Ana Bleizeffer y su mamá, Gabriela Rosas

Para Ana Bleizeffer, luchar por su salud ha sido una constante durante toda su vida, pues, desde pequeña, padeció enfermedades que la llevaron a estar en continuas visitas a los hospitales.

A los 5 años de edad, le diagnosticaron diabetes mellitus y, con el tiempo, distintos órganos comenzaron a fallarle, por lo que hace alrededor de una década inició una de sus batallas más difíciles.

“Me internaron y los doctores comentaron que debía comenzar de inmediato con hemodiálisis, pues los riñones ya no estaban funcionando. Necesitaba un trasplante”, dijo Ana Bleizeffer.

“Inicié esa terapia, la cual era tres veces por semana. Batallaba mucho hasta para orinar, por eso, sólo podía consumir un litro de líquidos al día, incluyendo sopa, verduras o agua; me sentía súper pesada antes de mi cita y, sólo cuando iba, descansaba un poco”.

 

Hemos recibido demasiado de las personas, entonces, cuando veo gente muy necesitada en los hospitales, les hago comida y doy dinero para ayudarles un poco”.

Con su papá, José Arturo Bleizeffer, en el tercer día del trasplante de riñón
Foto: Cortesía Ana Bleizeffer

En cuanto sus familiares supieron que necesitaba un trasplante de riñón, no dudaron en ofrecerse y, únicamente quedaron tres personas seleccionadas para hacerse la prueba de compatibilidad: su papá, José Arturo Bleizeffer; su mamá, Gabriela Rosas, y una amiga, pero sólo los dos primeros fueron aptos.

“Ya estábamos divorciados y tengo muy presente la conversación que tuvimos para decidir quién lo haría. Él me dijo: ‘creo que ahora me toca a mí porque tú siempre has estado con ella. Yo le voy a entrar a esto y, si es necesario que a mí me quiten algo más para que ella viva, que lo hagan’”, recordó Gabriela, quien es emprendedora de moda.

Con la resolución tomada, entraron al protocolo para la operacíón, el cual duró 11 meses, pues les realizaron distintos estudios con la finalidad de valorar el riesgo de complicaciones y establecer medidas de prevención, y el 29 de octubre de 2015 realizaron el trasplante de riñón.

 “Me acuerdo que una noche después de la intervención, me fue a visitar el nefrólogo al cuarto y me contó que en el quirófano, en cuanto me conectaron el riñón de mi papá, todos mis órganos se pusieron de color rosa y, en automático, empecé a hacer pipí; pocas veces pasa eso, pero es súper bueno”, explicó Ana Bleizeffer, originaria de Sinaloa.

“Cada vez que me acuerdo de eso, se me pone la piel de gallina. Hubo una mejora al instante, la vida me cambió 180 grados”.

Y, aunque por un tiempo estuvo bien, posteriormente, su visión comenzó a fallar, incluso, ya no ve del ojo derecho, las entradas al nosocomio continuaron y el año pasado le informaron que requería un segundo trasplante de riñón.

“En esa ocasión, me internaron por neumonía, llegué con el potasio al 7 por ciento y le dijeron a mi mamá que me podía dar un infarto. Me despedí de mi familia y sólo le pedí a mi cuñado, Jorge ‘El Burro’ Van Rankin, que me trasladara a mi papá porque él vive en Sinaloa; cuando desperté, tenía su cara en frente y pensé: ‘Gracias, Dios, porque me lo trajiste y no me morí’”, mencionó Ana Bleizeffer.

 

No sé de dónde saco fuerzas porque trato de hacer mi vida normal y que la gente no me vea enferma. Antes decía: ‘no le puedo quedar mal a los demás’, pero, en realidad, no me debo fallar a mí; aprendí a quererme y no dejarme al final”.

Junto a sus hermanas, María Bleizeffer y Magda Bleizeffer
Foto: Cortesía Ana Bleizeffer

A partir de ese día, comenzó la búsqueda de su nuevo donador y sus hermanas alzaron la mano para esta misión. Hicieron los estudios pertinentes de compatibilidad y María obtuvo un 99 por ciento, mientras que Magda fue de 100, por lo que ésta última será quien le rega lará vida próximamente.

“Siempre nos poníamos a orar, Dios nos tiene de pie y la fortaleza me la ha dado él. En cada momento, la acompaño a todas partes, no me importa dormir en bancas o banquetas, nunca me quejo; de hecho, a veces pienso que él me utiliza cuando voy porque platico mucho con la gente que lo necesita”, mencionó Gaby.

Es por esta razón que Ana Bleizeffer, quien labora en la industria restaurantera, busca crear conciencia en la sociedad sobre la donación de órganos, pero, también que las personas acostumbren cuidarse y hacerse check ups continuos para ver cómo está su salud.

“Cuando no tienes la necesidad, no existe esa perspectiva. Yo estoy agradecida porque fui compatible con mi familia, pero hay veces que nadie lo es, existen pacientes en una lista esperando su donación y, en ocasiones, mueren esperando”, expresó Ana Bleizeffer.

“En mis redes sociales, siempre trato de decirle a mis seguidores que si se van de este mundo, no se lleven sus órganos porque pueden beneficiar a otros”.

PILARES DE VIDA

Roberto Rivera y Ana Bleizeffer en España
Foto: Cortesía Ana Bleizeffer

Además de sus padres, sus hermanas, María y Magda, son sus cómplices en todo y disfrutan pasar momentos juntas; mientras que su novio, Roberto Rivera, con quien tiene 14 años de relación, es un gran apoyo en cada proceso.

SU ALIADO

Como alternativa para sentirse mejor, Ana utiliza un dispositivo que envía frecuencias a las células dañadas y con éste trabaja diariamente el riñón, sangre, la alopecia y la vista.

 

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Ana Bleizeffer

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