EN HONOR A SU MADRE
Sosteniendo su diploma en mano, Sujeidy Orta intenta contener las lágrimas de emoción que siente por haberse convertido en enfermera.
El deseo de seguir esta profesión nació de niña cuando acompañaba a su madre enferma a los hospitales.
“Me gustaba que la atendieran bien y yo decía: ‘Algún día, yo voy a hacer una buena enfermera y voy a tratar bien a mis pacientes’”, cuenta la joven de 20 años, cuya madre falleció hace unos días.
Su andar hasta la meta no fue sencillo: habitante de Ciénega de Flores, hacía un viaje diario de dos horas y media en transporte público para llegar a la institución, ubicada en el Centro de Monterrey, y otro recorrido del mismo tiempo para el regreso.
Le tomó cinco años concluir la licenciatura, dos más de lo establecido, pues tuvo que suspender estudios para atender a su madre cuando su salud se complicaba.
“El gusto por la enfermería viene de familia, de parte de mi mamá y de mi papá son enfermeros, doctores”, dice Sujeidy.
“Me gustaba mucho lo que hacían y después vi que yo podía tener la oportunidad y también hacerlo”.
Trabajó desde los 15 años como auxiliar de cocina y en tiendas de conveniencia, apoyando económicamente a su familia.
Hoy labora como enfermera en un consultorio médico y le gustaría especializarse en cardiología y pediatría.
“No estamos completos”, expresa en referencia a la ausencia de su madre, “pero la llevo en mi corazón”.
SUEÑO DE INFANCIA
A los 39 años, Juana Castillo está cumpliendo un sueño que tenía desde niña.
Siempre quiso ser enfermera, comenta, pero se casó muy pronto y fue madre adolescente de un pequeño con autismo, a quien decidió dedicarse por completo.
“Pero siempre tenía ese sueño”, recalca la mujer con una gran sonrisa en el rostro.
La vocación nació muy posiblemente en sus visitas a los hospitales. Pasó su infancia rodeada de personal médico debido a la malformación genética que ocasionó que naciera con un sólo riñón.
“Ver la calidez de las enfermeras, que estaban siempre pendientes, siempre cuidando, yo quería ser una de ellas”, señala Juany, como es conocida.
Aunque nunca olvidó ese deseo –que mantuvo guardado en sus diarios y libretas–, la idea se reforzó más durante la pandemia del Covid-19, cuando su padre enfermó.
Ella asumió las labores de cuidado y se dio cuenta de que era algo para lo que tenía habilidad. Su papá, quien falleció al poco tiempo, le aconsejó estudiar la profesión.
“Si tu si quieres ser enfermera”, le dijo, “vas a ser enfermera”.
Para cuando decidió retomar ese sueño, ya trabajaba como auxiliar de limpieza e higiene en el Seguro Social.
Combinaba su empleo con los estudios, a veces doblando turno y sin tiempo para dormir.
Los frutos de su esfuerzo los celebró este viernes cuando le notificaron su ascenso laboral, ahora como auxiliar de enfermería.
Con seguridad, Juany afirma: “Este es el principio de una muy buena carrera”.
DON DE SERVIR
Ese dicho tan popular “La tercera es la vencida” fue una realidad para Alondra Torres.
La enfermera de 24 años intentó estudiar esta profesión en dos ocasiones, pero en ambas abandonó la carrera.
Al ver una falta de compromiso en su hija, los padres le retiraron el apoyo económico que le daban y fue entonces que ella pudo ver la situación desde otra perspectiva.
“Yo misma quise proponérmelo y dije: ‘Si lo voy a tener es porque a mí me va a costar’”, cuenta Alondra, orgullosa.
Consciente de que tenía la edad para ello comenzó a trabajar para solventar los estudios.
La época más difícil fue el año y medio que trabajó como operaria de una fábrica, con jornadas matutinas y tomando clases por las noches: Como vive en el municipio de Juárez, sus trayectos en transporte público a la escuela y de regreso a casa le tomaban cada uno dos horas.
El cansancio por dormir cuatro horas diarias –o menos– era alto, pero pensar en su familia le daba la energía para continuar.
“Soy la única que ha terminado una carrera”, dice Alondra, convencida de que a pesar de los obstáculos en el camino, todas las metas se pueden lograr.
Tras estos años de esfuerzos, en los que incluso tuvo que vender o empeñar pertenencias para pagar sus estudios, hoy ve la luz: actualmente trabaja como cuidadora en domicilios particulares.
Al reflexionar sobre su profesión, Alondra está convencida de que la enfermería está marcada en su corazón: “Fue como un don”.