PINCELES DE ESPERANZA
Horacio está pintando cuadros con palomas de la paz y su mente vuela lejos de este lugar donde lleva encerrado 10 años.
Es su mejor terapia en el Cereso de Apodaca 1 y busca compartir esta magia con otros compañeros.
“Te adentras tanto en el dibujo, en la pintura, que te olvidas donde estás”, cuenta este hombre.
“Es algo que te ayuda también a no pensar tanto. A veces el martirio se lo da uno psicológicamente, porque estás pensando nada más en cuándo me voy o en la familia, y con la pintura empiezas a pintar y se te va el tiempo”.
Lo suyo es un don de Dios, dice, porque jamás tomó clases de dibujo o pintura. Tiene estudios hasta secundaria.
Imparte una clase de pintura al óleo para 18 alumnos de lunes a viernes, de 13:00 a 16:00 horas.
Además se encarga de hacer los escenarios para las asambleas que hacen en el Cereso.
Fue detenido en diciembre del 2013 y conoció las páginas oscuras del Penal del Topo Chico.
“En realidad, yo me senté, crucé mis brazos, y como no soy ni de un lado ni de otro, yo no me meto en algo que a mí no me corresponde.
“Gracias a Dios me porto bien con todos mis compañeros, trato de hacer lo correcto. Yo como asesor de pintura no puedo ir a andar peleando porque qué les voy a enseñar a mis alumnos, si yo los estoy corrigiendo”.
Busca contagiar de esperanza a sus alumnos para que empiecen una historia distinta.
En el momento de la entrevista está terminando 20 cuadros que entregará a la asociación Promoción de Paz para que sean obsequiados a personas que les han donado material para pintar o dibujar.
Cumple una sentencia de 25 años por el delito de secuestro agravado, cometido en Monterrey, pero afirma que él estaba de paso por la Ciudad cuando lo detuvieron.
“Me acusan de secuestro agravado y lo más curioso es que no conozco Monterrey”, expresa.
CON VOCACIÓN MUSICAL
Esta mañana de visita en el Cereso de Cadereyta es amenizada por el grupo musical Acero, creado en el 2014. Sus integrantes son hombres privados de la libertad que visten uniforme gris.
Ellos compraron los instrumentos y autoridades penitenciarias permitieron ingresarlos. Tienen un área destinada para ensayar entre semana.
“Se te olvida que estás preso”, dice Ángel, de 29 años, acordeonista que aprendió a tocar en el penal. “Te olvidas de todo, se te hace más ligero”.
Agrega que ya toca la batería, el bajo, la guitarra y el piano. Lo detuvieron hace 11 años por el delito de homicidio calificado, pero afirma que es inocente.
“Era cuando los ministeriales agarraban a cualquiera y los empapelaban”, dice. “Desgraciadamente yo pasaba por ahí y nos subieron a mí y a otro grupo con los que estaba reunido”.
Ángel, ahora en el Cereso de Cadereyta, recuerda cuando fue secuestrado al interior del Penal del Topo Chico, donde antes cumplía su pena.
“Me llevaron para unos ambulatorios, que era el F1 (en el Topo Chico) y ahí empezó la tortura, me golpeaban. Me estaban pidiendo 50 mil pesos para poder sacarme de esa celda y ponerme a trabajar”, recuerda.
Ahora se esfuerza por dejar eso atrás y buscar una vida diferente. Este año estudiará la prepa en el Penal.
Tiene una sentencia de 25 años y le falta poco para cumplir el 50 por ciento, con lo que espera obtener el beneficio de recuperar su libertad.
“Trato de llevar buena conducta, mis terapias y todo, para que al momento que llegue la fecha, del 50 por ciento de la condena, ya tener todo preparado”.
PROMUEVE LA LECTURA
Armando, de 43 años, se encarga de la biblioteca del Cereso de Cadereyta y coordina grupos de lectura de lunes a jueves, integrados cada día por 40 hombres.
“Está excelente la actividad”, expresa, “nosotros damos una sugerencia de libros por medio de Conarte, que son quienes nos apoyan con algo de texto, y ya se le hace una sugerencia de lectura y ellos eligen leer el libro”.
Él es egresado de arquitectura por la Universidad Autónoma de Coahuila y ahora en el penal cursa en línea el tercer semestre de la carrera de Derecho en la UANL.
“Realmente aquí el tema es que el que quiere marcar la diferencia, puede hacerlo, realmente aquí se puede”, afirma. “El que quiere salir adelante: estudiar, trabajar, aquí se puede lograr”.
Fue detenido en el 2019.
Armando dice que, incluso, ha logrado sentirse más feliz en el Cereso que cuando estaba afuera.
Luce apacible y sonriente.
Enfrenta el delito de fraude y está en proceso de apelación. Recibió una sentencia de 60 años.
“Voy a aprovechar cada instante para mejorarme, para renovarme”, comparte. “Y lo mismo he tratado de irlo promoviendo con los compañeros.
“Hay mucha gente que está en el mismo canal, mucha gente que no. Entonces les das tu positividad, aprendes, tratas de contagiar un poquito esas ganas de salir adelante”.