Qué difícil escoger palabras para describir y despedir a un
ser humano tan único, brillante, carismático, simpático, guapísimo,
pícaro y tremendo; me doy cuenta que no sólo perdí a mi papá,
sino que muchos perdieron a un amigo, hermano, jefe, papá
putativo, un hombro para recargarse, confidente y esposo.
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Hoy quiero recordarlo, junto a ustedes, como el gran hombre
que fue y la vida tan interesante, llena de experiencias y plena
que construyó; mi papá era único y original, amaba la jardinería.
¿Cuántos jardines no pasaron por las talentosas manos de mi papá
y a cuántos no les tocó recibir plantitas y arreglos de su parte?
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Amaba a los animales. Cómo olvidar que a nuestro perro ‘Spot’
le tocaba viajar con nosotros e, incluso, comer filete en las casas de
sus amigos y cargábamos con el perico, los perros y toneladas de
plantas; a veces, sacos de abono, del apestoso.
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Cómo olvidar su picardía y sentido del humor, las anécdotas
de su vida que nos hacían reír a carcajadas, los apodos tan únicos
y chistosos que a todos, sin excepción, nos tocaron. Mi papá llenó
nuestra vida de viajes, experiencias, comida deliciosa y exótica, nos
enseñó a valorar el descanso, a no tomarnos las cosas tan en serio.
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Extrañaré verlo sentado en la mesa leyendo su periódico por
las mañanas y tomándose, literalmente, 30 vitaminas de todos
los tamaños o viendo televisión e invitando a sus nietos a ver
programas con contenidos inapropiados para sus edades.
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Este año, mi papá fue perdiendo la posibilidad de hacer todo
lo que disfrutaba y, aunque incluso en esas circunstancias hizo su
mejor esfuerzo para seguir adelante, hoy, por fin, descansa en paz.
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Papá, tu recuerdo, enseñanzas, amor por la vida, ayuda
desinteresada hacia tantas personas, capacidad de hacer amigos
absolutamente en todos lados se quedan impregnados en mi ser
para siempre. No habrá día que no te recordaré. Y, para cerrar como
él muchas veces me dijo: ‘polvo eres y en polvo te convertirás’.
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Bianca Palazuelos, hija