'YA ES IMPOSIBLE EL
SUEÑO AMERICANO'

El colombiano Bladimir Clavijo se dio cuenta que estaba siendo retornado a México cuando dejó de escuchar los pasos de un agente estadounidense que lo custodiaba luego de haber sido detenido en un punto de inspección de la Patrulla Fronteriza.

Tras casi tres años de permanecer en proceso de asilo en San Francisco, Clavijo decidió viajar hacia El Paso, Texas, para probar suerte porque no le iba bien en California.

Sin embargo, al no prosperar sus planes decidió regresar a San Francisco el 21 de enero, un día después de haber asumido Donald Trump como Presidente de Estados Unidos.

“Yo vine hasta acá, hasta El Paso, Texas, buscando una oportunidad de, pues de sobrevivir, por decirlo de alguna manera; desafortunadamente pues no se me dan las cosas y cuando intento retornar para California en un punto de Migración que queda saliendo de acá de El Paso, me detienen”, cuenta en entrevista con REFORMA en la Casa del Migrante de Ciudad Juárez.

—¿Era la Patrulla Fronteriza?

Era la Patrulla Fronteriza la que estaba haciendo, sí en el punto de Inmigración, ellos se estacionan ahí a revisar los papeles de las personas.

Me piden mis documentos, yo les digo que estoy en proceso, que no tengo documentos como tal de residencia ni ciudadanía ni nada de eso, pero que estoy en un proceso, y simplemente me dicen que me baje del carro, me quitan el carro, me quitan mis cosas, me quitan todo.

Sin esposarlo, lo subieron a un vehículo.

Él pensaba que lo llevarían a un centro de detención, como cuando se entregó a Estados Unidos para pedir asilo.

“Yo creí que ahí iban a hacer el proceso de las huellas, de lo mismo que habían hecho al principio, pero no, ni siquiera me dijeron nada, ni siquiera preguntaron mi nombre en ese lugar, simplemente me dijeron ‘sígame’ y llevaba tres oficiales conmigo custodiándome, sólo me decían ‘sígame, gira a la izquierda, gire a la derecha, siga derecho’ y cuando me di cuenta ya íbamos cruzando el puente.

“Me traen acá al puente fronterizo, ahí uno de los oficiales me dice que lo acompañe; yo creí que iba a ir a una oficina de Migración, cuando en un momento me di cuenta que estábamos cruzando el puente y le pregunté yo a la persona que cuánto más o menos iba a tardar el proceso de deportación y pues la persona me respondió que no sabía cómo era acá en México”, cuenta en el dormitorio donde sobrelleva su incertidumbre en compañía de otros retornados, entre mexicanos y extranjeros.

“Yo seguí caminando y cuando en un momento vi que estaba todo muy callado, volteé a mirar y ya el oficial ya no venía conmigo, simplemente me dejó sobre el puente”.

Los agentes de Estados Unidos no le indicaron que lo retornarían a México ni lo entregaron a alguna autoridad de este país, sino que lo dejaron en el límite fronterizo.

“Como si fuera mexicano para que pasara hasta acá, incluso yo les dije a ellos que yo mexicano no era, que soy colombiano y pues aun así, no, ni siquiera me dijeron nada, según yo iba para algún centro de detención de Migración, como al principio cuando ingresé, pero pues no”.

¿Y luego como llegaste aquí, una vez que les dijiste en Migración de México que te habían retornado?, se le pregunta.

“Yo llego al punto de Migración y le comento a la señorita pues la situación, ella me dice que desafortunadamente no puede hacer nada, que México en el momento no tiene deportaciones para Colombia”.

Una persona que lo ayudaba en Estados Unidos le sugirió solicitar hospedaje en la Casa del Migrante de Ciudad Juárez.

“Desde entonces estoy acá y pues la verdad estoy varado, porque no tengo a nadie, soy solo, mis cosas me las quitaron, me quedé sin nada”.

—¿Qué vas a hacer?

Pues originalmente mi pensamiento era regresarme a mi país, pues tal cual como me vine, con una mano adelante y otra atrás, porque pues ya no sé qué más hacer. La situación con el Presidente, pienso yo que tratar de volver a pedir el asilo es perder el tiempo, estrellarme contra una pared.

Tras haber llegado a México, Clavijo se dirigió a Monterrey y de ahí a una ciudad fronteriza de la región noreste y cruzó por el Río Bravo, tras lo cual fue ingresado a un centro de detención en San Antonio, Texas, e inició con su proceso de asilo.

El colombiano de 28 años de edad relata que le permitieron entrar y continuar.

“Desafortunadamente pues con las trancas que nos ponen tanto para trabajar como para rentar como para muchas cosas, se me dificultó demasiado seguir mi proceso; aparte las Cortes me las pusieron en un lugar demasiado lejos a donde yo estaba y me quedaba imposible de ir, precisamente por lo que no podía ni trabajar ni ganar dinero”.

“Yo estaba en San Francisco, California, que es una de las ciudades santuario en California, y las Cortes (las citas para su proceso de asilo) me las tenían para Nueva York, que es una de las ciudades que más está siendo estricta con los inmigrantes”.

Al estar así, es poner trampas a las personas en movilidad para que pierdan su proceso y no tengan posibilidad de continuar.

Clavijo rememora que se entregó en el Río Bravo junto con otros migrantes que venían en caravana y pidió ayuda de manera inmediata a la Patrulla Fronteriza.

“Pidiendo socorro porque pues vengo de mi país, de una situación en donde se está complicando demasiado tanto comer, sobrevivir, hay demasiada violencia, buscando un mejor futuro, algo más qué hacer que lo que nos permiten allá”, explica.

—¿Cruzaste el alambre de púas?

Sí, crucé parte del alambre que tienen regado dentro del río, que sí es verdad, tienen alambre dentro del río.

Sí hay mallas de púas y muchas historias de gente que se ha quedado ahí amarrada y se ha muerto.

Desde que fueron recibidos por las autoridades estadounidenses, sintió un maltrato.

“Siempre fue como humillación, maltratos, malas palabras, sólo por el hecho de ser inmigrantes, o sea ni siquiera por la nacionalidad sino por el puro hecho de ser, no ser americano, las mismas trabajadoras sociales del ICE nos gritaban palabras hirientes”, relata.

En el centro de detención, al que le llamaban “La Hielera” permaneció 15 días en condiciones inhumanas, asegura.

“Para dormir nos daban una mantica térmica y teníamos que dormir sobre el suelo; aparte de eso nos tenían prendida la luz 24 horas y había un aparatito que hacía un sonido todo el tiempo”.

Al salir de “La Hielera”, le dieron un teléfono para que se tomara una fotografía cada ocho días durante un mes.

“Y ya de ahí pues empezó ya el proceso de empezar a caminar desde San Antonio hasta California”.

Pero siempre se enfrentó a trabas para viajar de un lugar a otro, ya que su pasaporte se lo quitaron las autoridades migratorias.

“Entonces no tenía forma tampoco, así hubiera tenido el dinero para poder viajar hasta allá (a Nueva York), no podía llegar hasta allá”, señala con frustración.

Aunque quería trabajar de manera formal, no podía porque carecía de un número de Seguro Social de Estados Unidos o de un permiso de trabajo.

“Desafortunadamente pues no nos lo permiten ingresando, hay que primero hacer el proceso y lo que ellos nos decían es que después con el tiempo nos iban a dar el permiso de trabajo, pero pues es como que las trampas que ellos mismos ponen para evitar que pase”, lamenta.

Debido a que sus citas para el proceso de asilo eran físicamente en Nueva York, las perdió porque carecía de dinero para trasladarse.

“Lo poco que podía hacer era de vez en cuando podar pasto, de vez en cuando poder arreglar una que otra cosa y me pagaban con poco dinero o ya bien sea con comida o con ropa y pues la verdad sí se hizo bastante tortuoso”.

Vivió en un albergue, pero sólo le permitieron estar por poco tiempo ante la demanda de más personas.

“Luego conocí a una persona que fue la que más me ha ayudado, me ayudó en ese país, ella me regaló un carro viejito, un Ford Focus de 2007, ahí viví, ahí dormí, ahí comí, muchas veces ahí me bañé”, expresa mientras evita llorar.

Además, le dolió la falta de empatía de la gente, que muchas veces lo intentaba humillar.

Durante y año y medio durmió en el vehículo, el mismo con el que viajó de San Francisco hacia El Paso y que le incautaron al detenerlo, y en el que tenía pertenencias como ropa y zapatos, así como un sleeping que usaba para sentir menos frío.

“Me compré un sleeping baratico y con eso dormía, con eso me abrigaba y tenía una que otra chamarrita y muchas veces me tocó ponérmelas todas, y con el sleeping tratar de apaciguar el frío, encender el carro y prender la calefacción”.

Se estacionaba en centros comerciales y en el aparcadero de un gimnasio que les permitía dejar ahí la unidad.

“Y muchas veces me tocó sobre la calle y pues pasar también la situación de que los policías llegaban, pues ellos nomás cumplían su trabajo, verificaban que no fuera alguien con antecedentes o que tuviera drogas o armas, o sea por ese lado bien”, recuerda.

“Pero sí como esa incógnita de qué pasaría en la noche, de muchas veces sin saber si me acostaba y al otro día podía despertarme porque pues Estados Unidos es complicado por las problemáticas que tiene”.

Con lo único que se quedó al entrar a EU fue su cédula de ciudadanía de Colombia, con lo cual se identificaba.

Sobre las medidas que adoptó el Presidente Trump, Clavijo las considera inhumanas y que son ilógicas porque EU depende de la fuerza laboral de los migrantes.

“Creo que ni siquiera está pensando con cabeza, simplemente está haciendo cosas por hacer, por demostrar que él tiene el poder y que él tiene la última palabra”.

Por ello, lanza una advertencia a quienes tienen la intención de hacer un recorrido desde sus países para llegar a Estados Unidos.

“No es por matarles ilusiones, esperanzas, sueños, simplemente piénsenlo bien, hagan una balanza, y sepan qué vale más si estar en su país sobreviviendo o lo que sea, pero con su familia, o venirse para acá a seguir sobreviviendo, pero lejos de todo el mundo y aguantando humillaciones.

“Es imposible ya tratar de buscar el sueño americano, que no es ni tan sueño, es más bien una pesadilla”.

En medio de la incertidumbre que vive, agradece haber sido cobijado por la Casa del Migrante de Ciudad Juárez, donde lo han tratado de forma humanitaria.

“Esto es una bendición, estas personas se han portado muy bien con todos nosotros, no han sido groseros, no han sido humillativos (sic), han sido muy comprensivos con la situación, aparte de eso nos ofrecen ropa, nos ofrecen útiles de aseo, son muy buenas personas”.

Para hacer menos agobiante la espera, durante el día se avientan “una cascarita” con una pelota de futbol que está afuera del dormitorio varonil.

“Tratamos como de no pensar en la situación, entonces nos sentamos afuera a hablar, a reír, a contarnos las historias de vida.

“Ha sido una bendición tener compañía porque la verdad, con todo lo que ha pasado y todo lo que he vivido, me siento demasiado débil de espíritu, me siento frágil, me siento vulnerable, y créame que yo decir eso es demasiado, porque siempre he sido una persona muy fuerte y muy guerrera, nunca he agachado la cabeza ante las circunstancias, siempre trato de salir adelante con una sonrisa, pero pues a veces se complica”.

Clavijo analiza si volverá a su país, el cual dejó por los problemas políticos y sociales, y donde lo espera su abuela que sobrevivió al cáncer, o intentará ver la posibilidad de permanecer en México.

“Yo creo que será volver a mi país (…) a seguir sobreviviendo”, responde sobre sus planes.

En Colombia trabajaba de metalúrgico, así como en la construcción y carpintería, y también laboró en una granja de arroz y en papayeras.

“Colombia ahorita se está convirtiendo en un país bastante pesado para sobrevivir, si no eres alguien que tiene influencias o conexiones, no logras llegar a final de mes, y si logras llegar es arrastrándote con las uñas”.

Sin embargo, si hubiera algún programa que le permitiera trabajar legalmente en México, se quedaría.

“México es un país hermoso, tienen unas personas maravillosas, de muy gran corazón, ahora veo muy bien porqué esa riña entre países, entre Estados Unidos y México, porque definitivamente son personas demasiado diferentes, entonces, si hubiera la oportunidad de poder hacerlo, de poder empezar mi vida acá desde cero, claro que lo haría”.

'ESTAMOS AQUÍ PORQUE
QUEREMOS TRABAJAR'

Migrantes de la comunidad de San Miguel, en el Municipio de Mochitlán, que llegaron desde hace seis meses a una localidad de California están desesperados ante el arribo de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos.

Desde julio de 2024, un grupo de este pueblo de Guerrero llegó a Estados Unidos tras sortear muchas dificultades y que implicó un gasto económico y el riesgo de ser detenidos por la Patrulla Fronteriza o por los grupos criminales que tienen su feudo en la frontera norte. Todo para buscar oportunidades de trabajo.

Ya pasaron seis meses y los migrantes guerrerenses de esta localidad –ubicada a 40 minutos de Chilpancingo— no consigue empleo y ahora, con el inicio del Gobierno de Trump, será mucho más difícil.

Alondra, originaria de San Miguel, dice que si bien es cierto que en la localidad estadounidense donde viven ella y sus familiares no han visto redadas de agentes de la migra para hacer detenciones, tienen mucho miedo y evitan salir a las calles para buscar empleo.

“Ya estamos aquí y pues ahora a lo que venga”, dice la migrante, quien con sus dos hijas decidieron irse a Estados Unidos para unirse a su esposo que lleva varios años trabajando en una empacadora allá. Alondra, en caso de que encuentre trabajo, será en el campo, no hay más, dice.

Este grupo de guerrerenses viven casi hacinados en una vivienda y al día comiendo lo que sea. 

San Miguel tiene una población de poco más de 2 mil habitantes. Desde hace más de 3 décadas, la gente se va a Estados Unidos y, los menos, a estados del norte del País para emplearse en los campos de cultivo.

A diferencia de otras comunidades de Guerrero en las que emigran a Estados Unidos porque son víctimas de la violencia generada por grupos del crimen organizado, la gente de San Miguel y otras localidades de Mochitlán y del vecino Municipio de Quechultenango se va por la falta de fuentes de trabajo, ya que con sus tierras de labor que tienen ya no les alcanza para su sostén económico.

La siembra de maíz, sandía, cacahuate y calabaza, ya no da para más. Sembrando Vida, uno de los programas estelares para el campo, que presumió el Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, no ha llegado.

El programa entrega al campesino 5 mil pesos mensuales a través de una tarjeta de Bienestar.

Las tierras de cultivo en San Miguel lucen abandonadas. Incluso, al borde de la carretera, después de Mochitlán, se ven anuncios de venta de tierras que hasta hace unos años se veían repletas de milpas de maíz, calabaza o de sandía.

Alondra explica: “nosotros no vinimos a Estados Unidos por la violencia, estamos aquí porque queremos trabajar y si se puede nos quedamos, pero si nos sacan, no pasa nada”.

Cuenta que allá donde está con su familia se han topado con migrantes de otras zonas de Guerrero que sí salieron huyendo porque la delincuencia los expulsó luego de despojarlos de sus tierras y casas.

“Si a ellos los agarra la migra y los deporta no podrán regresar a su pueblo porque ya no tienen nada y los van a matar; nosotros si podemos retornar a San Miguel, sin problemas porque tenemos casa y una parcela”, refiere.

Alondra y sus otros familiares pudieron entrar sin tantos problemas a Estados Unidos, a través de la aplicación CBP, que se canceló el 20 de enero, unas horas después de que el republicano Donald Trump asumiera la presidencia.

Pero la gente que logró entrar a través de ese mecanismo durante el Gobierno del Presidente Joe Biden, falta que les den el asilo. Ante los amagos de Trump, lo más probables es que no se los darán.

Desde hace décadas, Guerrero ha sido expulsor de mano de obra barata a Estados Unidos.

'POR EL NARCO, NO PODRÁN
REGRESAR A GUERRERO'

Familias de localidades del Municipio de Leonardo Bravo que fueron expulsadas por grupos del crimen organizado emigraron a Estados Unidos y, en caso de que sean deportadas por el Gobierno de Donald Trump, no podrán regresar a sus pueblos porque corren el riesgo de ser asesinadas.

De acuerdo a la organización de derechos humanos Centro Morelos, son 290 familias que desde 2023 y 2024 se fueron al país vecino a trabajar, ya que los Gobiernos federal y estatal nunca les brindaron protección, con medidas de seguridad, o beneficios sociales.

“Si el Gobierno estadounidense los saca (a las familias guerrerenses) no podrán regresar a Guerrero porque en su pueblo no tienen nada, ni casa, parcela, ganado y huertas; todos esos bienes los tiene la delincuencia”, dice Teodomira Rosales Sierra, directora del Centro Morelos.

En noviembre de 2018, mil 800 personas de las comunidades de Filo de Caballos, Los Morros, Polixtepec, Campo de Aviación y Carrizal, del Municipio de Leonardo Bravo, fueron expulsadas por la autollamada policía comunitaria de Tlacotepec.

Estas familias se refugiaron en Chichihualco, cabecera del Municipio de Leonardo Bravo, y a ellas se sumó otro grupo de personas desplazadas de la comunidad de Tlatempanapa, del Municipio de Zitlala, que fueron sacados por integrantes del grupo criminal de Los Ardillos.

Ante la falta de apoyo del Gobierno, los desplazados se dispersaron en ciudades de Guerrero y estados vecinos, como Morelos, Estado de México; otros decidieron cruzar la frontera norte de México para llegar a Estados Unidos.

En 2023, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió la recomendación 171-2023 al Gobierno de Guerrero para que atendiera a las víctimas.

“Con el pretexto de las afectaciones que provocó el huracán ‘Otis’ la Gobernadora Evelyn Salgado no atendió la recomendación y nunca recibió a las familias desplazadas”, afirma Teodomira Rosales.

Menciona que en los últimos días ha tenido conversaciones telefónicas con varias familias y le han expresado su temor de que sean detenidos por la migra y traídos a México.

“Muchos de ellos se la pasan muy mal, porque no tienen trabajo, y ahora con esto, pues la verdad les puede ir peor si son deportados”, asegura la activista.

Rosales menciona que hay personas desplazadas de Chilapa y de municipios de la Costa Chica que están en Tijuana esperando entrar a Estados Unidos, pero ya no lo podrán hacer por el endurecimiento de acciones que inició el Gobierno de Donald Trump para evitar que lleguen más migrantes.

Erasmo Salgado Jiménez, presidente de los Clubes Unidos Guerrerenses Medio Oeste que tiene su sede en Chicago, critica que ni el Gobierno federal ni estatal tienen una estrategia para apoyar a los migrantes de Guerrero cuando sean deportados.

Considera como una “burla” los dos mil pesos que está ofreciendo el Gobierno a cada uno de los deportados cuando estén en la frontera norte.

Cuenta que desde 2018 los Gobiernos federal y estatal empezaron a menguar el apoyo a los migrantes guerrerenses.

Por ejemplo el programa 3X1 se cambió a 2X1 por lo que se redujo el presupuesto para las comunidades, en las que sus migrantes residentes en Estados Unidos hacen aportaciones junto con el Gobierno.

“El Gobierno de Evelyn Salgado ni siquiera apoya para la repatriación de los paisanos que fallecen y vemos que tampoco lo hará con la gente que sea deportada”, asegura Erasmo Salgado.

De acuerdo a un informe de la Administración estatal señala que, en 2022, las remesas que fueron enviadas por los migrantes guerrerenses ascendieron a 2 mil 187 millones de dólares aunque, según el Banco de México, en 2023, el envío aumentó a 3 mil 182 millones de dólares.

En Estados Unidos hay un millón y medio de guerrerenses y según Erasmo Salgado, de los Clubes Unidos de Migrantes, 55 mil podrían ser los primeros deportados porque enfrentan orden de aprehensión porque han cometido presuntos delitos.