
La Ciudad se ha convertido en una colección de recuerdos, de fragmentos de la memoria que hoy habitan en rincones olvidados, pero que en su momento fueron el epicentro de la vida social y nocturna de Guadalajara.
A inicios de la década de los 70, las opciones para la diversión eran muy limitadas. México atravesaba por un periodo de represión y censura del Estado, en reacción a los movimientos estudiantiles de 1968 que se expandieron desde la Ciudad de México hacia todo el País como un germen de desobediencia, por lo que los espacios para la vida nocturna, en los que sonara el rock o la música extranjera, no existían prácticamente en la escena local; apenas existían algunos centros de entretenimiento en los que los adultos podían cenar y ver espectáculos de cabaret, recuerda el dj, productor y manager musical, César Cosío.

Hacia finales de la década de los 70 y hasta los 80, el movimiento empezó a cambiar y Guadalajara despertaba al disfrute de la vida nocturna en medio de una oleada de discotecas, bares, centros nocturnos, y videobares que ofrecía una identidad propia y una vibración que muchos aún añoran, remarca Cosío.
Esos años reflejaron el espíritu de la época: tras la represión y la censura, empezaba a olerse un ambiente de cambios culturales que reflejaba mayor apertura, los jóvenes tapatíos, influenciados por la moda, la música y el cine internacionales, buscaban espacios donde pudieran expresarse y conectar con sus contemporáneos en un ambiente de libertad lo que también tuvo impacto en cómo empezaba a transformarse la vida nocturna, con discotecas, a principios de los 80, en las que con algo de retardo, sonaba música disco, como un eco de lo que ya triunfaba en Estados Unidos y Europa, expresa el poeta y ensayista, Baudelio Lara.
Durante esa década, la música disco dominaba los clubes nocturnos y los centros de entretenimiento comenzaron a proliferar en toda la Ciudad, ofreciendo propuestas de diversión que marcarían el inicio de la vida nocturna tal como la conocemos hoy.
EL GLAMOUR DE LA NOCHE

Una de las primeras grandes discotecas que se instaló en Guadalajara fue The Plantation, que además era bar y restaurante ubicado sobre avenida López Mateos. Abrió sus puertas en 1979 y fue pionera en introducir videoclips y conciertos en vivo, aunque había ya un antecedente con el Barba Azul a mediados de los 70, que organizaba tardeadas para los tapatíos.
Las filas para entrar a The Plantation, se hacían largas, quien quisiera ingresar debía pagar un y cover y la mayoría de los parroquianos se ponía sus mejores ropas, las mujeres con escotes discretos y faltas abajo de la rodilla, los hombres con pantalones todavía algo acampanados y pelo largo para bailar a ritmo de música disco y rock.


Unos meses después, a inicios de 1980, vino Osiris (Lázaro Cárdenas 3898), una discoteca exclusiva, a la que un inicio se entraba con membresía, y que recordaba la grandeza de Egipto con una pirámide moderna, que tenía una pista de baile central rodeada de decoraciones vistosas, luces y una atmósfera imponente para la época en donde además de experimentar una intensa noche de música disco, también se celebraron conciertos de rock y pop: fue el lugar donde, por primera vez, en 1987, Soda Stereo se presentó en Guadalajara.


“Osiris no tuvo precedentes en Guadalajara porque era un lugar construido expresamente para ser discoteca, era gigantesco, tenía un restaurante, la arquitectura asemejaba a la grandeza de Egipto, con una pirámide gigantesca, con unas instalaciones muy lujosas por dentro, podías bailar y divertirte toda la noche.
“Ahí se instaló a un costado El Gran Salón Osiris, que se rentaba para eventos sociales, posteriormente para conciertos semi masivos con Miguel Mateos, Caifanes cuando iniciaban, varios exponentes del rock en tu idioma”, apunta Juan Carlos Flores, productor musical, conocedor de la vida nocturna tapatía.

En esa ola de discotecas tapatías, irrumpió la ahora conocida como Génesis, “la única disco retro de Guadalajara”, tiene sus orígenes en 1982. Este espacio, a unos metros de la Avenida 16 de Septiembre, que ahora forma parte del Hotel Misión Guadalajara, se convirtió en un punto de encuentro más hacia el Oriente de la Ciudad, con música y videos disco de la época. Aunque poco a poco fue perdiendo audiencia, este centro nocturno tuvo diversos vaivenes y nombres, hasta que volvió a irrumpir en la escena del baile tapatío en 2006 y sigue siendo un espacio popular que recuerda las mejores épocas del disco desde los 70, recuerda Juan Carlos Flores.

A la lista se sumaron más discos como el Dady’O (López Mateos Sur 2190), que fue inaugurada por Luis Miguel en 1987 y cerró sus puertas en los primeros años de la década de los 90, con la decadencia de este tipo de centros de entretenimiento en Guadalajara y el País, remarca Cosío.

“La inauguración de Dady’O fue con Luis Miguel y el último concierto fue con el Tri de Alex Lora, que yo produje en 1992, yo creo que esa fue la última gran discoteca”, rememora Cosío, quien desde hace tiempo ha tomado la nostalgia de esta etapa de antaño para hacer evocación a distintas discos y centros nocturnos de los 80, con fiestas temáticas en el Centro Cultural Ceiba.
IMAGEN PROTAGÓNICA

A mediados de la década de los 80 y hacia los 90, el concepto de videobar empezó a tomar protagonismo en las noches tapatías. Eran espacios donde los jóvenes de la época no solo podían escuchar música, sino verla, gracias a pantallas donde se proyectaban videoclips, recuerda Juan Carlos Flores.
“Todos los fenómenos culturales, incluidos los relacionados con la música y la cultura pop, no llegan a México de manera inmediata, en aquellos tiempos estos fenómenos se esparcían por el mundo a una velocidad bastante más lenta, en la primera etapa de los 80 tuvimos varias discotecas que siguieron todavía varios años, aunque fueron desbancadas por estos videobares”, recuerda el productor musical y gestor cultural.
Algunos de los centros de entrenamiento más populares y conocidos —que además de ser videobares, con amplias pantallas ubicadas en distintos puntos del espacio, tenía un área de restaurante— fueron el Jala la Jarra y el Giros, que se convirtieron en los lugares de moda a mediados de los 80, hacia los 90.
Ahí, los asistentes podían escuchar las eclécticas mezclas de los djs, que combinaban éxitos del momento que además de rock, tenían entre sus repertorios piezas del heavy metal y de la música pop, añade Flores.
“El concepto vigente era ir a un videobar donde se combinaba la música en audio y video, era una época en la que se oía mucho rock, era curioso porque se ponían canciones de Los Scorpions, pero la gente bailaba mucho esa música, luego también se hacían tocadas en vivo”, resalta Flores.
A partir de esa nostalgia de la vida nocturna tapatía, Flores creó el sitio El Cementerio del Ocio, en el que recupera las ubicaciones de los centros nocturnos más emblemáticos de la Ciudad que se borraron de la memoria y de la escena, que ahora son desde casas de oración, hasta oficinas o están abandonados.
EL GRAN HITO DE LA DIVERSIDAD

En junio de 1980 abrió sus puertas el Mónica’s, un mítico espacio en el que la diversidad tanto de clases sociales como de orientaciones sexuales era la firma de la casa. Este espacio ubicado en el oriente de Guadalajara, en la Calle de Álvaro Obregón 1713, marcó toda una época para el entretenimiento, bajo la iniciativa de Efraín Santacruz, que cerró sus puertas en 2016.
“La verdad las clases sociales se borraban allí. Venían chicos de Polanco, de Oblatos, de Miravalle y también de Providencia. Allí no se veía quién tenía más o quién tenía menos, bailábamos y ya (…) fue un lugar de muchas pasiones, de mucha libertad, allí nos reíamos, podíamos ser nosotros sin restricciones, nos enamoramos, nos desilusionamos, nos rompieron el corazón, pero fue muy hermoso”, recordó alguna vez Efraín.

En ese sitio, que cerraba a altas horas de la madrugada, se daban cita la comunidad LGBTQ+, había show travestis y la profundidad de la noche se extendía por varias pistas de baile en la que se reunían quienes formaban parte de la comunidad de la diversidad, hasta quienes buscaban fiesta a altas horas de la noche, incluso por quienes no querían ser vistos en el Poniente de la Ciudad, recuerda el escritor, Baudelio Lara, quien añade que a esta lista se fueron añadiendo espacios como el SOS y el Máscaras.
DE VARIEDADES

Variedad, música en vivo, bebidas alcohólicas, la búsqueda de compañía… Los cabarets tapatíos también se alzaron como una importante opción de diversión durante los 70 y 80. Aunque la época dorada de estos espacios ocurrió entre los años 40 y 60, Guadalajara mantuvo sus cabarets, concentrados principalmente en el barrio de San Juan de Dios, todavía hasta los 80, explica el antropólogo Bogar Armando Escobar Hernández.
En tiempos del Gobernador Flavio Romero de Velasco, estos espacios vivieron sus peores momentos. Distintas medidas implementadas por el Gobierno del Estado para regular la trata de blancas borraron prácticamente del mapa a estos recintos.
Estos espacios, conocidos por su variedad de entretenimiento, permitían una liberación social en un ambiente marcado por la represión y la doble moral de la época. Sin embargo, el cierre masivo de estos lugares en los 80 dejó un vacío en la vida nocturna de la Ciudad.
“Aquí se vive mucho en función de la otredad, es decir, de la mirada del otro, pero de la mirada sancionante, por eso existen estos espacios para el desfogue, para la liberación”, completa el académico de la Universidad de Guadalajara.
Mientras algunos espacios como “El Sarape” y “Luna de Miel” se convirtieron en leyendas, la escena nocturna se volcó hacia bares y discotecas, completa el también autor del libro Origen, Auge y Ocaso de los Cabarets de San Juan de Dios.
Información: Rebeca Pérez Vega.
Fotos: MURAL, Archivo Discoteca Guadalajara @archivodiscotecaguadalajara, e Internet.
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