'UN RETROCESO DE 30 AÑOS'

Jacqueline Peschard, ex comisionada del IFAI, profesora e investigadora en la UNAM.

 ¿Qué perdemos y qué ganamos con el nuevo diseño institucional de la transparencia en México?

Se dijo que el objetivo de la reforma constitucional y de la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información era una simplificación administrativa, pero lo que yo veo es una enorme fragmentación de lo que es el ejercicio de un derecho, porque se deja en cada uno de los sujetos obligados, es decir, de aquellos que son responsables de dar la información, la misma atribución para resolver las quejas o los recursos de revisión que hay en contra de la información no dada o incompleta.

Además, es una fragmentación porque cada uno de los sujetos obligados, es decir, las Secretarías de Estado, la Fiscalía General de la República, Petróleos Mexicanos, cada una de las entidades federativas, los organismos constitucionales autónomos y los otros Poderes (Legislativo y Judicial) tienen sus propios esquemas y competencias para resolver las quejas de los ciudadanos frente a faltas de información.

En lugar de que hubiera una institución que fuera la que velara por el ejercicio de este derecho, es decir, a partir de un solo criterio, una sola interpretación de la ley, pues, la verdad, es que lo que yo veo es esta fragmentación. Es una confusión entre quiénes son los que están obligados a dar la información y quiénes son los que vigilan que se dé la información, que son exactamente los mismos.

Y con eso se pierde

Perdemos en garantías de acceso a la información, de que la información no va a ocultarse, y entonces el procedimiento para poder obtener una respuesta favorable es ante el mismo órgano, la misma dependencia. Hay una degradación del ejercicio de un derecho como es el derecho a la información, el derecho a la protección de los datos personales.

Antes había una coordinación por parte del Sistema Nacional de Transparencia, se mantiene el nombre de Sistema Nacional, nada más que ahora se llama de Acceso a la Información, pero está conformado por la propia Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, por la Agencia del Gobierno Digital, puros organismos del Gobierno federal, y esto se replica a nivel de los estados.

Habrá una instancia que se le llama, creo que demagógicamente, Transparencia para el Pueblo, que va a resolver cuando haya alguna resolución que a algún particular no le parezca frente a la información, entonces podrá ir con un recurso de inconformidad a este instituto, que es un órgano desconcentrado de la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, es decir forma parte de la misma Secretaría.

Entonces, es una especie de dependencia de esa Secretaría, que es la que va a resolver la la tercera instancia en cuanto a acceso a la información.

¿Considera que hay un retroceso de 20 años, de cuando nacía el IFAI?

No, no es igual para nada. A ver, el IFAI era un organismo descentralizado de la Administración Pública Federal, pero no estaba sectorizado a ninguna Secretaría. Acá, a esto que le llaman Transparencia para el Pueblo, es un órgano desconcentrado, esto quiere decir que pertenece a la Secretaría de Anticorrupción, está sectorizado y está dentro de esta dependencia.

El IFAI tenía realmente autonomía de decisión, autonomía de gestión, porque no estaba sectorizado en ninguna Secretaría, sino que tenía autonomía, aunque no era constitucional, pero sí era una autonomía de decisión y de resolución.

Y era colegiado

Además, era colegiado, efectivamente. Este órgano desconcentrado que se llama Transparencia para el Pueblo va a decidir cuando los sujetos obligados ya resolvieron los recursos de revisión en los que no estuvieron de acuerdo los particulares, entonces va a hacer un procedimiento menos ágil. Además, está dentro del Gobierno, o sea es el mismo Gobierno el que va a estar decidiendo.

Una de las razones que han esgrimido para desaparecer al INAI, es que los que hacían solicitudes de información, quienes usaban la transparencia, no era el común de la gente, sino académicos, periodistas, personas dentro del propio Gobierno, personas de la iniciativa privada y, efectivamente, así ocurría.

Pero una de las cosas que se le olvida al Gobierno actual, es que gracias a los periodistas, gracias a los activistas y a quienes hacían investigación, gracias al acceso a la información, es que se difundía qué era lo que pasaba con el ejercicio de los recursos, en dónde había desviaciones, en dónde había información incompleta, es decir, se difundía gracias a estos actores que son parte de organizaciones de la sociedad civil.

Entonces, es un retroceso a antes del IFAI. O sea, un retroceso de 30 años, de más de 30 años.

'VAMOS A UN
MODELO MÁS OPACO'

Leopoldo Maldonado, director regional de Artículo 19 para México y Centroamérica.

Con los cambios al sistema de transparencia, ¿qué es lo que se pierde, qué es lo que se gana?

Yo creo que se pierde más de lo que se gana, es una posición muy clara y basada en evidencia de varias organizaciones, incluido Artículo 19. Uno de los puntos medulares de la reforma del 2014 era la independencia y la autonomía del INAI, ahora, pues prácticamente lo que se está haciendo no solamente es restar la independencia a los organismos, en plural, que van a revisar la gestión de la información dentro de los diferentes poderes públicos, sino que los está supeditando a la dinámica política del momento.

Nos atrevemos a decir esto porque la única oportunidad que hemos tenido para dialogar de esto con el Gobierno mexicano fue la semana pasada en el marco de la audiencia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Y la verdad es que no presentaron razones de peso para esta reforma. Incluso fueron ampliamente cuestionados por las y los integrantes de la Comisión Interamericana sobre cómo México hace unos años se presentaba como el modelo para América Latina en materia de transparencia, precisamente apuntando a la autonomía de un órgano independiente, imparcial, especializado y técnico, y que de buenas a primeras cambió totalmente el rumbo de este modelo. Entonces, evidentemente esto es lo que se pierde en principio.

¿Qué más se pierde?

Hay una enorme fragmentación ante la posibilidad de que los órganos internos de control, en el caso del Ejecutivo Federal, la Secretaría de Anticorrupción y Buen Gobierno, sean los que revisen las solicitudes de información o las impugnaciones sobre las solicitudes de información, convirtiendo a los propios sujetos obligados en juez y parte.

Lo que teníamos con el INAI es que nos evitábamos un acto o un proceso engorroso y burocrático de tener que recurrir por la vía administrativa ante la misma institución o sujeto obligado. Lo hacíamos ante un organismo independiente, pero además ese organismo, sus resoluciones eran inatacables para los sujetos obligados. Para nosotros, los ciudadanos, todavía quedaba la opción del amparo.

Bueno, eso evidentemente es un retroceso, porque además el recurso de revisión o el recurso de inconformidad eran muy asequibles y además había suplencia de la queja y reitero, perdón que lo repita, pero también había garantías de independencia con un órgano como el INAI.

Pero ahora, en la audiencia de la Comisión, el Estado mexicano hablaba de que incluso si no estábamos satisfechos con las resoluciones de cada uno de los órganos revisores dentro de cada sujeto obligado, podíamos ir al amparo. Pero, precisamente, lo que se quiere evitar son los tecnicismos, la complejidad que implica un juicio como el de amparo, que además requiere el expertise de un abogado o abogada.

Es decir, no es un recurso asequible para la mayoría de la ciudadanía, lo que en los hechos vuelve nugatorio el derecho de acceso a la información.

Y otro elemento a contrastar es que la Plataforma Nacional de Transparencia va a quedar en manos de la Secretaría Anticorrupción y de Buen Gobierno, pero ¿a cuenta de qué? Es la pregunta. ¿Si es una Secretaría de Estado dentro del Ejecutivo federal, por qué va a administrar los datos, los archivos del resto de los sujetos obligados a nivel estatal, municipal, pero también otros poderes públicos en principio independientes a nivel federal?

Y lo último, que no por ser lo último es menos importante, es la ampliación de las causales de reserva. Y no solo el tema de la ampliación en número, sino de cómo se abre tanto con conceptos como daño al interés del Estado, daño a proyectos estratégicos, a infraestructura y plataformas digitales del Estado. Lo cual prácticamente convierte, con esa amplitud, el derecho a la información lo convierte en una excepción, cuando debería de ser la regla.

¿Quién va a determinar qué es un daño al interés del Estado? El propio Ejecutivo federal. Entonces, lo que denota este camino que empezó desde la dinamitación en el funcionamiento del INAI, la omisión de designar a los tres comisionados vacantes desde el 2022, con los ataques desde la mañanera con Andrés Manuel López Obrador, y ahora con la reforma constitucional y la reforma de las leyes secundarias, es que el Ejecutivo federal busca concentrar el control de la información con miras a tener mayor opacidad en la gestión del gobierno.

¿Cómo ves al Instituto de Transparencia para el Pueblo?

Tampoco es un órgano necesariamente especializado, como se sabe, la propia Constitución establece que las Secretarías de Estado están supeditadas a la única persona que es la verdadera titular del Ejecutivo, que en este caso es la Presidenta.

Entonces, la duda que nos queda es ¿qué va a pasar cuando lleguen temas sobre solicitudes de información sobre la gestión de las Fuerzas Armadas en alguna de las 227 tareas originalmente asignadas a organismos civiles que ahora desempeñan las instituciones castrenses? ¿O qué va a pasar cuando sean temas que incumban a la propia Presidencia de la República? Entonces, evidentemente, desde ahí hay una condicionante.

Y peor aún, la antecesora de la Secretaría de Corrupción y Buen Gobierno, la Función Pública, fue uno de los organismos más opacos desde el Gobierno de AMLO.

Entonces, evidentemente, todas estas reformas y toda argumentación o intento de argumentación desde el Poder Ejecutivo en donde dicen que va a haber mayor transparencia es mera retórica, es contrafactual, la evidencia arroja que va hacia el otro lado el modelo de presunta transparencia que nos quieren vender.

Es decir, vamos a transitar a un modelo más opaco, más engorroso, porque si pides información de sindicatos, tienes que ir a las juntas de conciliación a recurrir. Si pides del Poder Ejecutivo, a su Órgano Interno de Control. A la FGR, igual. A la CNDH, igual. Entonces, en fin, todo va a ser mucho más complejo para la ciudadanía.

Evidentemente, esto es un retroceso muy grave. Lo seguiremos sosteniendo hasta que nos demuestren lo contrario. Porque al final, la idea de hace 10, 11 años con la reforma de transparencia era justo sacar de la órbita de los poderes públicos y de los poderes fácticos el control de la información.

Que era lo que garantizaba la independencia

Así es. Ahora, tenemos que hablar del INAI. Si hubo corrupción, si hubo malos manejos, pues que se investiguen y se sancionen. Pero imagínense que bajo la lógica que están operando con el INAI o el Poder Judicial también, que si no funciona lo desaparecemos o lo volteamos de cabeza. ¿Desde hace cuándo tuvo que haber desaparecido el Poder Ejecutivo o el Poder Legislativo? Entonces, no es la lógica.

El combate a la corrupción no se da a machetazo limpio. Se da con investigaciones serias, exhaustivas y que rinda cuentas quien lo tenga que rendir. No estamos peleados con eso ni estamos casados con que sean estos comisionados del INAI los que tengan que mantenerse ahí.

En este momento, ya es una batalla perdida, ya vamos hacia este modelo de supuesta transparencia, pero ahora lo que toca es observar: uno, cómo se terminan de aprobar estas leyes secundarias que son sumamente regresivas y, dos, su implementación.

Y aquí hay otro elemento que señaló la Comisión Interamericana y es que todo esto se hizo sin el más mínimo diálogo con especialistas y sociedad civil y usuarios de los servicios de acceso a la información pública. Esto lo hicieron sobre las rodillas y esto lo hicieron completamente herméticos, cerrados a cualquier crítica y al diálogo público que es necesario en un derecho que es base para la democracia.