FUNCIONARIO AUTORITARIO
El asedio y la moral.
La experiencia del antropólogo Roger Bartra al leer Uruchurtu. El Regente de Hierro ilustra bien la crítica severa que su mandato todavía suscita entre quienes la vivieron.
“Su lectura fue una experiencia inquietante, y digo que fue una experiencia personal inquietante porque yo viví y sufrí de joven la Regencia de Uruchurtu siendo estudiante de Antropología en el Centro de la Ciudad de México, en la ENAH”, señaló en la presentación de los dos tomos.
“A los jóvenes estudiantes de los años 60 del siglo pasado nos repugnaba lo que Uruchurtu representaba: era un político anticomunista, anticardenista y antisemita, que había sido almazanista y que había aspirado a ser Presidente de la República”, criticó.
El estudio de Perló aborda también con amplitud esta cara de la gestión de Uruchurtu, marcada por un acercamiento conveniente a la Iglesia y guiada por sus propias convicciones conservadoras.
“Además, a los jóvenes estudiantes de los años 60, años de contracultura y rebeldía, nos desagradaba su moralina conservadora que obligaba a los cabarets a cerrar muy temprano, clausuró varios lugares de diversión, y prohibió o censuró los espectáculos que se presentaban”, prosiguió Bartra al respecto.
“Ordenó ponerle un taparrabos a la estatua de la Diana Cazadora para ocultar su pubis y el famoso Tívoli, un teatro de variedades que frecuentábamos, fue estrechamente vigilado y censurado por el llamado Regente de Hierro y al final fue demolido en 1963”, ejemplificó.
Para la historiadora María del Carmen Collado, esta política moral y represiva afectó también a otros grupos sociales.
“En esta represión a la vida nocturna, en el cierre de los cabarets, en el cierre de los bares que existían donde convivían los homosexuales, había una verdadera persecución a este grupo, a las prostitutas que estaban en la calle, y al mismo tiempo que esta parte moral, la persecución brutal también a los vendedores ambulantes, pero los perseguía y les ofrecía ciertas salidas en la gran cantidad de mercados que fue construyendo”, relató.
Para Perló, quien busca ofrecer un retrato lo más objetivo posible de Uruchurtu, sí puede denominársele un funcionario autoritario, pero no más que otros de su tiempo.
“¿Fue menos represivo Uruchurtu que el sistema? No, fue igualmente represivo porque era parte de todo el sistema y, además, él cuidaba las indicaciones de la Secretaría de Gobernación de ‘no permitas esta manifestación’, ‘pégales a estos’, ‘sé duro con aquellos'”, describe en entrevista.
“En ese sentido no fue menos represivo de lo que fue el sistema en su conjunto, ahora que si alguien me dice ‘pero fue especialmente duro, en todos lados se abría pasos a golpes, todo lo hacía con el bulldozer y los granaderos de por medio’, yo te diría que no”, matiza.
Uruchurtu, explica, aplicaba la ley con dureza y de manera implacable, siempre con gran conocimiento de la legislación, y no dudaba antes de tomar medidas como demoliciones relámpago y desalojos.
Perló lo resume con una frase que le dijo Samuel Ocaña, exgobernador de Sonora: “Él no mandaba a matar a nadie, pero tiraba un edificio en un fin de semana”.
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