I. NIÑOS INVISIBLES

Los hijos menores de edad de personas privadas de la libertad parecieran invisibles. En el Estado no existe ningún programa gubernamental para esta población, pese a que más del 90 por ciento de las mujeres del Cereso femenil, más de 500 personas, son mamás.

Angélica Elizondo, directora de Renace ABP, organización que desde hace 30 años da servicios jurídicos y psicosociales a la población penitenciaria y sus familias, explica que las abuelas maternas son las que casi siempre se hacen responsables de estos niños. Por lo regular, el papá o los abandona o también está preso.

Lo preocupante, indica Angélica, es que las abuelas son de muy bajos recursos económicos, trabajan como pepenadoras, empleadas domésticas, vendiendo ropa en mercados y no cuentan con las habilidades emocionales para hacerse cargo.

“Ha sido una invisibilidad de esta infancia en los presupuestos y no estamos contemplando que esta infancia ya está inmersa en un espacio lleno de vulnerabilidades”, recalca Elizondo, quien también ha dirigido el Centro Capullos del DIF estatal y fue directora de Protección a la Infancia en el DIF nacional.

“Cuando estaba en DIF Nacional había presupuesto para niños de la calle, niños de explotación sexual, para derechos de la infancia… Pero no había un monto que trajera la etiqueta: ‘Hijos e hijas de mujeres en prisión’.

“Estos niños están en una vulnerabilidad muy a punto de estar como niños de la calle”.

II. CREAN PROGRAMA

Renace ABP es la única organización de Nuevo León con un programa integral para hijos e hijas de personas privadas de la libertad.

En este proyecto suman 11 generaciones, cada una integrada por 50 menores de edad, en donde han apadrinado a todos los niños para que reciban mil pesos mensualmente.

La abuela cuidadora y los menores reciben terapia psicológica, un seguimiento escolar, apoyo para útiles y despensas.

Para doña Silvia esto ha sido una luz en su camino.

“Ahora que ya van creciendo ha sido difícil para mí, a veces no tengo las palabras adecuadas y no sé cómo hablarles, por eso me ha servido mucho venir aquí a Renace: poco a poco he ido aprendiendo más”, dice esta abuela.

“Me han enseñado a tenerles paciencia y tratarlos lo mejor que se pueda”.

Doña Silvia integra la octava generación beneficiada y recibe mil pesos por cada nieto; hubo unos donantes que decidieron apadrinar a los 50 niños de esta generación por cinco años.

Otro empresario apadrinó a la décima generación también por cinco años.

Gracias a esta generosidad, hay 100 hijos de mujeres privadas de la libertad con este ingreso económico permanente.

Renace también otorga terapias psicológicas a las mamás de estos niños en el Cereso femenil.

Elizondo señala que, en la mayoría de los casos, el vínculo entre las internas y sus mamás está roto, y deben sanar esta relación por el bien de los hijos.

“La psicólogas comenzaron a ayudarme a saberme comunicar con mis hijos, con mi mamá, más que nada entenderla, no juzgarla”, comparte Lupita, de 30 años, hija de doña Silvia, en entrevista en el Cereso femenil.

Aunque reconoce que al principio sentía abandono, Lupita ya comprende que su mamá no puede visitarla seguido en el penal porque debe cuidar a los cuatro hijos de ella.

“La verdad no me gusta pensar en que no voy a volver a mis hijos afuera”, expresa.

“Tengo bien claro en mi persona y en mi cabeza que si estoy trabajando en mí, y estoy intentando cambiar, es para salir y luchar por ellos, recuperarlos, comenzar de cero con ellos, no volver a delinquir”.

Afuera, su hijo Tadeo ha sufrido bullying en la escuela: sus compañeros saben que sus papás están en el penal.

“Me dicen: ‘Por lo menos yo sí tengo a mis papás aquí conmigo”, cuenta el niño.

“Es difícil”, interrumpe doña Silvia con voz entrecortada.

Si esta abuela quisiera ir con sus cuatro nietos al Cereso a ver su hija, debe tomar dos camiones y un taxi. Un recorrido de casi tres horas eternas y que equivale a un dinero que no tiene.

Doña Silvia y sus cuatro nietos.
Doña Silvia y sus cuatro nietos.

III. 'NO ME QUIERO MORIR'

El temor de las abuelas se repite: “No me quiero morir”.

Julia, de 59 años, cuida a sus nietas Karely, de 11 años, y Keilly, de 7.

Es la abuela paterna: a su hijo Jesús Eduardo, de 38 años, lo trasladaron en el 2018 del Penal del Topo Chico al Cefereso No. 14 de Durango. Su nuera Karen, de 31 años, está en el Cereso femenil de Escobedo.

Detenidos en 2014, ambos fueron sentenciados a 50 años de prisión por secuestro.

“Me siento triste porque es bien difícil, los dos en el penal”, comenta Julia, de voz quedita y pausada.

“No me quiero morir sin que ellos salgan, para que vean por las niñas el día de mañana. Su abuelito, mi ex esposo, murió de cáncer hace tres años de la noche a la mañana. De ahí agarré miedo: no me quiero morir, mis niñas”.

Julia estudió hasta secundaria y vende en mercados ropa usada que le regalan.

Con las terapias de Renace, esta mujer ha aprendido a tenerle más paciencia a las niñas.

En el Cereso femenil su nuera Karen, de 31 años, afirma que gracias al apoyo psicológico de Renace su frustración ha disminuido y la comunicación con sus hijas es mejor.

“Sí me dieron una sentencia de 50 años, sé que no me los voy a quedar, porque sé que estoy por ese error, pero realmente no lo cometí, estoy por un error que solamente Dios sabe por qué”, expresa Karen.

Doña Julia con sus nietas Karely, de 11 años, y Kelly, de 7.
Doña Julia con sus nietas Karely, de 11 años, y Kelly, de 7.

IV. VIVIR EN FAMILIA

La prioridad del programa “Hijos e hijas de personas privadas de la libertad” es defender el derecho de estas infancias a vivir en familia, remarca Elizondo, directora de Renace.

Para lograr esto se les debe proporcionar a las familias el apoyo necesario. Es decir, las abuelas sí quieren hacerse cargo de los nietos, pero no cuentan con los recursos económicos ni con las habilidades emocionales.

“Si estos niños no estuvieran en este programa de Renace, podrían estar en la calle o podrían estar en una casa hogar o en el Centro Capullos”, explica Elizondo.

“¿Por qué? porque están en una vulnerabilidad muy absoluta, entonces lo que tenemos que hacer es justo fortalecer la familia, que sí se puede”.

Por cada 50 menores atendidos, detectan en promedio a 15 en una situación de riesgo, ya sea por bullying, problemas emocionales o situaciones de acoso.

Gabriela Martínez, coordinadora del programa de Renace y directora del Departamento de Psicología Clínica y de la Salud del Tec de Monterrey, puntualiza que con este trabajo también previenen que los niños repitan la historia de sus padres.

“Por más factores adversos que tengamos en la infancia también vamos a tener factores de resiliencia que nos van a ayudar a permitir que no se repita la historia de estas personas privadas de la libertad”, expone la psicóloga Martínez.

“Y precisamente se está apostando en el programa a intervenir estos factores de resiliencia. Las abuelas tienen esa esperanza de hacer un cambio en la vida de sus nietos”.

Pese a este gran esfuerzo, hay mucho todavía por hacer.

APÓYALOS

Renace inició la campaña “¡ACOMPÁÑAME!”

  • El objetivo es recaudar fondos para hijos e hijas de personas privadas de la libertad
  • Para hacer donativos comunícate al teléfono: 81-1914-9400