



DE TODO EL MUNDO
Marco Sáenz y Leticia Molina integran un matrimonio viajero. Han visitado países de América, Asia, Europa y África.
En cada expedición, los esposos se traen de souvenir un Nacimiento en miniatura que exhiben cada año en época decembrina en la sala de su hogar, en la Colonia Valle de Vasconcelos, en San Pedro.
Unos modelos son más pequeños que otros y están elaborados de diversos materiales.
El Nacimiento de más reciente incorporación a su acervo es una pieza tallada en madera por artesanos de la reserva Masái Mara, en Kenia. Llegó con su viaje de este año.
“Los Nacimientos llegan a cada rincón del mundo. Los hemos encontrado en países ortodoxos y musulmanes”, cuenta Marco.
La pareja estima que ha reunido unas 100 piezas de Islandia, Rusia, Bulgaria, España, Italia, Turquía, Israel, Rumania, Polonia, Bosnia y Herzegovina, Alemania, Croacia, Ucrania y Estados Unidos, entre otros países.
Marco y Leticia están más que dispuestos a sumar más Nacimientos a su colección, por eso ya planean recorrer Japón, Australia y Nueva Zelanda.
“No solo exploramos las grandes capitales, sino que nos vamos a los rincones de esos países también”, dice el consultor de marketing.
“Somos como exploradores. Vemos museos, monumentos, monasterios y casas de gobierno en las ciudades que visitamos, pero los Nacimientos se nos cruzan en el camino”.
El padre de familia señala que han reunido los Nacimientos por su devoción a la Sagrada Familia, su afecto por el movimiento franciscano y su fascinación por lo que su esposa y él consideran obras de arte.




BELÉN EN LA SALA
Para los esposos Miguel Ángel Hernández y Mare García no sólo se trata de montar el Nacimiento, sino de realizar todo un ritual alrededor de ello, como las nueve posadas y los Rosarios.
“Desde tiempos de mi abuelita hacíamos las nueve posadas en las casas de la abuela, de las tías, de las hermanas y las hijas, porque es el sentido verdadero de la Navidad”, dice Mare.
Miguel Ángel comparte que las posadas son las que le dan sentido a la Navidad.
“Tenemos un manual y un compendio con los cánticos y los rezos de una posada”.
El Nacimiento de los fieles de la Parroquia Cristo de la Montaña abarca una pared de la sala de su hogar en la Colonia Contry Sol, en Guadalupe.
El padre de familia calcula que hay unas 130 figuritas humanas en su Belén, entre el Misterio, pastores, reyes y ángeles.
También instalan representaciones de una herrería, una alfarería, una panadería y una lavandería, más un mercado. Colocan, además, animales y utensilios.
“Cuando pongo las bases del Nacimiento tengo un plan: siempre el foco debe estar en el pesebre, luego busco cómo hacer montañas, planicies, campos, la plaza principal…”, cuenta Miguel quien, dice su esposa, es la mente creativa del proyecto familiar.
“Tenemos figuras de todos los tamaños, pero siempre tomando en cuenta la perspectiva”.
La Anunciación a María, el sueño de José, el censo de Belén, la Anunciación a los pastores, el éxodo a Egipto y, por supuesto, el alumbramiento, destacan entre los pasajes de la instalación.




UNA PASTORCITA MÁS...
Aunque fue diagnosticada con hernia y desgaste de disco de la columna en 2013, Martha Valero continúa montando el Nacimiento sobre el piso de la sala de su casa, en la Colonia Lagos del Bosque, en Monterrey.
“Me dijo una amiga que si podía ayudarme por mis problemas en la espalda y le respondí que no, que el Nacimiento yo lo ponía aunque me tarde y termine adolorida de la espalda. Me gusta instalarlo yo sola”.
A la madre de dos hijos poco le importa que el dolor que siente al agacharse para acomodar a algún pastor o ángel o colocar el heno. Ella quiere seguir con la tradición que le enseñó su mamá María Rodríguez, ahora de 98 años.
“Mi mamá ponía más grande el Nacimiento que yo, pero lo realizo más pequeño por los problemas con mi espalda”, dice.
“De los cinco hijos de mi mamá, sólo mi hermano Óscar y yo lo ponemos, los otros tres sólo ponen el Misterio (Niño Jesús, María y José)”.
Martha levanta el pino de Navidad –adornado con esferas y listones– al lado del Nacimiento, si bien reconoce que no le da tanta importancia al árbol como a representar la Natividad del Señor.
“Hay que recordar el verdadero significado de esta Navidad que es que el Niño Jesús nazca en nuestro corazón y que le demos las cosas buenas que tenemos”, dice.
“Yo soy como un pastorcito. Todo lo bueno que tengo en mi corazón se lo entrego al Niño Dios”.
Martha espera que sus hijos hereden esta tradición que ella, a su vez, recibió de su mamá. Ella desde muy niña le ayudaba a instalar las piezas, recuerda.
Y tiene la corazonada que esta costumbre transgeneracional seguirá, gracias a su nuera Adriana, quien también ama esta tradición.




SEIS DÉCADAS DE TRADICIÓN
Próxima a cumplir 93 años, María Meave de Bonilla narra cómo las fiestas decembrinas han cambiado en la Colonia Central a lo largo de seis décadas, lo que lleva habitando en el lugar.
Hay, sin embargo, algo que se mantiene fijo a pesar de los fallecimientos, las enfermedades y las mudanzas que arriban con el tiempo: El Nacimiento de su casa.
“Nada más yo le sé”, dice la mujer, madre de ocho hijos y abuela de 13 nietos y 12 bisnietos. “Nunca quise que alguien me ayudara. Muy egoísta yo, pero tenía que hacerlo sola”.
Las piezas de su Nacimiento provienen de Guanajuato, San Luis Potosí y mercados rodantes de las colonias Central y Bernardo Reyes, al norponiente de Monterrey.
Doña María tiene, a su edad, una inquietud: ¿Quién seguirá con la tradición? “Quisiera que los jóvenes levantaran Nacimientos, porque ya no quieren. A lo mejor no se los inculcamos. No sé si cuando me vaya, mi familia seguirá haciéndolo.
“Aquí se los enseñé, pero ya depende de ellos. Espero que lo hagan por vocación, porque quieran tener al Niño Dios en casa”.
La abuela recuerda los grandes pesebres que se montaban en San Pedro, San Luis Potosí, su tierra natal, y cuando en la colonia organizaba con sus vecinas las nueve posadas y todos se reunían para el Rosario.
“Hacíamos buñuelos, atole y ponche. Ahora digo: ‘Mira, mija, ya se acabó todo’. Se acabó por la pandemia, porque se enfermaron o porque ya se fueron”.
Pero, quién lo sabe, quizá por ahí alguien de su familia o de sus vecinos retomará la tradición.