente. Guadalajara usó desde su origen el sistema auburniano –trabajo común diurno y aislamiento nocturno– mientras que en Tepic, al principio, se utilizó el sistema filadélfico –reclusión absoluta– hasta que en 1899 se aplicó el sistema croftoniano cuando se incluyeron aulas y talleres”, publicó la Revista Historia de las Prisiones.

“En Guadalajara, los espacios educativos y laborales se encontraban en la parte trasera del recinto carcelario, en tanto en Tepic, incluidos hasta finales del siglo 19, estarían en el volumen perimetral del recinto”.

La Penal de Oblatos

El ocaso de la Colonia Oblatos, enclavada en el Sector Libertad, trajo consigo la edificación en 1932 de la Penal de Oblatos al oriente de Guadalajara, en lo que entonces era la periferia.

Las cada vez más amplias formas de documentación permitieron conocer casos emblemáticos como el “octubre negro”, un motín con varios muertos que propició la construcción del actual complejo penitenciario de Puente Grande.

Ahí estuvieron integrantes de la guerrilla de Guadalajara, surgida a inicios de los años 70, cuando el ambiente de la prisión era prácticamente de un pueblo, pues la mayoría de los presos era gente de campo.

La muerte de los cabecillas de los grupos de “Los Rancheros” y “Los Chacales” y la consolidación de “Los Guerrilleros” terminó con el motín de 1977, pero hizo evidente los problemas de sobrepoblación.

“El problema era que el penal estaba diseñado para albergar a 800 internos, pero en aquellos años vivían hacinados más de 3 mil, lo que provocaba muchos problemas”, dijo Alfredo Romo en 1999, un sacerdote que ayudó a evangelizar a los reos en aquel entonces.

La Penal estuvo ubicada en Gómez de Mendiola y Sebastián Allende, donde hoy está una unidad deportiva, a unos 3.5 kilómetros del CUCEI.

Complejo de Puente Grande

El complejo penitenciario de Puente Grande, situado en el poblado del mismo nombre, al sureste de Tonalá, se construyó a finales de los 70 en sustitución de la Penal de Oblatos.
Con este inmueble se esperaba solucionar los problemas inherentes a cualquier centro privativo de la libertad, sin embargo, también empezó a saturarse, lo que trajo problemas de control institucional, autogobierno y déficit de personal. Además, el perfil del reo varió, considerando aquellos que habían surgido de las filas del narcotráfico.
El complejo está integrado por la Comisaría de Prisión Preventiva, la Comisaría de Sentenciados, la Comisaría de Reinserción Femenil y la Comisaría del Reclusorio Metropolitano.

El sistema penitenciario de Jalisco también está compuesto por ocho prisiones (Ceinjures) que están en el interior del Estado y dos correccionales para menores en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG). 
La reforma penitenciaria de los 70 cumplió el objetivo de esa época, sin embargo, hoy el sistema carcelario jalisciense no sólo ha contribuido poco en el mejoramiento de la seguridad pública, sino que es un factor para que la inseguridad haya aumentado significativamente, ha considerado el ex director de Prevención y Readaptación Social, Ignacio Salazar Mariscal.
Al sur del mismo complejo, en 1993 se inauguró el Cefereso No. 2, la prisión federal de la que se fugó Joaquín “El Chapo” Guzmán en 2001.

El cierre


En septiembre de 2020 los presos del Cefereso fueron reubicados tras el cierre de Puente Grande. El Presidente Andrés Manuel López Obrador argumentó que el lugar se privatizó.
“Todo era negocio. Ayer estuvimos viendo por qué se está cerrando el penal de ‘Puerta Grande’ (sic), porque se contrataron penales privados, se hicieron contratos con empresas que le cobran al Gobierno por el servicio de los penales, o sea, se privatizó”, declaró el 1 de octubre de ese año.
El Cefereso albergó a personajes célebres como los narcotraficantes Vicente Carrillo Leyva, “El Vicentillo”, y su tío Vicente Carrillo Fuentes, “El Viceroy”; además de Rafael Caro Quintero; y Alfredo Beltrán Leyva, “El Mochomo”.
También estuvieron ahí el secuestrador Daniel Arizmendi López, “El Mochaorejas”; Mario Aburto Martínez, señalado de matar a Luis Donaldo Colosio; y Daniel Aguilar Treviño, condenado por el asesinato del Secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu.

Información: Noé Magallón. 
Fotos: Archivo y cortesía del Ayuntamiento de Guadalajara. 
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