Este polémico género musical, que retoma un estilo popular mexicano para narrar una historia y lo fusionó con rap, pop, reguetón o incluso country, pasó de difundirse al margen de los circuitos comerciales en 2018 a ocupar desde 2022 los principales listados de popularidad en México y el extranjero.

Para la doctora Kim Anne Carter Muñoz, coordinadora de la maestría en Etnomusicología de la Universidad de Guadalajara (UdeG), este fenómeno surge del emprendimiento de jóvenes músicos en sus espacios cercanos que luego la industria se apropió para hacer producciones más grandes, con una promoción internacional millonaria.

Natanael Cano y Dan Sánchez, pioneros del género, empezaron a componer canciones desde 2018, aproximadamente, y entonces tuvieron problemas para entrar en la escena musical de su natal Hermosillo, Sonora, por lo que optaron por subir sus grabaciones a redes sociales. Se volvieron virales en cuestión de días.

Era cuestión de tiempo para que las disqueras descubrieran el potencial de estos jóvenes que encontraron formas de reinterpretar modelos viejos con una nueva fórmula. El estilo se empezó a replicar en agrupaciones de varias partes del País y Estados Unidos.

“Los jóvenes están escuchando la música de su comunidad, la música que escuchaban sus padres, para mezclarla con música de ritmos afroamericanos, chicanos y puertorriqueños que rodean su cotidianidad”, agrega Carter Muñoz.

Un ejemplo es la cantante Yahritza Martínez, de 16 años, originaria de Yakima, Washington, que comenzó una agrupación de corridos tumbados con sus hermanos llamada Yahritza y Su Esencia.

En uno de sus éxitos “Frágil”, hay una mezcla de ritmos que habla sobre el intercambio cultural que es visible en el género.

“La canción de Yahritza, que tiene apenas dos años como artista grabada, hay una base tipo cumbia combinada con un ritmo como el de la bachata, o el reguetón habanero que seguramente es tomado del trap, el rap y el reguetón”, explica Carter Muñoz.

“Es importante escuchar y valorar los fenómenos y la música en sus propios términos, nos dicen mucho, solo los títulos de las canciones, sobre la actualidad, la representación que hacen del género está intentando mostrar sus raíces, hay muchas influencias ahí, son sonidos muy complejos y es una música muy rica aunque le guste o no a la gente”, advierte la especialista.

Solo en cifras, Junior H, el cantautor de corridos tumbados originario de Guanajuato, llenó apenas hace dos semanas un concierto con más de 100 mil personas en Puebla, mientras que el sonorense Natanael Cano tiene un promedio de 20.3 millones de escuchas al mes en la plataforma de música Spotify.

Hasta el 2 de septiembre pasado, una canción de la colombiana Karol G con el tapatío Peso Pluma aparecía en los primeros lugares de la lista Billboard “Hot 100”. Peso Pluma aparece al menos siete veces en ese mismo ranking, algunas durante más de 20 semanas consecutivas y tiene 50 millones de oyentes mensuales.

EN LOS OIDOS DEL MUNDO

Para entender la moda del corrido tumbado es necesario quitarse todos los prejuicios que se anteponen a un fenómeno sociocultural como la música regional mexicana, advierte Jorge Cotero, maestro en Comunicación de la Ciencia y la Cultura por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).

Cotero, quien estudió la música regional mexicana como práctica de producción musical, explica que hay muchos estigmas sobre estos géneros, como que los escuchan solo personas de clases trabajadoras, que son estridentes o que no tienen estructuras complejas como la música académica.

Por su parte la doctora Carter Muñoz añade que en los corridos tumbados hay una tendencia a favorecer el contraste entre frecuencias, entre los sonidos agudos y los sonidos graves. El resultado es un sonido pastoso pero claro con los contrastes.

Sus instrumentos básicos son el bajoloche, la guitarra doble (de 12 cuerdas) y el requinto, afines a los grupos sierreños de Sonora.

A esto le agregan algunas técnicas que provienen también del género country en Estados Unidos, como ciertos arrastres en las notas de las guitarras.

“Se escuchan influencias de reguetón y otros géneros que ya son parte del sonido que escuchan los jóvenes desde los 13 y 14 años, están creando un nuevo sonido con un impacto fuerte por los ritmos que incorporan, los timbres de música y la virtuosidad de los músicos que tienen ese estilo”, agrega el doctor en Ciencias Sociales David Coronado, de la UdeG.

Los expertos apuntan a una cuestión neuronal de lo que genera este tipo de música en el cerebro, por otro lado la resonancia de temas como el crimen en la sociedad y por último cómo se vincula el género realmente con la llamada narcocultura.

“En su popularidad también jugarían efectos como la búsqueda de la adrenalina de la vida en riesgo y la vida en el abismo. ¿Por qué la gente corre autos sin ser profesionales, escala montañas, usa sustancias, es esa necesidad de vivir al límite, de adrenalina?”, plantea Coronado.

MÁS QUE LA NARCOCULTURA

Aunque no es lo mismo el corrido tumbado que el corrido bélico o el narcocorrido, porque hablan de estilos distintos, es difícil separar las letras de la música.

David Coronado, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, reconoce que ese tipo de corridos sí hacen apología a la violencia, pero sobre todo de un estilo de vida de un grupo específico de ciudadanos.

“Son estilos que están difundiendo y expresando un modo de vida, la forma en la que existe y se vive ese modo específico, sangriento y violento relacionado con drogas, con sexo, con alcohol. Esta forma de vida. Nos va mostrando cómo existe y cómo lo vive esa gente”, advierte.

La popularidad de estas temáticas en los corridos, según explica Coronado, tiene que ver con la resonancia social del tema. Es decir, que aunque no todos los mexicanos están vinculados con el narcotráfico, miles están relacionados con sus símbolos y lenguajes.

“No somos ajenos a ello, es parte de la resonancia de la vida, son las palabras que se usan en espacios comunes, tú sabes lo que significa un ‘levantón’ aunque no hayan ‘levantado’ a una persona cercana a ti, sabemos lo que es, una buena cantidad de mexicanos lo sabemos.

Pensar en lujos, drogas, armas y coches es un modelo de vida al alcance de muchos jóvenes en la actualidad mexicana. Sumado al consumo cultural que difunde y expresa esta aspiración, hay una tierra fértil para estas expresiones en contextos de pobreza, corrupción e impunidad en crímenes como la desaparición forzada.

Como antecedente, en julio de este año en el cabildo de Chihuahua se aprobó por mayoría prohibir contenidos musicales, videos, imágenes o cualquier otro similar que promuevan la violencia contra las mujeres y la música relativa al narcotráfico con sanciones de los 674 mil al millón 244 mil pesos de multas a quienes interpreten ese tipo de canciones en el territorio municipal. 

Antes, en mayo, el ayuntamiento de Cancún en Quintana Roo también prohibió las presentaciones de artistas con canciones que hagan apología a la violencia y al delito, aunque la medida podría afectar también a cantantes de rock y hip hop, la noticia trascendió tras la cancelación de un concierto de Alfredo Ríos, “El Komander”, famoso cantor de narcocorridos en la Plaza de Toros del municipio turístico.

“El ayuntamiento no limita la libertad de expresión […], pero las autoridades no pueden tener esta ambigüedad de estar buscando una mejor sociedad, llena de paz, de tranquilidad y seguridad y, por otro lado, elevar las alertas cada vez que tenemos este tipo de conciertos”, declaró el presidente municipal Jorge Aguilar Osorio en sus redes sociales tras la polémica.

Sin embargo, el doctor opina que censurar este tipo de expresión sonora no es la solución más viable. Para él es importante tener en cuenta que no todo mundo interpresa o decodifica igual un corrido bélico o un corrido que hable sobre narcotráfico.

“Más allá del impulso electromagnético que provoca, hay escuchas que saben reflexionar y cuyas experiencias lo tamizan en la práctica. Hay un filtro entre lo que estás recibiendo y cómo lo adoptas en tu vida”, expresa.

Para Jorge Cotero censurar ese tipo de corridos sería como intentar ocultar una realidad evidente que los jóvenes músicos, a su manera, están expresando dentro de la así llamada “Guerra contra el narco” que impulsó el ex presidente Felipe Calderón en 2006.

“Está ocurriendo una guerra descarnada en donde muchísimas personas nos hemos visto afectadas y hay entonces una lucha por estos espacios de representación, una lucha simbólica que tiene lugar también en el espacio musical, en los espacios de interpretación de la gente, una lucha por el poder que ha tomado diferentes cauces”, concluye Cotero.

Información: Alejandra Carrillo 
Fotos: Especial

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