Es tan popular la presión que viven padres e hijos frente al futuro que se ha vuelto una práctica común que un chico entre la primaria y la secundaria, incluso hasta la preparatoria, tenga una agenda apretada.

Ésta con frecuencia incluye, después de la escuela, una serie de actividades como robótica, lecciones de inglés y otros idiomas, prácticas deportivas, refuerzos en asignaturas como matemáticas o lecto-escritura, sin contar disciplinas artísticas y un sinfín de actividades, a veces varias juntas, que parecen fortalecer a los jóvenes estudiantes y prepararlos para el futuro. Al menos para el futuro académico.

Sin embargo, esta práctica en apariencia positiva puede poner a los niños y niñas en una presión constante con consecuencias permanentes en su estilo de vida y en su salud mental a futuro.

La psicóloga Vanessa Toledo Rojas, además maestra en comunicación de ciencia y cultura, señala que es importante dejar que los chicos tengan control sobre su tiempo y sobre las actividades que quieren hacer.

“En esta temporalidad de desarrollo de los niños, entre los 6 y los 13 años, sí es importante que desarrollen habilidades escolarizadas, pero también es importante que desarrollen otro tipo de actividades que no son escolarizadas, que son más bien para la vida diaria y mantener a estos chicos en un ambiente no institucional, porque aunque sea una clase extracurricular tiene una estructura de ambiente institucional, los estás frenando a que desarrollen habilidades que no son formalmente académicas”, dice la experta.

“Muchos padres piensan que este tipo de actividades (las no formales) no reditúan económicamente a la larga o no son útiles para el trabajo, pero es muy importante que los chicos además aprendan a gestionar tiempos de ocio para tener la posibilidad de ser creativos con su propio tiempo. Muchos después empiezan a buscar diferentes salidas para el aburrimiento y ahí hay una semilla para la creatividad”.

Toledo Rojas señala que, además, saturar la agenda de los niños y las niñas en esa edad priva a los jóvenes de socializar con los propios miembros de su familia y sus amigos, donde aprenden reglas de socialización que en la adolescencia se refinan.

Es común pensar que a esta edad los niños están mejor preparados para asumir una carga pesada de actividades que le expongan a nuevos aprendizajes, sin embargo, esta capacidad se puede ver mermada justo por esta carga.

La especialista señala que el periodo institucional tradicionalmente va desde el preescolar, es decir desde los tres años, hasta el término de una licenciatura, alrededor de los 20 y 25 años.

Todos estos años están institucionalizados con reglas que les dicen qué hacer, cómo hacer y qué reglas hay, todo ese tiempo están ahí buena parte del día, el tiempo que les queda para gestionar ocio es poco, en realidad, porque lo que usas en tiempo para trasladarte a la escuela y regresar a casa, te queda poco tiempo para el descanso, la comida y el estudio. No te dan chance de aburrirse para buscar un oficio o un hobbie para liberar estrés”, dice Toledo Rojas.

En el entendido que los padres deben ayudar y acompañar a sus hijos, en la actualidad, el enfoque en la salud mental debería ser un pilar importante a la hora de decidir sus actividades fuera de la escuela.

“Yo no recomendaría actividades todas las tardes, ni a un niño ni a un adulto. Perderse de eventos sociales va a ser importante para su constitución como adultos y no hay que perderlo de vista. Sí es verdad que el mundo laboral es complejo, exigente y competitivo, pero hay que encontrar un balance: ¿de qué te sirve un niño que hable siete idiomas que está deprimido y no sabe pensar, relajarse o manejar el estrés? ¿o que no sabe lavar los platos o limpiar su propio baño?”, cuestiona la psicóloga.

A TENER EN CUENTA

Antes de anotar a un joven estudiante a una nueva actividad extracurricular por considerar que puede ser benéfica para su aprendizaje considera los siguientes puntos:

  • ¿Mi hijo o hija ha mostrado interés previamente en dicha temática o asignatura?
  • ¿Esa actividad podría alterar su ciclo de sueño, alimentación o socialización?
  • ¿Cómo le acompañaremos si su carga de tareas resulta abrumadora?
  • ¿Seguirá contando con suficiente tiempo de ocio para que él o ella decida qué hacer con él?
  • ¿Esa actividad podría traerle estrés, ansiedad o frustración en algún punto?
  • ¿Le aislará o alejará de sus círculos sociales?
  • ¿Mi hijo o hija tiene las herramientas emocionales adecuadas para lidiar con el estrés que esto le podría causar?
  • ¿Mi hijo o mi hija ha demostrado síntomas de depresión o cansancio crónico? ¿Estará listo para enfrentar un nuevo reto ahora mismo?
  • ¿En qué otras actividades domésticas está involucrado o involucrada?

Información: Alejandra Carrillo
Fotos: Especial

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