La convivencia se fomenta entre niños regulares y con diferentes condiciones.

COLEGIO LAFAYETTE: CONVIVIR Y APRENDER

Tras observar que su hijo con autismo experimentaba mucha presión por la escuela al no avanzar igual que los demás, Maribel Ramos buscó otro colegio donde aprendiera a su ritmo, y encontró el Lafayette de Monterrey.

En este plantel de San Nicolás de 150 alumnos, el 45 por ciento presenta algún trastorno del neurodesarrollo, indica su directora, Edna Garza, lo que facilita la convivencia entre diferentes condiciones, como la neurotípica, autismo, déficit de atención y síndrome de Down.

“Se adoptan enfoques pedagógicos flexibles y adaptativos para satisfacer las necesidades de todos los estudiantes, ya sea con la provisión de apoyos adicionales, adaptaciones curriculares, tecnologías de asistencia, servicios de apoyo o modificaciones en el entorno educativo”, explica.

Este colegio fue fundado en agosto de 1978 por Guadalupe Garza Arrambide, sordomudo, abuelo de Edna, como escuela para la atención a niños con debilidad auditiva, visual y otras necesidades educativas.

Con el tiempo surgió la idea de que alumnos regulares y con trastornos del neurodesarrollo, convivieran, basados en la filosofía de que tanto alumnos con algún trastorno del neurodesarrollo como los regulares enriquecen la experiencia educativa de los otros y el desarrollo de habilidades de todos.

“Habilidades que son fundamentales para la vida en una sociedad diversa y globalizada”, comenta Garza.

Tadeo (der.) con sus compañeros, personal de Udei XXIV, la directora escolar y la maestra del grupo.

PRIMARIA SANTIAGO ROEL: UNA LABOR DE EQUIPO

Entre los rostros de niñas y niños del grupo de cuarto grado de este plantel público, la de Franco, chico con síndrome de Down de 9 años, es la que más contagia alegría.

La inclusión de niños con síndrome de Down, autismo y de déficit de atención es parte de la cultura de la Escuela Primaria Santiago Roel, en la Colonia Linda Vista, en Guadalupe.

La otra gran parte es el trabajo que ahí realiza la Udei, Unidad de Educación Inclusiva XXIV.

Desde 2022, la Secretaría de Educación del Estado transformó las USAER, o Unidades de Servicio de Apoyo a la Educación Regular, en Udeis, que son parte de sus servicios de educación especial.

Estas unidades son equipos multidisciplinarios expertos en educación especial, comunicación, psicología y trabajo social, que acompañan al profesor de un grupo regular en donde haya algún estudiante con alguna discapacidad.

Su papel es ajustar contenidos y actividades para incluir al niño.

Sin embargo, este trabajo resulta insuficiente, pues datos oficiales indican que las 259 Udeis en el Estado apenas cubren el 32 por ciento de las escuelas. La falta de presupuesto complica ampliar la cobertura.

La Udei XXIV es uno de los casos de éxito. Entre sus funciones está la de crear conciencia en cada grupo sobre el valor de tener a un compañero con alguna discapacidad.

“A los estudiantes se les explica la condición del alumno”, comenta Vanessa Martínez, directora de la Udei XXIV, “para que ellos tengan esta apertura de entender lo que está pasando dentro del aula y puedan arropar y acompañar a sus compañeros”.

La clave para lograr la inclusión, agrega, es el trabajo en equipo con los padres de familia, la dirección de la escuela, y con los niños. Al final, todos aprenden y valoran la inclusión.

KUROI: CADA UNO A SU RITMO

Padres y madres de familia que han decidido sacar a sus hijos de algún colegio ante la no aceptación por su discapacidad, han encontrado en Kuroi, en San Pedro, un programa que busca que cada niño se sienta incluido y avance a su ritmo.

En este centro, niños de 2 a 18 años con alguna discapacidad trabajan en un modelo en el que, de entrada, no se les solicita llevar un maestro monitor, como sí ocurre en colegios, cuenta la mamá Priscila García.

Cada estudiante tiene su propio plan de trabajo adaptado a sus necesidades, su propia evaluación y objetivos. Los grupos son pequeños y están organizados por edades, como en una escuela regular, pero cada uno trabaja según su nivel en la materia en cuestión, español o matemáticas.

“Una niña puede llevar matemáticas de tercero de primaria, pero como tiene 15 años está en el grupo de tercero de secundaria, con niños de su edad”, explica Priscila.

“Si es hora de matemáticas, todos están trabajando en matemáticas, pero cada quien en un nivel diferente, con objetivos diferentes”.

También hacen mucho trabajo en equipo.

“A lo mejor uno batalla con el habla, pero es bueno escribiendo, y al otro que habla muy bien, le cuesta más lo motriz”, ejemplifica.

“Entonces hacen equipos donde todos tienen algo que aportar y no se queda nadie relegado, no se ve tu discapacidad, porque todos tienen algo que aportar. Esa es otra parte muy bonita de la integración”.