“A la muerte se le toma de frente con valor y después se le invita a una copa”.
Edgar Allan Poe bebía para acallar sus tormentos y escribía para liberarse de ellos. Gran parte de su producción de cuentos, ahora reunidos en “Cuentos 1 y 2”, los escribió totalmente alcoholizado.
Tampoco era que necesitara mucho: era intolerante al alcohol y tenía una afección cardíaca, así que preparaba licor de huevo, un coctel muy dulce, con brandy.
“Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la única cuestión”.
Charles Baudelaire encontró en los versos la forma de protestar contra la sociedad y el vacío cultural. “Las Flores del Mal” es un buqué de lo más retorcido y despreciado de la realidad.
El poeta maldito se entregó a la vida bohemia, donde la absenta, un potente destilado, corría por litros en una bebida llamada hada verde. Baudelaire le atribuía el poder de detener el tiempo y otras “magias” psicóticas.
“Denos Dios a todos nosotros, bebedores, tan liviana y hermosa muerte”.
Joseph Roth no tuvo la suerte de morir como concluye su libro “La Leyenda del Santo Bebedor”.
En todos los aspectos de su vida, confundió siempre ficción y realidad. Era mitómano.
Vivía en el Hotel Foyot, donde se alcoholizaba con una mezcla de coñac y aguardiente: suze a la mirabelle. Le afectó mucho la decisión de las autoridades parisinas de demoler el inmueble, por riesgo de derrumbe.
“Noté que cuando dejábamos de beber me salían ojeras negras y me ponía apático”.
La confesión es de Scott Fitzgerald, pero el problema de alcoholismo lo tenía también su esposa, Zelda.
“Querido Scott, querida Zelda” es un rompecabezas epistolar de una vida que empezó entre jazz, fastuosas fiestas y copas llenas con rickey para él y orange blossom’s para ella; hasta llegar a la más lamentable decadencia.
“Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”.
El debut de Truman Capote como novelista fue con “Otras Voces, Otros Ámbitos”, una ficción aparentemente sencilla (un hijo busca a su padre), pero con el poder para incomodar a la crítica literaria, que la calificó como decadente, pretenciosa y degenerada.
Con el éxito a sus pies y convertido en el “enfant terrible” de la literatura, Capote estaba listo para beber algo más que vodka con jugo de naranja.
“Porque usted necesita sentir un amparo y, en vez de amparo humano, eligió por pudor la bebida”.
Clarice Lispector intentó reescribir la historia de su madre y de ambas.
Vivió con la obsesión de ser la hija salvadora. No se guardó nada para los lectores, ni su intimidad; sin embargo, era una mujer ensimismada, monosilábica y muy ansiosa.
“Un Soplo de Vida” se publicó poco antes de que muriera. Es una meditación profunda sobre la literatura y la vida, una que soportaba a sorbos de moscow mule.
LITERATURA A LA COCTELERA
La mixóloga Fátima León comparte estas recetas para preparar en casa tu maridaje literario.
DESARMADOR
1 caballito de vodka + 3 caballitos de jugo de naranja natural Garnitura: ½ rebanada de naranja + 1 cereza al marrasquino
PREPARACIÓN:
Verter en un vaso mezclador el vodka y el jugo. Mezclar con cucharilla bailarina. Verter en un vaso jaibolero con hielos. Decorar con la naranja y la cereza.
ORANGE BLOOSOM (VARIACIÓN AROMÁTICA)
½ caballito de ginebra seca +½ caballito de vermut rojo +½ caballito de jugo de naranja fresco + 1 cucharadita de licor de cereza seco Garnitura: 1 twist de naranja
PREPARACIÓN: Verter los ingredientes en un shaker con hielo. Agitar y servir. Decorar con el twist.
VESPER MARTINI
1½ caballitos de ginebra seca + ½ caballito de vodka + 1 cucharada de licor Lillet Blanc Garnitura:1 twist de limón amarillo
PREPARACIÓN: Verter todos los ingredientes en un shaker con hielo. Agitar vigorosamente y servir en una copa martinera. Decorar con el twist de limón amarillo.